Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Mary Baker Eddy y el liderazgo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 9 de octubre de 2023


A principios del siglo XX, Mary Baker Eddy era una de las mujeres más reconocidas en los Estados Unidos. Su descubrimiento de la Ciencia Cristiana poco más de treinta años antes no solo la había llevado a escribir Ciencia y Salud, sino que también dio lugar a miles de casos de curación cristiana en la época moderna; la organización de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, junto con cientos de iglesias filiales; y una compañía editora que produce una variedad de publicaciones. Estos apuntalaron un movimiento a través de los Estados Unidos y estaba ganando interés en el extranjero.

Sin embargo, su trabajo como Guía del movimiento de la Ciencia Cristiana no había terminado. Aunque ya había logrado tanto digno de admiración, fue precisamente en esta coyuntura que hizo algo inusual. En dos discursos separados a los miembros de la iglesia, estableció un modelo de liderazgo que reformó y elevó los enfoques tradicionales. “Seguid a vuestra Guía sólo en tanto que ella siga a Cristo”, dijo en su Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1901 (pág. 34). Un año más tarde escribió: “Otra vez lo digo: Seguid a vuestra Guía, sólo en tanto que ella siga a Cristo”, (Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1902, pág. 4).

Se podría decir que había cierto pragmatismo en la insistencia de la Sra. Eddy de que la vieran como la Guía del movimiento que ella dio a luz, no solo en su época, sino más allá. Su trabajo había enfrentado considerable plagio y apropiación. Refiriéndose a Ciencia y Salud, dijo: “Otras obras, que han copiado de este libro sin darle el reconocimiento debido, han adulterado la Ciencia” (pág. 457). Ella consideraba su libro de texto como “la voz de la Verdad para esta época”, que contenía “la declaración completa de la Ciencia Cristiana” (pág. 456), basada como estaba en su notablemente exitoso trabajo de curación a través de las décadas, y su singular deseo de emular a Cristo en todos sus caminos. 

Ella no rehuyó afirmar que su revelación por sí sola iluminaba tanto el verdadero cristianismo como la Ciencia de las enseñanzas y prácticas de Jesús, y que era indispensable para obtener una verdadera visión de Dios y Su creación, especialmente para la curación. Ella escribió: “La Ciencia Cristiana sí honra a Dios como ninguna otra teoría Lo honra, y hace esto de la manera designada por Él, haciendo muchas obras maravillosas por medio del nombre y la naturaleza divinos” (Ciencia y Salud, pág. 483).

Ciertamente, una teoría práctica de Dios, una nueva forma de pensar, una revelación, fue necesaria en 1866 cuando este descubrimiento de la Ciencia Cristiana brilló por primera vez en el horizonte. El cristianismo genuino, tal como lo enseñó y ejemplificó el maestro cristiano, Jesús, había sido eclipsado por teologías bien intencionadas de siglos de antigüedad que en última instancia habían sido construidas más sobre la erudición y el entrenamiento religioso que sobre la vida y las obras propias del Cristo. La curación espiritual de la enfermedad y el pecado, de hecho, se había perdido.

De modo que, cuando la Sra. Eddy recurrió a las enseñanzas de Jesús después de lo que parecía ser una lesión potencialmente mortal y encontró no solo consuelo espiritual sino curación física, su misión —y la necesidad de compartir su descubrimiento con un mundo que necesitaba redención— se hizo profundamente más nítida. En sus propias palabras, “Yo sabía que el Principio de toda acción-Mente armoniosa es Dios, y que las curaciones cristianas primitivas eran producidas mediante una fe santa y enaltecedora; pero tenía que conocer la Ciencia de esta curación, y llegué a conclusiones absolutas mediante la revelación divina, la razón y la demostración” (Ciencia y Salud, pág. 109).

Había encontrado la estrella polar que buscaba: el cristianismo de Cristo. La Sra. Eddy sabía que era la única manera de seguir plenamente a Jesús. Y cuando la encontró, tuvo todo lo que podía hacer para escribir la revelación a medida que se vertía en su expectante pensamiento. Finalmente, al escribir Ciencia y Salud, ella articuló y elucidó estas “conclusiones absolutas” en un lenguaje que era a la vez espiritualmente científico y cristianamente compasivo, que fue más allá de su vida y su época, guiando el pensamiento humano hacia su Salvador, la Verdad y el Amor divinos.

