Se podría decir que Cristo Jesús fue una especie de celebridad en su época. La gente acudía en masa a verlo. Algunos eran seguidores devotos. Otros lo buscaban por curiosidad. Cuando sanó a un hombre paralítico, había estado predicando a una gran cantidad de personas. Los amigos del enfermo lo bajaron hasta la habitación donde Jesús estaba a través del techo. Fue sanado rápidamente, y luego se levantó y se movió con libertad (véase Lucas 5:17-26). ¡Probablemente, algunos de los presentes gritaron de alegría!
¿Cómo se logró esa curación? Cristo Jesús, el Hijo de Dios, era de tal manera uno con Dios, el Padre, que debe de haber comprendido naturalmente que la enfermedad, en realidad, no tenía nada que ver con el hombre paralítico, ya que la Biblia nos dice que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. La Ciencia Cristiana enseña que realmente lo que tenía que ser sanado no eran los músculos, huesos o nervios. En cambio, lo que se necesitaba era revertir el falso razonamiento que pretendía socavar la flexibilidad, el movimiento y el funcionamiento normal.
¿Estaba tal curación reservada sólo para Jesús? En una declaración en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, enfatiza nuestra capacidad para sanar y ser sanados: “El más alto representante terrenal de Dios, hablando de la capacidad humana para reflejar el poder divino, dijo proféticamente a sus discípulos, hablando no sólo para su tiempo, sino para todos los tiempos: ‘El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también’...” (pág. 52).
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