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La medicina sanadora de la Mente divina

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 10 de julio de 2023


El alcance y la certeza del poder sanador de Dios están registrados en la Biblia, y abarcan varios miles de años de historia humana. Esta serie continua de curaciones incluye infertilidad, accidentes, enfermedades, ceguera, deformidad y muerte, por nombrar algunas. No se confiaba en ninguna medicina material o manipulación física, solo en la oración, y como resultado había una alineación con la armonía de Dios, la Mente divina. Estas curaciones son pruebas de que la medicina de la Mente restaura la salud, cuyo significado bíblico es plenitud o perfección. 

Cristo Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Él sabía que la salud y la perfección tienen su fuente directamente en Dios, que no se obtienen manipulando la materia o empleando remedios materiales. La salud expresa la ley de Dios, y Jesús sanó a las multitudes de todas sus enfermedades, y demostró que la salud es la condición innata del verdadero ser del hombre como la expresión perfecta de Dios. 

El método de curación de Cristo Jesús sigue siendo el más eficaz que el mundo haya conocido jamás. El registro de cualquier otro método de curación, independientemente de las mejoras, aún palidece en comparación con el registro del maestro sanador. Y la declaración de Jesús de que sus seguidores también harían las obras que él hizo, es una promesa explícita de que el poder sanador de Dios está siempre disponible para todos, porque la ley de Dios es universal y todos los hijos de Dios están gobernados por ella. Pero hoy en día, en un mundo donde comúnmente se cree que la materia es la base de toda vida, el uso de la medicina material se practica y promueve predominantemente como el único medio racional para mantener la salud; mientras que para muchos confiar en Dios para la curación parece imposible. 

Hay un claro contraste entre los dos modelos de curación. La práctica sanadora de Jesús era enteramente espiritual. Dijo que es el Espíritu, no la carne, lo que da vida (véase Juan 6:63), y vio a todos como hijos perfectos del Espíritu, Dios. Él enseñó que el reino de los cielos está cerca, que reina dentro de nosotros, y que Dios origina la salud y la vida eternamente. 

En consecuencia, Jesús describió al diablo, o mal —lo opuesto a la creación de Dios, incluyendo toda mortalidad, dolencias y sufrimiento— como “mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44). Comprendió que la discordia física no tenía origen en la Verdad, Dios, el creador de todo. Jesús demostró esto cuando, por ejemplo, ordenó a un hombre con una mano seca que la extendiera, e inmediatamente la mano sanó. 

Por lo tanto, la obra sanadora de Jesús no consistía en superar una dolencia física real. Más bien, era la actividad del Cristo, la Verdad ideal, que eliminaba la mentira para revelar lo que es verdad acerca del hijo espiritual y perfecto de Dios, gobernado por Su ley de salud y armonía. 

Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). El hijo de Dios es tanto la evidencia como el testigo de la Verdad, por lo tanto, está siempre consciente de la realidad tal como Dios la conoce. El conocimiento consciente de la Verdad divina neutraliza y destruye una mentira y así nos libera de sus aparentes efectos. En griego “hacer libre” puede significar “eximir (de... la responsabilidad mortal)” (Strong’s Exhaustive Concordance of the Bible). Todos los hijos de Dios están exentos de responsabilidades mortales. Este mensaje propio del Cristo es ciertamente la medicina de la Mente, Dios.

En contraste, el modelo de métodos materiales de curación se basa en la falsa premisa de que somos organismos materiales vulnerables, gobernados por una inteligencia, leyes y fuerzas materiales preprogramadas. Este modelo afirma que la materia es curativa. Que el uso de medios materiales, entre ellos drogas, higiene y cirugía, es lo adecuado para mejorar la salud, de conformidad con lo que parecen ser leyes materiales, las mismas leyes que según se dice causan enfermedades. 

Pero incluso dentro de este paradigma médico, muchos estudios científicos han demostrado que el estado mental del paciente y la fe en estos remedios materiales juegan un papel importante en su aparente éxito. Antes de descubrir la Ciencia Cristiana en 1866, Mary Baker Eddy se enteró de que un paciente que estaba tratando homeopáticamente de hidropesía se recuperó al tomar comprimidos no medicados. Esto le demostró que cualquier efecto beneficioso de la medicina material no provenía de la materia, sino que eran totalmente el resultado del consentimiento mental. Eddy escribió más tarde: “Por medio del mandato de la mente o de acuerdo con la creencia del hombre, una droga puede ayudarlo o matarlo; pero es la mente, no la materia, la que produce el resultado en uno y otro caso” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 302).