Jesús forjó el camino, pero fue esta Ciencia del Cristo —que le vino como una revelación a la Sra. Eddy— la que daría a generaciones de lectores la capacidad de seguir ese camino fuera de la creencia de vida en la materia y el materialismo hacia una vida siempre nueva y en constante expansión en y del Espíritu. Y dondequiera que miraran los lectores, en todos los ámbitos del esfuerzo humano —incluyendo la ciencia, la teología y la medicina— la Ciencia divina estaría adelantándose incluso a los descubrimientos más vanguardistas, gesticulando hacia este nuevo-viejo paradigma del reino de Dios realmente venido a la tierra, como Jesús anunció repetidamente. Él había llamado a esta revelación “el Consolador” y explicó a sus seguidores para siempre que cuando venga este “Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará” (Juan 16:13, 14).

Todas estas observaciones de la carrera de la Sra. Eddy podrían sugerir una autora y pionera religiosa que simplemente quería que le dieran crédito donde se debía. Pero como parte de la constelación más grande de sus enseñanzas y escritos, ponen de relieve una imagen revolucionaria de liderazgo. Mary Baker Eddy no se propuso ser una líder, sino una seguidora de Cristo. Al hacerlo, finalmente vio su lugar como Guía, pero dejó en claro que había sido “[impulsada] por un poder impersonal” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 148) al exponer la Ciencia del Cristianismo y su organización de la iglesia. Y así, los adherentes de su descubrimiento, al seguirla, no se estarían adhiriendo a una personalidad humana, sino a la misma Verdad divina que ella se esforzaba continuamente por comprender y demostrar. Aun así, como ella afirmaba, el descubrimiento y la Descubridora no podían separarse: “La Ciencia Cristiana es mi único ideal; y el individuo y su ideal nunca pueden ser separados. Si alguno de los dos es mal entendido o calumniado, eclipsa al otro con la sombra proyectada por este error” (Escritos Misceláneos, pág. 105).

Aquellos que siguen esta Ciencia también deben obtener un justo aprecio de su Fundadora y reconocer que Mary Baker Eddy, para siempre, es el canal a través del cual esta, la “más grande y más santa de todas las causas” (Escritos Misceláneos, pág. 177), surgió en la escena humana. Nadie más ha eclipsado antes o desde entonces su registro de curación o su comprensión de esta Ciencia, excepto el Mostrador del camino. Seguir su ejemplo, es comprender más plenamente el camino que Cristo abrió, capacitando a aquellos que buscan la Verdad para caminar más constantemente en los pasos de Jesús y convertirse en un medio de curación y redención para los demás.

Este delicado equilibrio de incansable seguidora cristiana (incluido el hecho de demostrar el poder sanador de la Verdad divina) y humilde Guía espiritual encontró su expresión final en una declaración pública que apareció cerca del final de su vida, mostrando tanto su tierno deseo por la salvación de la raza humana como señalando su propio e indispensable lugar en el plan de Dios. Ella escribió: “¿Cuándo despertará la humanidad al conocimiento de que ahora mismo es poseedora de todo el bien, y cuándo alabará y amará el lugar donde Dios mora más visiblemente en Su reflejo de amor y de liderazgo?” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 356).

A medida que explores esta revista en los próximos meses, sería conveniente que estuvieras atento a esta serie que profundiza la forma en que el descubrimiento de Mary Baker Eddy impacta y guía el pensamiento en ámbitos que van desde el progreso científico hasta las artes, la paternidad y la curación. Y escucharás de Científicos Cristianos actuales que trabajan en estos campos acerca de cómo los escritos de la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana continúan guiándolos hacia puntos de vista inspiradores y transformadores acerca de Dios, la identidad y la naturaleza del universo. 

¿Y es de extrañar? Décadas después de su descubrimiento, la Guía del movimiento de la Ciencia Cristiana habló humilde y francamente cuando explicó que incluso ella todavía estaba aprendiendo del mismo libro que había escrito como una “escriba bajo órdenes” (Escritos Misceláneos, pág. 311). Incluso como su reveladora, la Sra. Eddy, también, fue guiada por esta Ciencia. ¿Cómo podríamos nosotros mismos desear una guía más eficaz?

Ethel A. Baker
Redactora en Jefe

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.