Cuando se acercaba la época de los exámenes universitarios, comencé a sentirme agobiado. Ya no podía revisar mis notas de clase, me dolía mucho la cabeza y necesitaba acostarme para sentirme cómodo.
Cuando la situación empeoró, me di cuenta de que necesitaba hacer frente a la situación. Como estudiante de la Ciencia Cristiana, naturalmente me volví a Dios en oración, y la basé en “la declaración científica del ser” que se encuentra en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Sabía que esta declaración contiene verdades infalibles e irreversibles acerca de mi verdadera identidad como hijo de Dios. La primera línea dice así: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia” (pág. 468).
Puesto que la materia no tiene inteligencia, no puede actuar o reaccionar por sí misma, y nunca puede tocar el ser real de nadie. Dios es Todo, y lo que Él manifiesta —en otras palabras, cualidades como bondad, paz, fortaleza, energía— se expresa continuamente en cada uno de nosotros. El hombre, la idea de Dios, nunca puede estar cansado o agobiado, porque las energías divinas se renuevan cada día. Son nuestras en todo momento. Jamás estamos separados de nuestra identidad espiritual.
En cuanto a la sugestión de tener un cerebro que está sobrecargado con mucha información y ya no puede funcionar normalmente, la refuté con vehemencia. Nuestro ser real no está compuesto de órganos físicos, sino de cualidades espirituales que son siempre activas, vigorosas, perdurables e incansables. Nuestra actividad es sostenida por Dios, y sabía que prepararme para el examen no se trataba de una habilidad personal para leer o recordar material, sino de expresar a Dios. Por lo tanto, todo solo podía ser bueno. Y debido a que estas verdades llevan el poder del Cristo, nada puede subvertirlas.
Continué orando de esta manera, y la ley de Dios que todo lo ajusta no tardó en dar resultado. Los síntomas se aliviaron, y pronto en nuestro país se decidió que las escuelas y universidades debían estar cerradas durante tres semanas. Esto me dio tiempo para orar más y prepararme para mis exámenes, que salieron bien.
Por esta demostración, y por todas las bendiciones que he recibido al poner en práctica las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, estoy agradecido a Dios.
Emmanuel Tekila
Kinshasa, República Democrática del Congo