Un día, el verano pasado, estaba sentada a mi escritorio y sentí una punzada en la espalda. A la mañana siguiente, apenas podía caminar sin tener un dolor intenso. Mi hija vino a ayudarme a preparar las comidas y lavar la ropa, por lo cual le agradecí.
Le envié un correo electrónico a una practicista de la Ciencia Cristiana y le pedí tratamiento metafísico. Temprano esa noche, recibí un mensaje de texto de ella asegurándome que no podía estar fuera de la armonía de la Mente divina, Dios, porque en realidad soy una idea espiritual en la Mente. Me fui a dormir sintiéndome cerca de Dios, y en medio de la noche, me levanté casi sin dolor y pude caminar libremente.
No obstante, al día siguiente, no podía poner un pie delante del otro, sino solo caminar de lado. Me comuniqué nuevamente con la practicista. Ella aceptó orar por mí y percibió que yo necesitaba comprender mejor cómo se produce la curación. Con mucho amor pero con firmeza me alentó a buscar esa comprensión, y a la mañana siguiente decidí pasar el día en oración y estudio.
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