Para muchas personas hoy en día, recurrir a Dios para sanar sus problemas, incluso la enfermedad, podría ser una idea nueva. Aquellos que han sido testigos del poder sanador de Dios en el pasado es posible que estén orando por un problema sin ver ninguna mejoría. En ambos casos, puede surgir la pregunta: “¿Puede Dios sanar esto?”.
Ya sea que estemos tratando de sanar mediante la oración por primera vez o enfrentando una situación que no cede como otros problemas anteriores —especialmente si los síntomas parecen agresivos— ciertamente es alentador recordar que Cristo Jesús sanó “toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 4:23), y también lo hicieron sus discípulos. Pero ¿cómo nos ayuda esto con lo que parece ser una necesidad muy real, incluso urgente, que estamos experimentando ahora?
Cuando me he sentido de esta manera, un hecho que siempre ha superado el temor, calmado una sensación de pánico y elevado mi pensamiento es que la curación mediante el Cristo se basa en una Ciencia en la que puedo confiar totalmente. Una experiencia que tuve hace años ilustra esto. Mi hijo enfermó en medio de la noche con un malestar estomacal virulento. Yo tenía miedo, y aunque oraba, mis oraciones eran atravesadas como una hebra por la pregunta “¿Puede Dios sanar esto?”.
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