Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Un enfoque elegante y de vanguardia para la salud

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 24 de julio de 2023


Muchas personas ahora usan dispositivos inteligentes para controlar su ritmo cardíaco y respiratorio, temperatura y sueño. Pero ¿hay una mejor forma de cuidar nuestra salud?

La Biblia ofrece un enfoque de la vida que incluye tener menos conciencia del cuerpo pero no menos cuidado por nuestro bienestar, incluido el cuerpo. El Nuevo Testamento muestra que es la voluntad de Dios que tengamos dominio sobre el cuerpo; y ejercemos este dominio al apartarnos del cuerpo y volvernos a Dios, el Amor infinito, y al encontrar que nuestra identidad es una expresión espiritual única de este Amor y sus cualidades, tales como alegría, sabiduría y bondad. El concepto de que somos algo más allá de un cuerpo físico puede parecer abstracto, pero cientos de miles de personas han experimentado salud y vitalidad constantes al comprenderse a sí mismas de esta manera.

Mientras que muchos individuos esperan que exhibir ciertos indicadores que se consideran normales pueda asegurarles que están sanos, se puede encontrar una esperanza más elevada en el Nuevo Testamento: “Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5). Este punto de partida de Dios como luz y armonía infinitas, combinado con la descripción bíblica de que somos creados a imagen y semejanza de Dios, significa que la salud es tan integral para nosotros como las rayas lo son para un tigre. Por lo tanto, con alivio y alegría —no con miedo y estrés— hallamos que podemos estar sanos al reconocer nuestra naturaleza espiritual y la ley divina de la armonía que nos mantiene saludables. Este cambio mental no ignora los problemas de salud, sino que nos lleva naturalmente hacia un modelo de bienestar que se basa en la roca, el Cristo —la verdadera idea de Dios— en la naturaleza eterna e inmutable de Dios como el Principio infinito y gobernante, el Amor, y en nuestra naturaleza como la imagen espiritual de Dios.

Jesús, perfectamente obediente a este Principio, ayudó a quienes lo escuchaban a hacer este cambio mental. Les enseñó a no preocuparse por el cuerpo, sino a buscar primero el gobierno justo de Dios. Dijo que de esta manera veríamos satisfechas nuestras necesidades. Pablo, un seguidor de Jesús, escribió que “más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Corintios 5:8). Tanto Jesús como Pablo estaban físicamente presentes para ayudar a otros, pero nunca parecían estar controlados por el cuerpo.

El estudio que realizó Mary Baker Eddy de las Escrituras le mostró que nuestra identidad no depende de las condiciones orgánicas y biológicas. Ella comprendió que la salud no está determinada por un conjunto de mediciones clínicas, sino por la conciencia de la omnipresencia del Amor divino y su armonía. Ella descubrió que esta conciencia sana las mentes y los cuerpos humanos a medida que pensamos y vivimos en armonía con el Amor, y negamos a menudo con valentía los informes opuestos de los sentidos físicos. Ella comprendió que si bien la enfermedad puede parecer muy real a la mente humana (y, por extensión, en el cuerpo), no existe en la Mente que es Dios. Por lo tanto, se podría decir que cada uno de nosotros tiene autoridad apostólica para mostrar un dominio cada vez mayor sobre la enfermedad en nosotros mismos y en los demás. Esto ocurre al ver que la enfermedad no es ni natural ni legítima y al esforzarse por tener solo pensamientos de la Mente, los cuales sacan a relucir la salud y la curación en nuestras vidas. 

Muchas personas viven en países donde se practica la medicina socializada. Pero cuando aprendemos acerca de la Ciencia Cristiana, comenzamos a ver que podemos estar sanos independientemente de un sistema médico material. Por mucho que admiremos la compasión y la dedicación de los profesionales de la salud, podemos comprender de alguna manera que la salud es el efecto de vivir de una manera santa; esforzándonos por llevar una vida en armonía con la supremacía del Amor divino. Cuando sea necesario, podemos enfrentar la enfermedad recurriendo a este Principio todo armonioso, el Amor, y a nuestra identidad como expresión del Amor.

Esta ha sido mi experiencia. Sin usar medios médicos convencionales, he estado libre, he viajado mucho —en gran parte exento de enfermedad— y he disfrutado de deportes activos. Nunca he tenido que preocuparme por esperar en las salas de emergencia, pagar medicamentos o encontrar un médico. En general, he descubierto que mi salud refleja el amor constante, confiable y omnipresente de Dios.

En algunas partes del mundo, este enfoque de la salud puede significar teorías médicas materiales mentalmente desafiantes (por ejemplo, que resfriarse en ciertas estaciones es inevitable) las cuales son ampliamente promovidas por la comercialización de medicamentos y respaldadas por una gran industria de seguros de atención a la salud. Pero he encontrado que la Ciencia Cristiana ofrece un enfoque de la salud elegante y de vanguardia, porque trata con las causas fundamentales de la enfermedad —como el miedo— sobre la base de un Dios infinito y del todo bueno y nuestra propia naturaleza como Sus hijos.

Más allá de todas las formas de medir y analizar el cuerpo, Dios nos da confianza para probar la salud que Él nos ha dado hoy. 

Lyle Young, Escritor de Editorial Invitado

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.