Había estado parada en un semáforo en rojo, cuando una camioneta no logró girar hacia el carril junto a mí, golpeó mi auto de frente y lo envió más de tres metros hacia atrás.
“No llores”, me dije a mí misma al salir del auto para examinar el daño. “Mantén la calma”.
No estaba herida, pero sí enojada con el conductor y preocupada por el mal estado en que estaba mi auto.
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