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Ser un testigo fiel de Dios

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 26 de junio de 2023


A lo largo del tiempo, los testigos fieles de Dios han sido esenciales para el bienestar tanto de las personas como de la sociedad en general. ¿Por qué? Porque un testigo fiel es aquel que es firme en dar evidencia o prueba de que algo es verdadero. Cuando algo falso se presenta como verdadero, causando perturbación o discordia, un testigo fiel hace brillar la luz de la Verdad, Dios, que trae claridad y armonía a la situación.

En el libro de Isaías en la Biblia, Dios les dice a los israelitas que son testigos del hecho de que hay un solo Dios, un Salvador y nadie más (véase 43:10, 11). En el Sermón del Monte, Jesús dice que todos sus seguidores son una luz para el mundo, alumbran para que otros puedan ver sus buenas obras y glorifiquen a Dios (véase Mateo 5:14-16). Y en el libro de los Hechos se registra que Jesús instruye a sus apóstoles para que sean sus testigos hasta los confines de la tierra (véase 1:8). Un testigo fiel es una expresión de la verdadera naturaleza y gobierno de Dios, dando prueba de que el Omnipotente es la fuente de todo el bien.

El apóstol Pablo es un gran ejemplo de ser un testigo fiel. A pesar de todas las dificultades que experimentó al difundir el mensaje de salvación de Cristo Jesús, no obstante, pudo escribir: “Y estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios” (Romanos 8:38, NTV). Debe de haber sido capaz de hacer tal declaración debido a su certeza de que el amor y el cuidado de Dios están siempre presentes y son omnipotentes. 

Un testigo fiel es firme en su comprensión de la verdadera naturaleza de Dios y profundamente consciente de la totalidad y omnipresencia del poder del Omnipotente, incluso frente a las dificultades. Debemos estar convencidos, como Pablo, de que nada puede separarnos del cuidado amoroso de Dios. No podemos esperar abrir la puerta del pensamiento para que se llene con el poder de Dios —el Espíritu divino y el Amor— si damos cierta importancia a la falta de armonía en el pensamiento. En efecto, esto atribuiría poder al problema en lugar de a Dios y obstaculizaría la receptividad a la luz de la Verdad, el testimonio del Espíritu y del Amor.

Cuando hacemos fielmente nuestra parte como testigos, podemos esperar curación, porque el poder es de Dios, no de nosotros. El testimonio del Espíritu llega a la consciencia humana y la ilumina a través del Cristo, que Jesús expresó tan plenamente. Esta es la influencia divina de la Verdad, que está siempre presente para traer salvación —liberación, recuperación, purificación y libertad— a la humanidad. Cuando el pensamiento es iluminado espiritualmente, refleja la luz de la Verdad, y el problema pierde la apariencia de realidad y desaparece.

Experimenté esta iluminación espiritual y tuve la oportunidad de ser un testigo fiel en un momento en que formé parte del equipo de apoyo de mi hija mayor para su primer maratón de ultrafondo de 101 kilómetros. Además de permitirme brindar asistencia general, esperar en cada punto de control me impulsó a reconocer en oración que nuestra verdadera fuente de fuerza y resistencia es Dios. Cuando mi hija estaba a punto de terminar, de repente me di cuenta de que nosotros —su equipo de apoyo de dos miembros— no teníamos comida, y se estaba haciendo tarde para comprar algo. Encontré una tienda cercana, pero desafortunadamente, la comida no estaría lista sino hasta muy cerca del momento en que estimaba que mi hija completaría la carrera. ¡Ciertamente quería estar en la zona de meta después de apoyarla durante las últimas 14 horas! Oré muy simplemente, afirmando que todos estaríamos en nuestro lugar correcto en el momento adecuado porque Dios es Amor. Me liberé de cualquier estrés respecto al tiempo.

Mientras esperaba tranquilamente, una mujer y un niño entraron a buscar su pedido. A los pocos minutos, escuché el grito angustiado del niño, cuyo brazo ahora estaba atrapado en una máquina recreativa de la tienda de comidas. Había puesto su brazo en la abertura de donde salen los juguetes.

Un empleado de la tienda intentó ayudarlo por un tiempo, pero no logró sacar el brazo del niño. Otro trató, pero también sin éxito. Al principio, me cautivó la problemática escena y atribuí poder al problema. Pero luego volví todo mi pensamiento a Dios, afirmando que la armonía es el gobierno de Dios porque el Amor divino siempre tiene el control. Sabía que había una respuesta y me sentí en paz. Entonces fui impulsada a actuar. Levanté la silla que tenía al lado y le dije al niño que se sentara. Luego, la mujer que estaba con él le dijo que hiciera un puño y torciera su brazo. Comenzó a llorar, diciendo que no podía hacerlo. Le dije suavemente: “Sí, puedes”. Luego siguió atentamente las instrucciones de la mujer, y el brazo salió. Sin estrés, sin tensión, sin lesiones; simplemente se deslizó. La mujer le frotó suavemente el brazo; luego recogieron su comida, y se fueron. 

Agradecí silenciosamente a Dios por la luz universal de la Verdad que inspiró a la mujer a instruir al niño, al niño a ser obediente y a mí a hacer mi parte siendo testigo de la ley de armonía de Dios. Recogí mi pedido y llegué a la zona de meta justo cuando mi hija entraba en los últimos cuatrocientos metros de la carrera.

Mary Baker Eddy, autora del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escribe: “Si el Espíritu o el poder del Amor divino dan testimonio de la verdad, este es el ultimátum, el modo científico, y la curación es instantánea” (pág. 411). Para experimentar este poder santo, debemos estar imbuidos del testimonio de la verdad del Espíritu.

Dios, que es Espíritu, la única causa y creador, es la sustancia de toda vida. Es armonioso y “la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!” (Gálatas 5:22, 23, NTV). El Espíritu niega el testimonio material, cuya evidencia es destruida. El Amor divino sólo da el bien; no daña ni causa que nada desagradable esté presente. Cuando somos conscientes de la presencia y el cuidado del Amor, el temor es expulsado; no tiene lugar en el pensamiento y, por lo tanto, no tiene efecto.

Un testigo fiel debe calmar el pensamiento humano y sus percepciones y tomar conciencia del mensaje del Espíritu divino de lo que es verdadero. Para ser una luz para el mundo —dando prueba del gobierno armonioso y universal de Dios— nuestra convicción debe descansar totalmente en Dios como Todo-en-todo. Esto es lo que Jesús esperaba de sus seguidores y es algo muy necesario en el mundo de hoy.

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