Durante uno de los momentos más difíciles de mi vida, los ángeles de Dios estuvieron cerca, demostrando la verdad en las siguientes palabras del Himno 9 del Himnario de la Ciencia Cristiana:
Él conoce los ángeles que necesitas;
y te los envía,
para consolar, proteger y guiar.
(Violeta Hay, © CSBD, según versión en inglés)
En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy define a los ángeles en parte como “pensamientos de Dios que pasan al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas” (pág. 581). A veces, estos ángeles vienen a nosotros a través de personas que, habiendo recibido sus propios mensajes de Dios, son impulsadas a ayudarnos.
Menos de dos semanas antes de que cerráramos la venta de nuestra casa y nos mudáramos a otro estado, mi esposo de 45 años murió. Teníamos muchas ganas de mudarnos y comenzar un nuevo capítulo de nuestras vidas. Me volví a Dios en busca de fortaleza y consuelo. Cada día oraba por la guía de Dios y para sentir la presencia del Amor divino. Estaba aprendiendo que mi esposo estaba bajo el cuidado de Dios y que Él también me estaba cuidando a mí.
Una cita con la que oré es de Ciencia y Salud: “Levántate en la fortaleza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de esto, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente concedidos al hombre” (pág. 393). Sabía que Dios, el Espíritu, era mi fortaleza, y que podía “levantarme” para hacer lo que fuera necesario realizar cada día. Entonces, en esas dos semanas, pude lidiar con muchos detalles que vienen después del fallecimiento de alguien. Además, tenía que preparar la venta de la casa, empacar para la mudanza, cerrar la oficina de mi esposo, alquilar una camioneta, ayudar a mudar a una hija a otra ciudad y mucho, mucho más.
A diario, amigos y vecinos venían y me preguntaban si había algo que pudieran hacer para ayudar. Así que les di a cada uno de ellos una tarea, que cumplieron con mucho amor. Por ejemplo, uno de ellos llevó productos químicos domésticos para desecharlos adecuadamente; otro pasó unas horas empacando el garaje. Un amigo, que en realidad solo vino a despedirse, terminó clasificando libros en pilas mientras recordábamos otras épocas. Algunos vecinos sacaron cajas del ático y otros se llevaron el reciclaje. Te das una idea. Aunque dos de ellas vivían lejos, nuestras tres hijas también fueron de gran ayuda, al hacerse cargo de innumerables detalles y brindar un apoyo invaluable.
No pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta de que, como dice el himno, me “habían enviado” a todas estas queridas personas. No expresaban nada más que amor, bondad y buena disposición. ¿Y no es eso lo que hacen los ángeles? Su solicitud fue extremadamente reconfortante para mí. En Juan 13:34 Jesús nos enseñó a amarnos los unos a los otros; y ese amor viene de nuestro Padre-Madre Dios. Amigos, vecinos y familiares expresaron ese amor de Dios con mucha claridad.
Finalmente, puse a mi perro y a mi gato en el coche. Era hora de dejar la casa en la que mi esposo y yo habíamos vivido durante décadas. Pensé que alejarme por última vez sería agridulce en el mejor de los casos, pero me fui sintiendo solo amor. Mientras viajaba al nuevo estado, tuve mucho tiempo para estar agradecida a Dios por todo lo bueno y por todos los que me habían ayudado, y para encontrar esperanza para la travesía que tenía por delante.