El lugar es algo de lo que nadie puede separarse. Coincide con la identidad y la vida. Millones de mortales sienten que no tienen ningún lugar satisfactorio donde vivir o trabajar. Sin embargo, cada uno tiene un lugar, por insatisfactorio que parezca.
Pero uno de los problemas más graves que las Naciones Unidas tiene que resolver es cómo ayudar a cincuenta millones de hombres y mujeres, desplazados por la guerra, a encontrar un lugar adecuado para vivir y trabajar. En muchos otros países, un gran número de personas están tratando de encontrar un lugar donde poder estar adecuadamente alojados y felizmente activos. La cuestión de un lugar satisfactorio para el individuo es uno de los principales problemas de la sociedad humana.
Muchos de los que tienen lo que otros considerarían un lugar satisfactorio están insatisfechos con el lugar que tienen. No obstante, recordemos que nadie puede estar sin cierto sentido de lugar, ya sea un sótano, un ático, una mansión o un desierto abierto. El lugar y la vida van juntos.
Pero lo que los hombres quieren, y lo que tienen derecho a tener, es un sentido de lugar que sea satisfactorio, que proporcione comodidad, armonía, paz y oportunidad para la actividad constructiva. La Ciencia Cristiana muestra que esto puede lograrse mediante la comprensión de la relación del hombre con Dios y el inteligente control que Él tiene de Su universo y cada detalle de la vida y acción del hombre.
Los mortales suelen pensar que el lugar es algo mayormente físico. Puede ser una casa material donde albergarse, o una tienda, fábrica u oficina donde trabajar. Pero esto dista de ser la verdadera idea de lugar que Dios, la Mente, da al hombre. Nada existe humanamente excepto como el pensamiento y su expresión. ¿De qué resulta un ambiente discordante, un lugar inadecuado donde vivir o trabajar? De la manera errónea de pensar. A menudo resulta de la creencia general de los mortales de que están establecidos, no establecidos o fuera de lugar debido a una serie de sucesos y fuerzas que parecen estar más allá de su capacidad de controlar o superar.
El antídoto está en la idea espiritual de la existencia como enseñó Cristo Jesús y explica la Ciencia Cristiana. Dios es la Mente infinita y positiva. La creación de la Mente es el universo de las ideas inteligentes de la Mente, la más elevada de las cuales es el hombre. La Mente constituye todas sus ideas, y da a cada una un sentido de lugar plenamente satisfactorio en su creación perfectamente ordenada. La inteligencia suprema no sabe nada acerca de una creación material desordenada con multitud de mortales tristemente establecidos. Lo que parece causar dichas condiciones es la mente mortal negativa, lo opuesto de Dios. ¿Puede un mortal liberarse de estas condiciones que la mente mortal desarrolla, de una sensación de desorden y falta de lugar adecuado? De ser así, ¿cómo?
Puede hacerlo destruyendo su temor o creencia en la mente mortal negativa al comprender que la Mente divina, Dios, es infinita, y la unidad del hombre con ella. En lugar de ser víctima de fuerzas y circunstancias materiales negativas, mediante el sentido espiritual puede hallar que es superior a estas influencias, y que tiene un dominio natural sobre las sugestiones malignas que afirman que es un mortal golpeado por el azar e incapaz de encontrar el lugar que le corresponde. Más bien, reconoce que Dios es responsable de su vida, su actividad y su lugar, y que Él siempre es capaz de cumplir la responsabilidad que tiene con los Suyos.
En Ezequiel leemos acerca del control de Dios sobre Sus hijos: “Así dice el Señor Dios... los estableceré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos” (37:21, 26 LBLA). Realmente es debido al santuario que se encuentra dentro de nosotros —la consciencia espiritual del ser con la que la Mente divina nos dota— que percibimos el lugar seguro, estable y continuo que Dios provee constantemente para cada uno de los Suyos. En realidad, siempre somos las ovejas de Su prado, y nos conocemos a nosotros mismos como las ideas divinamente establecidas en la armonía —imposible de usurpar— del reino del Amor.
Necesitamos pensar radicalmente para liberarnos de las sugestiones erróneas que el pensamiento material presenta con tanta agresión. Mary Baker Eddy dice en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras (pág. 167), “Sólo por medio de una confianza radical en la Verdad puede ser realizado el poder científico de la curación”. Uno tiene que negar y dejar de creer que es un mortal fuera de lugar o que está en el lugar equivocado. El hombre no es un mortal fuera de lugar, así como no es un mortal enfermo. Más bien, uno reconoce que la Mente que es Dios no conoce dicho estado. El hombre de Dios tampoco lo conoce o experimenta. Aquel que busca la Verdad repudia que la mente material mentirosa pueda ser su causa, controlador o condicionador a través de cualquier serie de circunstancias o sucesos, o debido a personas materiales.
Se aparta de todo lo que la materia y el sentido material afirman que es causa para él, y se vuelve hacia el Amor omnipresente, la Mente buena y deífica, a quien conoce como su única Vida y Alma verdaderas. A través del sentido espiritual, que se encuentra en el santuario de la Verdad, siente su cercanía y unidad con Dios. Siente la energía divina que lo constituye y le da su sentido de lugar ordenado por la Mente en el reino de Dios con todos los hijos o ideas de Dios. Se aferra a este hecho inmutable, sabiendo que es el hecho que puede dominar y dominará la mentira de un mundo lleno de mortales establecidos en el lugar incorrecto.
En proporción a su apego al hecho espiritual, por mucho que el sentido material negativo lo desafíe y niegue, seguramente sacará a relucir en su pensamiento y experiencia un sentido más armonioso de la existencia, en el que el temor al mal negativo da paso a la fe en el bien positivo y omniactivo. Un ambiente armonioso donde vivir y trabajar resulta de su creciente demostración de la Vida que es Dios, en cuya infinita totalidad cada idea vive, establecida sabia y seguramente por el Padre de todos. Tan cierta hoy como lo fue hace siglos, el salmista vio y proclamó la gran verdad: “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación” (Salmos 90:1). La Mente divina por sí sola causa, condiciona y establece a los suyos. El hombre es posesión de la Mente.
Paul Stark Seeley