Las personas más hábiles en identificar el dinero falso están completamente familiarizadas con todos los aspectos de los billetes auténticos. No están obligadas a conocer todas las formas que puede tomar el dinero falso, pero sí deben ser muy conscientes de las características de la moneda verdadera para reconocer lo que es falso.
Este concepto a veces se usa como una analogía en la práctica de la curación espiritual en la Ciencia Cristiana. Su libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, dice: “El hombre verdadero es espiritual e inmortal, pero los así llamados ‘hijos de los hombres’, mortales e imperfectos, son falsificaciones desde el comienzo, a ser desechadas a cambio de la realidad pura” (Mary Baker Eddy, pág. 409).
El hombre real —la verdadera identidad de cada individuo— ya es perfecto, y refleja al Dios perfecto. La Biblia nos dice que “creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27). Por lo tanto, cualquier cosa que sea desemejante a Dios y parezca ser parte de nosotros o de nuestra experiencia es la falsificación. Al igual que aquellos entrenados para reconocer el dinero auténtico, no necesitamos saber todas las formas que podría tomar la falsificación. En cambio, necesitamos conocer la verdadera naturaleza de la creación de Dios, para poder discernir y rechazar la falsificación de manera natural.
Por ejemplo, reconocemos que la salud es el estado natural y normal del ser para el hombre que Dios creó a Su semejanza. De ello se deduce que un estado enfermo sería una falsificación. Ciencia y Salud explica: “Si la enfermedad es real, pertenece a la inmortalidad; si es verdadera, es parte de la Verdad. ¿Intentarías destruir, con o sin medicamentos, una cualidad o condición de la Verdad? Pero si la enfermedad y el pecado son ilusiones, el despertamiento de este sueño mortal, o ilusión, nos llevará a la salud, la santidad y la inmortalidad” (pág. 230).
Me encanta la lógica de ese pasaje. Afirma que la enfermedad no puede ser un hecho fijo del universo. Si lo fuera, como dice la Sra. Eddy, no habría esperanza de curarlo. Por otro lado, nadie trata de curar la salud. Reconocemos la salud como el estándar de la normalidad, y tenemos la expectativa natural de sanar la enfermedad.
El sanador de la Ciencia Cristiana reconoce que la salud es el estado real y eterno de la imagen de Dios, y la enfermedad es un fraude, una afirmación falsa contra esa imagen. Este concepto erróneo del hombre proviene de la evidencia que presentan los sentidos físicos. Si aceptamos la visión comúnmente aprobada de que la vida está en la materia y es de la materia, estamos destinados a creer en la realidad de la enfermedad. Cuando comprendemos plenamente que la vida es espiritual por completo, naturalmente reconocemos que la materia y las dolencias asociadas con ella son irreales. Esencialmente, el hecho fijo de la totalidad de Dios significa que nada sino la creación de Dios puede reconocerse como la realidad.
¿Cómo resulta esta comprensión en curación? Así como un banquero solo aceptará dinero auténtico, del mismo modo nosotros aceptamos en nuestro pensamiento únicamente al hombre auténtico y espiritual: la imagen de Dios.
Hace años, tuve una experiencia que ilustra este concepto. Acababa de graduarme de la universidad, y un amigo cercano del bachillerato vino a visitarme a mi nuevo apartamento. Fue durante la universidad que conocí la Ciencia Cristiana y comencé a estudiarla, y ya había experimentado varias curaciones físicas notables a través de la oración. Mi amigo, una persona considerada y espiritualmente receptiva, expresó interés en lo que yo había estado aprendiendo.
Una noche durante su estadía, después de haber hablado de la Ciencia Cristiana, mencionó que, desde hacía un tiempo, tenía una astilla en su mano que hacía que esta se hinchara. Preguntó si el tipo de oración que se enseña en la Ciencia Cristiana podría sanar algo así. Le dije que sí, y que estaría feliz de orar por él de la manera en que había estado aprendiendo. Él aceptó mi oferta, y ambos nos retiramos a nuestras habitaciones.
Esa noche, no traté de arreglar mentalmente un problema físico. Simplemente me quedé callado y reflexioné sobre las muchas cualidades maravillosas que admiro en mi amigo. Basado en lo que había estado aprendiendo en la Ciencia Cristiana, vi que esas cualidades eran su verdadera identidad como hijo de Dios y descarté cualquier cosa en contra de eso, incluso una dolorosa astilla. Recuerdo que leí un pasaje o dos de Ciencia y Salud, y me sentí en paz y luego me dormí. Al día siguiente, mi amigo me dijo que la astilla había desaparecido y que su mano ya no estaba dolorida o hinchada. Él y yo estábamos impresionados y agradecidos por esta demostración de la curación espiritual.
La curación de la Ciencia Cristiana no siempre llega tan rápido como lo hizo esa noche con mi amigo. A veces se necesita una transformación sustancial del pensamiento para poder ver realmente que un problema es una simple falsificación. Pero independientemente de lo que necesite curación, lo que es verdad acerca de Dios y Su imagen es un hecho eterno. Cuando alineamos nuestro pensamiento con la verdad del ser sacada a la luz por las enseñanzas y curaciones de Cristo Jesús y la Ciencia Cristiana, nuestra experiencia se ajusta naturalmente al estándar de la realidad divina, incluida la salud, y demuestra que todo lo que sea desemejante a ella es nada.
