No me iba bien con el esquí acuático. Estaba en un campamento de verano para Científicos Cristianos, donde decidí probar esta actividad por primera vez. Ahora estaba cansada después de los numerosos intentos que habían terminado en fuertes golpes en la cara y en que mis esquís se atascaran bajo el agua. Pero realmente quería lograr hacerlo por lo menos una vez, así que decidí intentarlo nuevamente.
“¡Acelera!” Grité, haciéndole saber al conductor de la lancha que estaba lista para hacerlo.
Tan pronto como salieron las palabras de mi boca, la lancha aceleró a toda velocidad. Pero una vez más, no pude levantar mis esquís. Cuando traté de soltar la cuerda, algo quedó atrapado, y la lancha me arrastró con la mitad de mi pierna debajo del agua. La pierna sufrió un tirón bastante fuerte y sentí un dolor intenso.
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