Cuando comenzó la guerra entre Ucrania y Rusia, me sentí decepcionado. “¡El mundo no necesita otra guerra!” Protesté. Me angustiaron las escenas del conflicto armado que se estaba desarrollando, pero aún más un gobernante que parecía ejercer una influencia masiva sobre una gran población de personas, haciéndoles creer que la guerra era necesaria.
Mientras oraba por obtener una perspectiva espiritual sobre cómo ser una influencia sanadora, la admonición de Jesucristo “Amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:44) me llamó grandemente la atención. Sin embargo, cómo aplicarla en la práctica era una pregunta difícil. ¿Cómo puedo amar a una persona cuyas decisiones causan que miles de personas sufran y mueran? ¿Se supone que debo pasar por alto el mal perpetrado e ignorar sus consecuencias? Yo quería saber.
Al considerar lo que sabía acerca de cómo Jesús manejaba el mal, fue evidente que su consejo de amar a nuestros enemigos no era una instrucción para pasar por alto los actos malvados. Jesús no ignoró el mal. Lo enfrentó sin miedo y lo venció con su comprensión del poder de Dios. Él conquistó a los enemigos de la vida y la salud con la Verdad y el Amor. Salvó a multitudes de personas del sufrimiento al eliminar la influencia del pecado, la enfermedad y la muerte de sus vidas. Se salvó de aquellos que intentaban destruirlo. Según Jesús, amar no significaba ignorar el mal, sino aniquilarlo.
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