Comencé a estudiar la Ciencia Cristiana en un momento de mi vida en que necesitaba respuestas. Acababa de graduarme de la facultad de derecho y acepté un trabajo para una agencia del gobierno de los Estados Unidos, y me sentía poco preparada e intimidada por el trabajo. Aunque comencé a experimentar curaciones rápidas en la Ciencia Cristiana, había algo que realmente me confundía. Se relacionaba con el aparente conflicto entre lo que se me pedía que hiciera profesionalmente y lo que estaba aprendiendo sobre la naturaleza espiritual y totalmente buena de Dios.
Mi trabajo consistía en manejar casos contra proveedores de atención a la salud, entre ellos casos de abuso y negligencia de pacientes, así como casos de fraude y mal manejo de fondos gubernamentales en el contexto de la atención a la salud. Esto significaba que pasaba mucho tiempo revisando los registros médicos de los pacientes y argumentando en la corte que las personas habían sido perjudicadas. Estaba aprendiendo que confiar solo en la oración y la aplicación de las enseñanzas de Jesús podía sanar por completo todo tipo de problemas, incluidas las necesidades de salud. Entonces, como nueva estudiante de la Ciencia Cristiana, me preocupaba que estas ideas estuvieran en conflicto con los principios médicos que debía aplicar en mi vida profesional.
Mi reacción inicial a este problema fue huir. Comencé a solicitar puestos en otras áreas de la práctica legal, pero fue en vano. Mientras tomaba un curso de dos semanas sobre la curación en la Ciencia Cristiana, compartí este dilema con mi maestra. Ella sugirió que hiciera mi trabajo lo mejor que pudiera y con compasión, y confiara en que Dios, el Amor divino, proporcionaría las respuestas necesarias. ¡Esta fue una llamada de atención para comenzar a orar!
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