Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Aprendí a amar mi casa

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 13 de febrero de 2023


Hace años, odiaba el lugar donde vivía. Mi casa estaba muy cerca de una carretera principal en nuestra comunidad, y a menudo dormía con una almohada sobre mi cabeza para bloquear el ruido. Ya fuera debido a las delgadas paredes de la casa o al tráfico ininterrumpido de una calle concurrida, sentía que mi creciente molestia era justificada. 

Mi travesía para amar verdaderamente mi hogar comenzó al reflexionar sobre las enseñanzas de Cristo Jesús, el maestro cristiano, quien nos instruyó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40).

Para mí, esta declaración revelaba que Jesús comprendía que el amor es la esencia misma de Dios, y del hombre como Su expresión espiritual. Él enseñó que toda la ley de Dios está arraigada en el Amor infinito, y aplicó esta ley en la práctica al sanar a multitud de personas. Los pecadores fueron reformados, los ciegos vieron, los dementes recuperaron la cordura y los muertos fueron resucitados.

Además, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, devota seguidora de las enseñanzas de Jesús, escribió esta poderosa declaración: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 494). 

Mi gran deseo era entrar en la práctica sanadora de la Ciencia Cristiana, pero razoné que, si no podía amar los elementos más esenciales de mi vida diaria, incluido mi hogar, ¿cómo iba a poder orar por necesidades más grandes, tal como amar a mi prójimo como a mí misma? Ciencia y Salud explica que el amor como el del Cristo es crucial para la curación.

Comencé por mirar mi casa a través de la lente del Amor. Sabía que el amor por el hogar comienza en el pensamiento mediante la comprensión de nuestra relación con Dios como Su reflejo. Razoné que, si Dios es Amor, entonces yo, por ser reflejo del Amor, soy amorosa, amable, gentil, compasiva, misericordiosa, generosa y agradecida. Me di cuenta de que podía expresar estas cualidades espirituales para mi hogar, y lo hice siendo generosa con mi tiempo al ocuparme de él. Mantuve las cosas ordenadas y limpias, eliminé el desorden, reemplacé los artículos desgastados, planté un árbol en el jardín de adelante y reemplacé los pensamientos críticos acerca de mi hogar por aprecio por sus características buenas. 

Desde una perspectiva espiritual, mi hogar no podía ser deficiente de ninguna manera. Como idea de Dios, debe ser completa y perfecta en este momento, y proporcionarme seguridad, comodidad y satisfacción. Seguía confiando en que, puesto que la ley de armonía de Dios gobernaba mi hogar, no podía haber intrusiones que perturbaran mi tranquilidad. 

Me esforcé por atesorar la paz, el orden y la satisfacción, y verlos expresados en mi experiencia. Ciencia y Salud aconseja: “Mantén tu pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los traerás a tu experiencia en la proporción en que ocupen tus pensamientos” (pág. 261).

Pocos años después, en lugar de querer dejar mi casa por algo mejor, le hice una ampliación que la volvió más útil. Mi enfoque había cambiado del ruido exterior a prosperar en el interior, allí mismo donde Dios me había puesto. Luego, cuando era recién casada con una primera hija y luego una segunda, los sonidos que escuchaba ya no eran los de una carretera ruidosa, sino las risas de nuestras hijas jugando en el patio. 

Desde entonces, ha habido seis mudanzas, inspiradas por la guía divina más bien que por el obstinado deseo de algo más nuevo o mejor. Descubrí que cuando nuestra familia se mudaba, era más armonioso cuando continuaba amando mi hogar durante todo el proceso. Terminé proyectos para embellecer la casa a pesar de que sabía que la dejaría para que otros la disfrutaran. Cada mudanza fue progresiva. Nuestras casas nuevas fueron más espaciosas, los alrededores más hermosos y nuestros vecindarios más tranquilos y seguros. 

Cada día ofrece oportunidades de ser una transparencia para el Amor divino, de amar a todos y todo en nuestras vidas, desde lo más grande hasta lo más pequeño. Expresar amor al sembrar el césped o lavar las cortinas puede no parecer mucho en comparación con las más grandes necesidades de nuestro mundo, pero tiene sentido comenzar manifestando amor de maneras tan pequeñas, incluso mientras escuchamos la guía de Dios en los asuntos más importantes, tales como sanar a los enfermos y orar por la paz mundial. 

Aprender a comprender que Dios es Amor, y amar con tal plenitud que sanemos como lo hicieron Cristo Jesús y Mary Baker Eddy, es una meta espiritual para todos nosotros. Para mí esa travesía comenzó al aprender a amar una casa. 

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.