La investigación adicional de Eddy sacó a relucir un importante factor distintivo: que la recuperación se basó en la creencia de que la mente humana era sanadora y no en la Mente divina, Dios, cuyos efectos sobre la salud son permanentes. En cuanto a la superioridad de la Mente divina, ella escribe: “No es posible que la Mente infinita creara un remedio fuera de sí misma, pero la mente humana que yerra, que es finita, tiene una necesidad absoluta de algo más allá de sí misma para su redención y curación” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 151).

Después de una caída que el médico diagnosticó como fatal, Eddy se volvió a Dios, la Mente, como su medicina; pidió su Biblia, y mientras leía un relato de una de las curaciones de Jesús, fue sanada. 

Al percibir que el Espíritu divino, Dios, era el poder que la había sanado, emprendió por tres años un estudio exclusivo de la Biblia para descubrir la Ciencia de la curación. Ella escribió sobre este período: “Los milagros relatados en la Biblia, que antes me habían parecido sobrenaturales, vinieron a ser divinamente naturales y comprensibles; aunque intérpretes no inspirados declaran en su ignorancia que las curaciones de Cristo son milagrosas, en lugar de ver en ellas el funcionamiento de la ley divina” (Retrospección e Introspección, pág. 26). 

Ella descubrió que su curación se basaba en la misma ley espiritual en la que se arraigaba la práctica de Cristo Jesús, descrita en el Antiguo y Nuevo Testamento como ya escrita en el corazón y la mente de todos (véase Jeremías 31:33 y Hebreos 8:10). Ella llamó a su descubrimiento Ciencia Cristiana. Esta ley divina de la Mente es universal, aquí, ahora y siempre, y así todos pueden demostrar el Principio divino sobre el cual se basaron las curaciones de Jesús.

La Ciencia Cristiana descansa en la Mente todopoderosa como la medicina curativa, en lugar de basarse en drogas o cualquier forma de materia. Eddy señala: “Buscar o emplear otros medios que no sean los que empleó el Maestro para demostrar científicamente la Vida, es perder el inapreciable conocimiento de su Principio y práctica” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 270).

Como hijos de Dios, qué maravilloso es abrazar nuestra herencia divina de salud perfecta como evidencia de la actividad de la ley divina de la Mente en operación, que nos mantiene siempre bien y sanos. Pude comprobar esto por mí misma cuando, un día, descubrí que apenas podía respirar. La respiración parecía como una cuerda que se ajustaba progresivamente alrededor de mi pecho. Al orar sobre esto, supe que no era un trastorno físico, sino una sugestión mental —en realidad, una mentira— que decía que yo era física en lugar de espiritual, y estaba gobernada por una supuesta inteligencia material en lugar de por la ley de la Mente divina. 

Eddy escribe: “La medicina del Científico Cristiano es la Mente, la Verdad divina que hace libre al hombre” (Ciencia y Salud, pág. 453). Razoné que la verdad que me libera es que vivo, me muevo y tengo mi ser en Dios (véase Hechos 17:28). Me di cuenta de que yo existía solo dentro de la ley de Dios, la Mente, así como un número existe dentro de las leyes de las matemáticas. Si escribiera un número siete en un papel y luego lo rompiera, no alteraría la cantidad, la calidad o la existencia del número de ninguna manera, porque existe dentro de las leyes de las matemáticas y es gobernado únicamente por estas leyes. Sabía que, puesto que tengo mi ser en la Mente divina e ilimitable, solo la ley de la Mente gobierna todo mi ser. 

Entonces, razoné claramente, que ninguna llamada ley material o médica podía tocar mi ser. Estoy siempre segura y saludable porque estoy gobernada por la ley divina y universal. Conocer esta verdad de mi existencia me liberó de la creencia en la mentira de que estaba separada de la ley de salud y perfección de Dios, y fui sanada de inmediato y por completo.  

No hay otra fuente de salud, plenitud o perfección, sino nuestra fuente divina, nuestro amoroso Padre-Madre Dios. Es debido a la relación que tenemos con el Amor como sus preciosos hijos que podemos esperar que se nos cuide amorosamente. La salud es evidencia del amor eterno de Dios, la Mente divina. Nada puede separarnos de la única Mente divina y de la consciencia del cuidado eterno que la Mente, el Amor, nos brinda a todos. Esta es la medicina sanadora de la Mente.

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