En el último capítulo de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, que consiste en cartas de personas sanadas tan solo con la lectura del libro, hay una carta de una mujer sobre su “demostración de parto sin dolor”. Ella dijo que lo escribió para tal vez “ayudar a alguna hermana que esté buscando una demostración de esta clase” (pág. 611). Es con este espíritu que deseo compartir mi experiencia.
Había tenido dos partos antes de convertirme en estudiante de la Ciencia Cristiana. Dar la bienvenida a cada uno de esos bebés fue una experiencia encantadora, pero con mi tercer hijo, la paz que me brindó la confianza en la Ciencia Cristiana fue palpable y digna de mención.
Durante el embarazo, tuve el apoyo en oración de un practicista de la Ciencia Cristiana, que también era mi maestro de la Ciencia Cristiana. Esto fue un tremendo consuelo para mi esposo y para mí. El médico que estaba viendo en preparación para el parto había asistido a partos de otras mujeres que se apoyaban en la Ciencia Cristiana, por lo que mi decisión de confiar en la Ciencia durante todo el embarazo no era ajena a él. Esto hizo que la experiencia fuera muy positiva para todos.
Tengo un tipo de sangre que entraña ciertas preocupaciones médicas cuando se trata del parto. Es por esto que estaba inmensamente agradecida por el médico que teníamos. Estuvo de acuerdo desde el principio en que podríamos abordar cualquier situación que surgiera tal como apareciera, en lugar de tomar las vacunas prescritas o sondear los problemas innecesariamente. Para mi esposo y para mí, esto se basaba en la firme comprensión de que las “artes profiláctica y terapéutica (es decir, la preventiva y la curativa) pertenecen categóricamente a la Ciencia Cristiana...” (Ciencia y Salud, pág. 369). El médico en realidad prefirió nuestro enfoque.
He aprendido en la Ciencia Cristiana que somos espirituales, no materiales, creados, como se indica en el primer capítulo del Génesis, a imagen y semejanza de Dios, el Espíritu. Entonces, puesto que realmente vivimos en el Espíritu, el dolor en la materia no tiene fundamento. Como resultado de comprender esto, no temía ningún dolor mientras anticipaba el nacimiento. A través de toda la experiencia del parto canté un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana que comienza: “Andando voy con el Amor / y es día santo el día de hoy” (Minny M. H. Ayers, N° 139). No hubo dolor alguno, ya que supe en todo momento que “El Señor es mi roca, mi baluarte y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio” (Salmos 18:2, LBLA).
Sabía que todos los presentes estaban allí para dar testimonio del desenvolvimiento de la idea perfecta de Dios. Y Ciencia y Salud afirma junto al título marginal “Obstetricia científica”: “Aunque acumule nuevas energías, esta idea no puede causar daño a su útil recinto en el trabajo de parto del nacimiento espiritual. Una idea espiritual no tiene un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que es nocivo” (pág. 463). Esta última frase fue particularmente útil al abordar la revisión que el médico efectuaría después del parto para asegurarse de que no hubiera quedado nada en mí que no debía estar allí.
Nuestro hijo llegó al hospital alrededor del mediodía del sábado, y cuando mi salud y la del bebé tuvieron el visto bueno, el médico nos dio de alta de inmediato. En casa, presentamos al bebé a sus hermanos mayores, y todos dormimos tranquilamente toda la noche. Esto ocurrió hace casi treinta años, y todavía me siento muy bendecida, a través del trabajo de la Sra. Eddy, de tener las enseñanzas de Cristo Jesús establecidas para que todos nosotros aprendamos y practiquemos en la vida diaria. Mi gratitud es inconmensurable.
Suzanne Brown
Oakville, Ontario, Canadá
