Era la mañana después de Navidad, el Boxing Day. Había estudiado la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, cuyo tema era “Dios”. Toda la Lección sacó a relucir la naturaleza completamente buena de Dios, que es Espíritu. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy también describe a Dios como “omnipotencia”, “omnipresencia”, “omnisciencia” y “omni-acción” (véase pág. 587).
Una de las citas de la Lección Bíblica era de Romanos, donde Pablo dice: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38, 39). Pensé que Pablo decía que nada puede separarnos de la bondad de la naturaleza de Dios.
Y luego leí esto en la página 518 de Ciencia y Salud: “El Amor da a la menor idea espiritual poder, inmortalidad y bondad, que brillan a través de todo como la flor brilla a través del capullo. Todas las variadas expresiones de Dios reflejan salud, santidad, inmortalidad, la Vida, la Verdad y el Amor infinitos”. Pasé algún tiempo pensando más en el poder de “la menor” idea espiritual de la creación de Dios.
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