Hace más de un año, fui a un optometrista para comprar un nuevo par de anteojos para leer. Después de examinar mis ojos, me dijo que vio algo que podría indicar glaucoma en sus primeras etapas. Me dijo que tenía que volver para hacerme más pruebas y me advirtió de la amenaza que suponía para mi visión si era esta afección y no se trataba. Reconocí esto como una oportunidad para demostrar lo que he aprendido en la Ciencia Cristiana acerca del hombre como creación de Dios.
Anhelando comprender que esta aparente amenaza a mi bienestar era infundada e impotente a la luz de la bondad y la totalidad de Dios, oré y leí referencias en la Biblia y en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, con respecto a los ojos, la vista y la visión. Ciencia y Salud dice, por ejemplo: “Según la Ciencia Cristiana, los únicos sentidos verdaderos del hombre son espirituales, y emanan de la Mente divina” (pág. 284).
Esto ayudó a elevar mi pensamiento de un falso sentido de la visión como una facultad física que podía perderse. Percibí claramente que como fui creada por Dios, el Espíritu divino, mis sentidos, incluyendo la visión, deben ser para siempre espirituales y perfectos.
Otra frase de Ciencia y Salud habla de la necesidad de “desenmarañar nuestros enredos y aprender por experiencia cómo distinguir entre el sentido y el Alma” (pág. 240). Siempre me ha gustado este concepto, y mientras oraba para saber qué errores, o “enredos”, podrían necesitar ser corregidos en mi pensamiento, se descubrieron varios temores. Uno era que no comprendía la Ciencia Cristiana lo suficientemente bien o que de alguna manera no era lo suficientemente buena como para ser sanada. Otro era el temor de que algún error inadvertido se hubiera apoderado de mi pensamiento y pudiera violar mi integridad o dañar mi salud.
Comencé a contrarrestar sistemáticamente cada sugestión declarando que, como reflejo de Dios, Lo reflejo y no incluyo ningún pensamiento que sea inconsistente con la bondad de Dios y Su cuidado amoroso por mí y por todos. Razoné que las imperfecciones no se originan en Dios y, por lo tanto, no tienen historia ni realidad. Son mentiras. Afirmé que Dios es la única Mente y que, como idea de la Mente, siempre tengo acceso a cualquier verdad que necesite saber para identificar y corregir una mentira.
También pude ver que la infinita bondad y omnipotencia de la Verdad eterna, Dios, anulan cualquier creencia de deterioro relacionada con el tiempo. En el reino de la Mente infinita, sólo existe el bien inmutable, ahora y siempre, así que no puedo expresar nada menos. Como instruye Ciencia y Salud: “Recuerda que la perfección del hombre es real e intachable, mientras que la imperfección es culpable, irreal, y no es producida por el Amor divino” (pág. 414).
Volví a ver al oftalmólogo una semana después con la clara convicción de que nunca podría haber ninguna evidencia o amenaza de enfermedad. Las pruebas adicionales no mostraron indicios de glaucoma.
Todavía sigo orando para superar la dependencia de los anteojos para leer, pero estoy muy agradecida por desafíos como este, que nos hacen volver a la Verdad y examinar nuestros pensamientos para distinguir entre los que son de Dios y los que no lo son. He aprendido a estar más alerta para no aceptar las sugestiones falsas y materiales, y para afirmar mi identidad espiritual perfecta en el tratamiento metafísico diario para mí misma.
Geri Mankey
Thousand Oaks, California, EE.UU.