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Para jóvenes

Se llevaron mi teléfono, pero yo oré

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 9 de enero de 2023


Un día, después de la escuela, fui a la biblioteca para prepararme para un examen que teníamos al día siguiente. Lo que no me di cuenta fue que había algún tipo de toque de queda en nuestro vecindario. 

Me quedé en la biblioteca hasta que cerró a las 8:30 de la noche. Cuando comencé a caminar a casa, noté que había muy poca gente en la calle. Todo estaba en silencio. 

Pronto, tres policías se me acercaron. Me detuvieron y me pidieron mi tarjeta de identificación, la cual no tenía conmigo. Les dije que era estudiante y venía de la biblioteca. Era obvio que los oficiales estaban ebrios. 

Desafortunadamente, en mi ciudad, no es raro ver a oficiales de policía ebrios mientras están de servicio. Y muy a menudo, en una situación como en la que me encontré, los oficiales tienden a obtener por la fuerza todo lo que la persona tiene antes de dejarla ir. En este punto, me preocupé por el teléfono que tenía conmigo, porque pensé que podrían tratar de llevárselo. 

Comencé a orar como había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Mi oración era para ver a estos oficiales como realmente son —verlos a través de los ojos de Dios— sin importar cómo estuvieran actuando. Traté de escuchar a Dios en lugar de concentrarme en el comportamiento perturbador de ellos.

Mientras continuaba el interrogatorio, los oficiales dejaron en claro que estaban buscando traficantes de drogas. Yo no lo era, así que mantuve la calma. Me registraron y me pidieron que me quitara los zapatos. Me sacaron todo, incluido mi teléfono. 

En ese momento, me vino a la mente la última línea de “la declaración científica del ser” de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual” (pág. 468). Había estado orando para ver a estos hombres como Dios los creó en lugar de como son definidos por sus acciones, y este pasaje era exactamente la idea que necesitaba. Supe de inmediato que estos oficiales, por ser espirituales, no podían hacer nada que no fuera lo que Dios, el Espíritu, les estaba haciendo hacer. Vi que cada uno de ellos expresaba solo al Dios infinito, el bien.

De repente, uno de los oficiales le dijo al que sostenía mi teléfono que me lo devolviera. Luego me pidió que recogiera mis cosas y comenzara a correr. Cuando quedó claro que no me estaban siguiendo, toda la situación se convirtió en una actividad divertida: una carrera descalzo desde ese lugar hasta nuestra casa, a pocas cuadras de distancia. Más tarde, cuando les conté a mis amigos lo que había sucedido, todos quedaron muy sorprendidos de que los oficiales me hubieran devuelto mi teléfono.

Esta experiencia me enseñó que la oración puede cambiar el resultado de una situación aterradora cuando vemos a los demás como Dios los creó: espirituales y completamente buenos. 

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