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Curación de un tumor

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 2 de enero de 2023


Una experiencia memorable hace dos décadas me enseñó a orar y demostrar curación. Me habían aparecido algunos tumores en el cuerpo, incluyendo uno en el brazo, y estaba muy alarmada. La practicista de la Ciencia Cristiana a la que llamé dijo que le daría mucho gusto orar conmigo, y me pidió que no me mirara el cuerpo, sino que me esforzara por expresar la naturaleza del Cristo en mi vida diaria. Acepté hacerlo.

Al poco tiempo, un artículo que reafirmaba la necesidad de hacer esto llegó por correo. Me lo había enviado la practicista e incluía la curación de un tumor. Un punto clave en el artículo fue que un practicista que oraba por la paciente le preguntó si había estado tratando de deshacerse de alguna cosa a través del tratamiento de la Ciencia Cristiana. La respuesta honesta de la paciente fue que, de hecho, había estado tratando de hacerlo durante meses. La practicista en el artículo señaló tiernamente que el propósito principal de la Ciencia Cristiana es, como ella dijo, “revelar la individualidad perfecta y omnipresente de Dios, y el ser perfecto del hombre, que Lo expresa”. Como resultado de escuchar esto, la mujer se dio cuenta de que rasgos como la voluntad propia, la justificación propia y el amor propio necesitaban ser disueltos por el Amor divino. En lugar de trabajar para cambiar una condición material, “leyó menos y aplicó más de lo que sabía de la verdad espiritual”, y el tumor se disolvió (véase Bessie May Teorey, “What is true demonstration?” Christian Science Sentinel, November 24, 1945).

Este artículo fue tan claro y específico que me dio el aliento y el valor para comenzar a expresar más al Cristo en mi propia vida diaria. Definitivamente, no fue fácil al principio. Había sentido una sensación de pesadez mental durante varios años. A veces, la vida parecía ardua e inútil. El mundo realmente aparentaba ser un enigma, y en verdad no quería ser parte de él. Y ahora, con esta aterradora evidencia física, parecía difícil no ser abrumado por los pensamientos y enfocarse en la individualidad material. Sin embargo, al haber aceptado poner en práctica esta nueva forma de orar, decidí cambiar mi forma de pensar y actuar.

A la mañana siguiente, de camino a la escuela primaria donde era maestra, me vino a la mente un pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. En la página 264 dice: “Tenemos que mirar hacia donde queremos caminar, y debemos actuar como poseyendo todo poder derivado de Aquel en quien tenemos nuestro ser”. ¡Necesitaba comenzar a actuar (vivir) como la hija alegre y agradecida de Dios! Sabía que no debía fingir ser amorosa, amable, paciente, mansa, etc., pero sí necesitaba reflejar el pensamiento y la acción correctos de todas las maneras que pudiera.

Comencé buscando el bien en todo y a estar agradecida por ello. Y aunque algunas mañanas me costaba mucho esfuerzo tratar de ser amorosa, paciente, amable y alegre, en pocas horas realmente comenzaba a sentir el amor, la paciencia, la bondad y la alegría que estaba tratando de expresar. Trabajé especialmente para no reaccionar ante las opiniones personales de las situaciones, las mías o las de los demás. Puse más situaciones en manos de Dios y en Su disposición de los hechos, y pasé más tiempo escuchando para comprender lo que Él sabía acerca de Su creación, y viendo lo que Dios estaba viendo. Llevé mi estudio diario de la Ciencia Cristiana un paso más allá al aplicar activamente a mi vida cotidiana las ideas sobre las que estaba leyendo.

Una o dos semanas más tarde, le informé a la practicista que uno de los tumores parecía estar disminuyendo de tamaño. Rápidamente me recordó que no necesitaba evaluar la materia para determinar si estaba sana. La página 222 de Ciencia y Salud, por ejemplo, dice: “Al buscar una cura para la dispepsia, no consultes en manera alguna la materia, …” En lugar de “consultar la materia”, mi trabajo era expresar las cualidades del Cristo mencionadas anteriormente.

Dejé de revisar mi cuerpo y creo que superé el temor por ese entonces. Trabajé con la practicista durante una semana más o menos, y luego me sentí lo suficientemente libre mentalmente como para continuar orando por mi cuenta. Recuerdo que me sentí mucho más feliz y con más propósito. Prácticamente no pensaba en el cuerpo porque expresar al Cristo era más importante para mí y se había convertido en mi enfoque.

Meses después, me sentí guiada a asistir a una reunión de testimonios del miércoles por la noche como solía hacer, a pesar de sentirme bastante infeliz. Las lecturas de esa noche tuvieron un efecto tan sanador en mí que, en la parte de los testimonios de la reunión, me sentí bien. Al pensar detenidamente y prepararme para expresar gratitud por esa curación, de repente me di cuenta de que varias otras dolencias físicas, incluidos los tumores, también habían sanado en algún momento durante los meses anteriores. Un ligero toque en el lugar donde estaban los tumores había confirmado que ya no existían. Además, no podía recordar la última vez que había tenido dolor de espalda o molestias al estar sentada o conduciendo. ¡Esto había sido un problema durante años! Y luego recordé que unas semanas antes había podido sentarme con las piernas cruzadas por primera vez desde que sufrí una lesión en la ingle en el bachillerato dos décadas antes. No había orado específicamente acerca de ninguno de esos otros problemas físicos; sin embargo, todos fueron sanados.

Así que fue en ese momento en que caí en la cuenta de que al expresar la naturaleza del Cristo tan sistemática y sinceramente durante esos meses anteriores, no pude evitar experimentar más del reino de Dios, la armonía de la existencia, en mi vida. Fue con absoluta alegría que me levanté para dar gracias por haber aprendido a comprender mejor la Ciencia del Cristianismo a través de la demostración de la naturaleza divina. 

Estoy muy agradecida por Cristo Jesús, quien demostró tan plenamente su identidad espiritual como el Cristo que siempre será conocido como nuestro Mostrador del camino. Y estoy agradecida, también, por nuestra amada Guía, Mary Baker Eddy, cuya abnegada disposición para compartir las leyes sanadoras de la Ciencia divina con el mundo ha traído consuelo y paz al corazón receptivo.

Becky Marks
Brownfield, Maine, EE.UU.

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