¿Te has preguntado alguna vez acerca de la última línea del Salmo veintitrés? Yo sí. Me pregunté por qué dice: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida” (LBLA). ¿Por qué nos seguirían la bondad y la misericordia? ¿No querríamos que fueran adelante de nosotros, allanando el camino? Lo que me vino es cómo podría esto entenderse respecto a nuestra historia personal.
Desde la perspectiva de los sentidos físicos, nuestro pasado a menudo puede parecer turbulento. Pero cuando confiamos, en cambio, en el sentido espiritual, encontramos que nuestra única historia verdadera es espiritual y buena. Donde la bondad y la misericordia de Dios nos siguen, no hay pasado triste que siga nuestros pasos. Y confiar en el sentido espiritual tiene un efecto renovador y saludable, que nos lleva a encontrar curación en nuestra experiencia presente. Entonces nos damos cuenta de que solo la bondad, el amor, la generosidad, la alegría y la armonía de Dios nos han seguido verdaderamente.
Al escribir sobre su propia historia, que incluyó, a veces, angustia, Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, concluye: “Es bueno saber, querido lector, que nuestra historia material y mortal, no es sino el registro de los sueños, no de la existencia real del hombre, y los sueños no tienen lugar en la Ciencia del ser” (Retrospección e Introspección, pág. 21). Y añade: “La historia humana necesita revisarse y el registro material borrarse” (pág. 22).
Comprender que la historia material es un registro de sueños —no la realidad del ser que se encuentra en Dios— es como podemos comenzar a revisar y borrar nuestra propia historia material a través de la oración. El alivio de despertar espiritualmente y comprender que jamás sucedió es suficiente para que se desvanezca del pensamiento y de la experiencia. Este tipo de despertar es la luz del Cristo, la Verdad, amaneciendo en la consciencia humana. Nos libera de las repercusiones y discordias acarreadas en nuestra experiencia presente, y trae curación.
Esta es la explicación que la Sra. Eddy ofrece sobre nuestra historia: “La teoría verdadera del universo, incluyendo el hombre, no está en la historia material, sino en el desarrollo espiritual” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 547). Es inspirador descubrir que nuestra verdadera historia es espiritual, llena de la bondad de Dios, cualesquiera que parezcan ser nuestras experiencias pasadas. Puede tomar diligencia y compromiso escuchar las inspiraciones de Dios que revelan esto, pero el Cristo, la Verdad, está con nosotros para despertarnos a la unidad del hombre con Dios. El Cristo nos fortalece y nos eleva hasta que la victoria sea ganada y seamos libres.
Hace años, antes de casarme, tuve una breve relación con un hombre casado mientras estaba de vacaciones en otro país. ¿Cómo pude haberme arriesgado a lastimar a otros de esta manera? Cuando me di cuenta del tremendo error que había cometido, me sentí devastada. ¿Cómo podría vivir conmigo misma? Después de todo, yo era miembro de La Iglesia Madre (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston) y había tomado instrucción de clase, y también era miembro de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Este no había sido un acto de integridad o pureza, de seguir el camino de Jesús. Aún más desgarradora era la culpa y la condena propia que resultó de creer que de alguna manera había decepcionado a Dios.
Finalmente, llamé a mi maestro de la Ciencia Cristiana y le conté lo sucedido. Lo primero que me dijo fue que Dios, no obstante, me amaba. Luego citó del libro Escritos Misceláneos 1883-1896 de la Sra. Eddy: “Los buenos no pueden perder a su Dios, su socorro en las angustias. Si equivocaran el mandato divino, corregirán su equivocación, darán contraorden, volverán sobre sus pasos, y restablecerán Sus órdenes, más seguros de avanzar sin peligro” (pág. 10). Para mí esto quería decir que tenía la oportunidad de un nuevo comienzo. Mi maestro también me explicó que mi experiencia no se trataba de cuán lejos había caído, sino de con cuánta rapidez me levantaba.
Después de nuestra conversación, supe que necesitaba arrepentirme. ¿Pero cómo? La curación implicaba algo más que confesar un lapso moral. Así que física y mentalmente me arrodillé para orar y entre lágrimas admití ante Dios que dependía totalmente de Él para mostrarme el camino. Pronto encontré esto en Ciencia y Salud: “Dios es ‘el mismo ayer, y hoy, y por los siglos’; y Aquel que es inmutablemente justo hará lo justo sin que se Le recuerde lo que es de Su incumbencia” (págs. 2-3). Esto fue profundamente significativo para mí. Comprendí que debido a que Dios es bueno y justo, también lo es Su reflejo, el hombre, la verdadera identidad espiritual de todos. Para mí esto significaba que todos nosotros —no solo yo, sino también este hombre con el que me había involucrado y su esposa— éramos el reflejo de Dios, y que Él nos amaba y cuidaba a todos.
Esta verdad de que somos el reflejo de Dios es la base espiritual para todo pensamiento y acción moralmente correctos. Esto fue lo que Cristo Jesús demostró en su vida. Me di cuenta de que un compromiso más elevado y profundo de seguir las enseñanzas de Cristo Jesús y la Ciencia Cristiana me mantendría arraigada en relaciones éticas y puras, y me impediría volver a caer en un comportamiento poco ético e inmoral. Me comprometí a seguir a Cristo más devotamente en todo lo que hacía, confiando en que encontraría mi respuesta.
También me vino a la mente el Salmo veintitrés y lentamente percibí que el salmo también podía tratarse sobre la redención. Al leerlo de esta manera, la verdad amaneció en mi pensamiento cuando sentí que el Cristo, la Verdad, lavaba el remordimiento, el sentido de culpa y la condena propia. Esta revelación vino de Dios y tuvo un poder sanador infinito para liberarme del temor de tener que continuar luchando con un pasado material. Pude ver más de la realidad espiritual de que solo la bondad y la misericordia de Dios realmente me habían seguido, y finalmente estuve libre.
Ocho meses después de que terminó esta relación, me comprometí con un hombre maravilloso, y nos casamos poco después. Eso fue hace 36 años, y he sido fiel a mis votos matrimoniales. Sin embargo, lo más importante es que me he esforzado por mantenerme fiel a nuestro Padre-Madre Dios. Fui libre cuando me di cuenta de que el registro material no era parte de mi verdadera historia espiritual; realmente nunca había flaqueado a través de un lapso moral. Vi que el sueño mortal era sólo un sueño y que el Amor divino lo había borrado.
Todo el Salmo veintitrés, de hecho, habla de la gentil guía, protección, refugio, provisión y consuelo de Dios. Parece natural entonces que el final de este amado salmo nos asegure un futuro seguro: La bondad y la misericordia serán lo único que tenemos que mirar hacia atrás o hacia adelante. Esta es la única historia verdadera del hombre y una promesa también para su futuro cuidado y prosperidad. Podemos estar seguros en el cuidado amoroso del Padre-Madre. Reclamar esto para nosotros mismos es comenzar a experimentar las bendiciones de ese cuidado aquí y ahora.
Entonces, ya sea que estemos sufriendo de dolor, ansiedad, trastorno de estrés postraumático o arrepentimiento por oportunidades perdidas o errores pasados, podemos saber que donde la bondad y la misericordia de Dios nos siguen, no hay un pasado discordante que recordar. Dios está trabajando con nosotros. Y podemos regocijarnos con el salmista de que “ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días”.
