¿Te has preguntado alguna vez acerca de la última línea del Salmo veintitrés? Yo sí. Me pregunté por qué dice: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida” (LBLA). ¿Por qué nos seguirían la bondad y la misericordia? ¿No querríamos que fueran adelante de nosotros, allanando el camino? Lo que me vino es cómo podría esto entenderse respecto a nuestra historia personal.
Desde la perspectiva de los sentidos físicos, nuestro pasado a menudo puede parecer turbulento. Pero cuando confiamos, en cambio, en el sentido espiritual, encontramos que nuestra única historia verdadera es espiritual y buena. Donde la bondad y la misericordia de Dios nos siguen, no hay pasado triste que siga nuestros pasos. Y confiar en el sentido espiritual tiene un efecto renovador y saludable, que nos lleva a encontrar curación en nuestra experiencia presente. Entonces nos damos cuenta de que solo la bondad, el amor, la generosidad, la alegría y la armonía de Dios nos han seguido verdaderamente.
Al escribir sobre su propia historia, que incluyó, a veces, angustia, Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, concluye: “Es bueno saber, querido lector, que nuestra historia material y mortal, no es sino el registro de los sueños, no de la existencia real del hombre, y los sueños no tienen lugar en la Ciencia del ser” (Retrospección e Introspección, pág. 21). Y añade: “La historia humana necesita revisarse y el registro material borrarse” (pág. 22).
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