En la universidad tomé un curso sobre la no violencia como enseñó y practicó Martin Luther King, Jr. Incluía la exploración del trabajo del Dr. King durante el movimiento de los derechos civiles en los Estados Unidos en la década de 1960. Luego enseñé una clase sobre esta filosofía a estudiantes de bachillerato. Posteriormente, fui a la India para estudiar la filosofía de la no violencia, vivida por Mahatma Gandhi, y aprendí sobre sus enormes efectos sobre la libertad en la India. Amar a todos en pensamiento y acción fue lo que absorbí de este estudio.
Cuando comencé a estudiar la Ciencia Cristiana, llevé las cosas aún más lejos. Continué con las ideas de amor y no violencia, y estaba empezando a comprender el profundo hecho espiritual y metafísico de que Dios, el Espíritu, el Amor divino, nos hizo a Su imagen. Por ser ideas espirituales de nuestro creador, tenemos el entendimiento natural de que no incluimos odio, abuso, violencia ni ningún mal.
Pensé en una marcha sobre la no violencia en la que había participado con otros estudiantes universitarios donde cantamos: “Venceremos...”. Me di cuenta de que, de hecho, en el reino de Dios en realidad no hay odio que vencer. El odio y el abuso no son cosas con las que tengamos que aprender a vivir, ya que no tienen base en Dios. Es importante orar y trabajar por la justicia, no obstante, como hijos de Dios, cada uno de nosotros ya es y siempre ha sido la expresión e imagen del Amor divino, experimentando y compartiendo solo amor. A medida que oremos con diligencia de esta manera, veremos que las señales de odio y división disminuyen.
Tuve dos oportunidades de trabajar más con estas ideas. Una de mis primeras compañeras de cuarto a menudo parecía molesta o enojada. Oré para ver que la inestabilidad no era parte de la verdadera identidad del hombre, y que no necesitaba temer el temperamento de mi compañera de cuarto o tratar humanamente de cambiar la situación de alguna manera.
Cada miércoles después de la iglesia me sentía inspirada a sentir y compartir con ella más amor. También era una cristiana que amaba la Biblia y le gustaba tocar hermosas canciones en su piano. Surgió la idea de dejarnos mutuamente cada día una cita bíblica o un himno favorito en el mostrador de la cocina. Otra idea fue compartir comidas favoritas. Luego comenzamos a hablar entre nosotras sobre nuestro día y las cosas en las que estábamos pensando. Al final de nuestra experiencia como compañeras de cuarto, éramos buenas amigas y no se expresó más enojo o frustración. Yo estaba muy agradecida de ver que somos las ideas del Amor, por siempre amando y compartiendo amor.
Surgió la idea de dejarnos mutuamente cada día una cita bíblica o un himno favorito en el mostrador de la cocina.
En otra ocasión, tuve un puesto en un centro de diseño como coordinadora de cuentas. Me colocaron en un departamento donde según me dijeron nadie quería estar, ya que los diseñadores eran notoriamente crueles con sus compañeros de trabajo. Mis oraciones abrazaron la idea de que la crueldad o el odio no son naturales para los hijos de Dios; son creencias falsas que no tienen sustancia o vida real. Disfruté leyendo el artículo “The Way of Gethsemane” (El Camino de Getsemaní”) de Lucy Hays Reynolds (Journal, abril de 1945), y pensando en la definición de Getsemaní de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “Congoja paciente; lo humano cediendo ante lo divino; amor que no es correspondido, pero que sigue siendo amor” (pág. 586). Comprendí que cuando los diseñadores eran crueles, en verdad, seguían siendo expresiones espirituales de Dios, reflejando solo Amor, y eso era a lo único que debía responder. Oré para expresarles más amor en todas las situaciones, y ser testigo solo de su verdadera naturaleza amorosa.
Los diseñadores pronto comenzaron a mostrar más amabilidad y aprecio. También todos nos hicimos amigos, con relaciones de trabajo dignas de confianza. Mi jefa comenzó a notar el cambio en el ambiente de trabajo y el aumento en la amabilidad y la camaradería. Comencé a tener oportunidades de compartir la Ciencia Cristiana con ella también, y parecía agradecida.
Hay mucha gratitud en mi corazón por las oportunidades de aprender y comprender todos los días más sobre el poder del Amor divino que cada uno de nosotros por siempre siente y conoce. Sigo agradecida por la evidencia práctica que he visto de que el Amor es realmente el único poder. Es lo único que está pasando: la única causa, efecto y resultado.
Stacy Shapiro James
