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La quietud de la Mente sana preocupación por la pandemia

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 28 de marzo de 2022


En 2020, cuando las noticias de los confinamientos a causa de la pandemia del Covid-19 se extendieron por todo el mundo, incluido mi propio país, Kenia, noté que había mucho miedo; incluso dentro de mi propia familia. Muchas personas perdieron su trabajo, y el impacto se sintió en todas partes.  

Al orar para entender el camino a seguir para todos los hijos de Dios, me encontré cantando este himno:

Junto a Ti, cuando la luz clarea,
despierta el ave y despunta el sol,
más bella que la aurora,
la idea brilla en mi consciencia: Contigo estoy.
(Harriet Beecher Stowe, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 317, adapt. © CSBD)

He descubierto que cuando siento la quietud de la Mente divina —otro nombre para Dios— soy capaz de renovar mi energía y no sentirme separada de la Vida, Dios, porque sé que Él tiene el control.

En esta quietud de la Mente divina, escuché ideas de Dios que me consolaron y abrazaron. Mientras oraba por obtener una mayor comprensión espiritual a fin de elevar mi pensamiento sobre la situación, me vinieron estas palabras de la Biblia: “Es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos” (Romanos 13:11).

Esta idea ayudó a eliminar mis temores y apoyó mi disposición para ayudar a los demás cuando fuera necesario. Comprender el hecho espiritual de que ninguna “plaga” puede tocarnos, y que nada puede quitarnos el gozo de nuestra salvación en Dios, nos despierta y nos libera de “la peste destructora” (Salmos 91:3). Sentí como si escuchara el repique de campanas de gratitud. Me di cuenta de que esto era Dios, el bien, que eliminaba la confusión y el miedo.

La quietud, el poder y el orden omnipresentes de la Mente divina se evidencian en la naturaleza. Por ejemplo, estas cualidades pueden estar simbolizadas por árboles, montañas, ríos y colinas, todos establecidos como expresiones de orden y claridad en lugar de confusión. En la creación de Dios, un elemento no lucha, desplaza ni contagia a otro. Y nosotros también “vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28, LBLA) de acuerdo con la dirección y protección de la Mente. Guiados por la sabiduría y la comprensión, reflejamos a la Mente, sin confusión ni competencia. Todos estamos en la Mente divina que lo creó todo, y en la que todo es bueno.

Continué orando con el himno mencionado anteriormente, el que elevó e inspiró mis pensamientos y acciones.

Luego recibí una llamada de alguien que quería mi apoyo mediante la oración cuando le realizaran un análisis para detectar el virus. La persona estaba muy temerosa. 

Mientras escuchaba a Dios para saber qué decirle a quien llamaba, estas palabras me vinieron como una luz que destruía las tinieblas: “Levantaos, bendecid al Señor vuestro Dios por siempre y para siempre. Sea bendito tu glorioso nombre y exaltado sobre toda bendición y alabanza” (Nehemías 9:5, LBLA).

Sentí que Dios me estaba ayudando a “levantarme” con esta persona, y continué cantando las inspiradoras palabras del himno. Sabía que, independientemente de los resultados del análisis, podía mantenerme firme en que todos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios: espirituales y perfectos. 

El estudio dio positivo y los síntomas que mostraba el individuo preocuparon a los otros miembros de la familia. Continué enfocándome en la libertad y la capacidad que todos tenemos para levantarnos y bendecir “al Señor [nuestro] Dios por siempre y para siempre”, para pisotear esta creencia y cualquier temor. El hombre —cada uno de nosotros— siempre es receptivo a la salud perfecta, no a lo que los sentidos físicos informan.

Continué orando, razonando con la comprensión de que cada uno de nosotros es el hijo amado de Dios, y que Él está complacido con nosotros y nosotros complacidos con Él. 

Para apoyar a toda la familia con la oración, recurrí a las ideas en las últimas líneas del mencionado himno: “…más bella que la aurora, / la idea brilla en mi consciencia: Contigo estoy”.

La curación fue como un nuevo nacimiento. Tres días después, un miembro de la familia me llamó y me dio las gracias. La persona que había mostrado síntomas de Covid-19 estaba completamente curada. Fue una mañana de felicidad al comprender que la Mente nos bendice a todos con salud y prueba que el mal no tiene poder para separarnos de la Vida. 

Lo que reafirmó esta curación fue saber que moramos para siempre en el corazón de la Mente divina, sin importar las circunstancias. Estamos en sintonía con la Mente que nos libera del sufrimiento.

Cristo Jesús dijo: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34, LBLA). Esto es la evidencia para nosotros, como familia mundial, de que todos tenemos derecho a la alegría, al poder y al dominio que Dios nos ha dado. Incluso en tiempos de crisis, nuestros pensamientos pueden expandirse para alcanzar a los corazones hambrientos y bendecirlos con la curación.

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