Mi esposa y yo habíamos disfrutado de vivir en nuestro hogar durante casi veinte años, y hecho muchos cambios y mejoras durante ese tiempo. Pero decidimos buscar una nueva casa en un área más conveniente.
Nos dimos cuenta de que debíamos dar los pasos correctos para que la casa pudiera anunciarse adecuadamente y garantizar que las cuestiones legales estuvieran en orden. También comprendimos que debíamos tener en cuenta consideraciones espirituales para mudarnos, y eso vino a través de la comprensión de la diferencia entre nuestra casa de ladrillos y cemento y una opinión más elevada del hogar: nuestro hogar eterno en el reino de los cielos.
Al referirse al hecho de que no tenía una casa permanente, Jesús dijo: “Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Lucas 9:58). Y al mencionar el hogar espiritual que él sabía que era suyo y de todos, declaró: “El reino de Dios dentro de ustedes está” (Lucas 17:21, KJV).
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