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Amar a un enemigo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 6 de marzo de 2023


Cuando comenzó la guerra entre Ucrania y Rusia, me sentí decepcionado. “¡El mundo no necesita otra guerra!” Protesté. Me angustiaron las escenas del conflicto armado que se estaba desarrollando, pero aún más un gobernante que parecía ejercer una influencia masiva sobre una gran población de personas, haciéndoles creer que la guerra era necesaria.

Mientras oraba por obtener una perspectiva espiritual sobre cómo ser una influencia sanadora, la admonición de Jesucristo “Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:44) me llamó grandemente la atención. Sin embargo, cómo aplicarla en la práctica era una pregunta difícil. ¿Cómo puedo amar a una persona cuyas decisiones causan que miles de personas sufran y mueran? ¿Se supone que debo pasar por alto el mal perpetrado e ignorar sus consecuencias? Yo quería saber.

Al considerar lo que sabía acerca de cómo Jesús manejaba el mal, fue evidente que su consejo de amar a nuestros enemigos no era una instrucción para pasar por alto los actos malvados. Jesús no ignoró el mal. Lo enfrentó sin miedo y lo venció con su comprensión del poder de Dios. Él conquistó a los enemigos de la vida y la salud con la Verdad y el Amor. Salvó a multitudes de personas del sufrimiento al eliminar la influencia del pecado, la enfermedad y la muerte de sus vidas. Se salvó de aquellos que intentaban destruirlo. Según Jesús, amar no significaba ignorar el mal, sino aniquilarlo.

“Dios es amor”, escribió un autor del Nuevo Testamento (1 Juan 4:8). El amor que Jesús predicó, vivió y demostró fue el amor de Dios. Este amor no es simplemente un sentimiento agradable. Es mucho más que pensamientos positivos y gestos amables. Es un poder divino, el poder de Dios obrando para mantener la justicia y defender los derechos divinos a la salud, la felicidad y la vida.

Con respecto a la escena mundial, vi que cuando Jesús nos enseñó a amar a nuestros enemigos, nos estaba diciendo que viéramos el poder de Dios obrando allí mismo donde un enemigo parece estar trabajando. No estaba enseñando la prevención sino el compromiso. Él quería que nos comprometiéramos con el amor de Dios tan poderosamente que Su amor disolvería la amenaza de cualquier mal que algún enemigo estuviera imaginando, y la haría inofensiva.

Podemos encontrar evidencia de que este método de curación funciona en la respuesta de Jesús al gobernante romano, Pilato, que lo estaba interrogando antes de la crucifixión. Pilato amenazó a Jesús con la pregunta: “¿No te das cuenta de que tengo poder para ponerte en libertad o para crucificarte?”. La amenaza que Pilato representaba para el bienestar físico de Jesús era obvia. Pero Jesús respondió: “No tendrías ningún poder sobre mí si no te lo hubieran dado desde lo alto” (Juan 19:10, 11, NTV). No se dejó intimidar por la amenaza de Pilato. No se enojó, no se asustó ni sintió resentimiento. Él respondió tranquilamente a Pilato con una verdad espiritual sobre el gobierno de Dios, recordándole a Pilato el simple hecho de que no tenía poder a menos que viniera de Dios. En ese momento, ¿no estaba amando a Pilato con un amor impersonal y espiritual que despojó a Pilato de cualquier pretensión de influencia? Dios era el único poder que estaba operando, y Jesús lo sabía.

Jesús fue sentenciado a la crucifixión, pero su pensamiento no fue crucificado. Su comprensión de la supremacía del bien sobre el mal le permitió triunfar sobre la ignorante decisión de Pilato y salir vivo de la tumba tres días después. Esto selló una victoria sobre el mal que desde entonces ha inspirado a legiones de personas a levantarse sin miedo contra los enemigos maliciosos. La omnipotencia de Dios tuvo, y tiene, la última palabra.

Podemos poner en práctica el ejemplo de Jesús hoy. Amar a nuestros enemigos es comprender tan claramente que Dios es el único poder que no nos intimida ninguna pretensión de que el mal tiene poder. Es para probar la absoluta realidad del universo: que el Amor, Dios, es Todo-en-todo y que el mal no tiene lugar, poder o posición que ocupar bajo el gobierno de Dios. Así como la luz elimina la oscuridad dondequiera que brille la luz, la omnipresencia del Amor elimina la percepción del mal dondequiera que el Amor esté activo. El Amor no conoce otra autoridad, ninguna otra influencia, ninguna otra causa o productor de un efecto. En la omnipresencia del Amor, el Amor es Todo. No hay enemigo al que temer, del que preocuparse, al que resentir. Sólo hay Amor.

Mary Baker Eddy escribió: “El mal no tiene realidad. No es ni persona, lugar, ni cosa, sino que es simplemente una creencia, una ilusión del sentido material” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 71). El mal parece real y parece actuar como una persona que comete malas acciones. Pero en verdad, Dios jamás creó a una persona capaz de actuar mal. Como Jesús enseñó, el mal es una mentira y un mentiroso (véase Juan 8:44) cualquiera sea la forma en que aparezca. Despojar al mal de toda pretensión de ser una persona que representa las mentiras del mal es una demanda en nuestra práctica de la Verdad. Es ver que el mal no tiene una mente propia para tramar, ejecutar o poner en peligro. Es honrar a Dios como la fuente de todo el poder.

Nunca es una persona lo que necesita ser destruido, sino el mal que está representando, y todo sentido del mal es eliminado por la consciencia y demostración de la omnipresencia y omnipotencia de Dios. Podemos confiar la experiencia de nuestro “enemigo” a la sabiduría y al cuidado del Amor divino, que siempre conoce la mejor manera de inspirar y producir la reforma.

Ya sea que te enfrentes a un tirano global, un líder político amenazante, un jefe dominante o un intimidante miembro de la familia, se aplica la misma regla de “Amad a vuestros enemigos”, desarmando al percibido enemigo y haciéndolo inofensivo. En la comprensión del Amor infinito, el mal se convierte en una amenaza vacía sin futuro, sin destino, sin curso de acción a seguir. Como Jesús demostró con Pilato, el mal puede parecer ominoso por un tiempo, pero ante la presencia del poder de Dios, no logra sus objetivos.

La advertencia de Jesús de amar a nuestros enemigos no se trata de hacer la vista gorda al mal e ignorar sus estocadas. Se trata de exponer los engaños propios del mal y despojarlos de toda pretensión de poder al dar testimonio de la omnipotencia de Dios. Cristo Jesús nos enseñó a amar a nuestros enemigos porque sabía que esa era la única manera de deshacernos de ellos. En una consciencia de Amor, sólo hay Amor omniactivo para sentir, conocer y experimentar. 

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