Mientras nos mantenemos alerta a las desigualdades entre hombres y mujeres que aún deben abordarse, y comprometidos a superarlas, vale la pena señalar una unidad masculina / femenina que está eternamente libre de fricciones. La Ciencia Cristiana revela la combinación perfecta de lo masculino y lo femenino en la naturaleza de Dios y Lo describe como Padre-Madre.
Esto se deriva directamente de la Biblia. Al usar genéricamente el término hombre para describir la imagen espiritual de Dios, las Escrituras definen a este hombre como “varón y hembra” (véase Génesis 1:27). Por lo tanto, representar plenamente a Dios es reflejar todas las cualidades originadas en Dios, el bien, ya sea que estén generalmente asociadas con los hombres o con las mujeres.
Entonces, en la naturaleza espiritual de todos, lo femenino y lo masculino están perfectamente balanceados y son igualmente esenciales. Aceptar esto nos permite comenzar a abandonar la visión opuesta de nosotros mismos como la mitad de un todo, y cosechar bendiciones al hacerlo. Como dice Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “La mente masculina alcanza un tono más elevado por medio de ciertos elementos de la femenina, mientras que la mente femenina gana valor y fuerza por medio de las cualidades masculinas” (pág. 57). El pasaje continúa: “Estos diferentes elementos se conjuntan naturalmente los unos con los otros, y su armonía verdadera está en la unidad espiritual”.
Si bien vemos que estos elementos ciertamente se combinan constructivamente en relaciones exitosas, reconocerlos unidos dentro de nuestra consciencia puede parecer contrario a lo que percibimos como nuestra identidad como hombre o mujer. Sin embargo, a medida que buscamos la comprensión de Dios a través de la Ciencia del Cristo, es natural e inevitable percibir que esta totalidad es simplemente nuestra realidad. Dejar que una gama más amplia de las cualidades espirituales de Dios emerja y encuentre expresión como resultado de comprender que esto es verdad nos hace mujeres u hombres más completos: mejores hermanos, cónyuges, colegas, miembros de la iglesia, ciudadanos, amigos. Hacer esto también ha superado limitaciones arraigadas para muchas personas, y ha incluido a mujeres que atravesaron barreras laborales en carreras que se consideran reservadas para los hombres, como lo han atestiguado los relatos de curación en esta revista durante muchos años. La misma comprensión beneficia a los hombres, como descubrí al principio de mi estudio de esta Ciencia (véase “What’s growing out of your religious experience?” Journal, May 1995).
A medida que comprendemos y demostramos más de esta totalidad al rendirnos ante el Cristo, la verdadera idea del Espíritu divino, Dios, también reconocemos que es verdaderamente la realidad de todos. Esto nos da la base para orar con firmeza a fin de apoyar el progreso cuando los pasos hacia adelante parecen estar detenidos o revertidos, a nivel mundial o en nuestra propia comunidad o familia. Ni el estancamiento ni el retroceso son ordenados o apoyados por Dios.
En ese sentido, es notable que hace dos milenios Jesús vio tanto a las mujeres como a los hombres como hijos iguales de Dios, y les respondió como a tales. Su amor sanador hizo que una mujer encorvada recuperara la posición erguida, y detuvo la hemorragia de otra, tan fácilmente como sanó a un hombre paralizado y a otro que estaba demente. Al percibir la vida espiritual ilimitada de todos, Jesús demostró la imparcialidad de la omnipotencia de Dios, que no puede ser acaparada por un grupo de personas con preferencia a otro, sino que es siempre cierta para todos. Tampoco es la omnipotencia un poder por el cual un grupo puede oprimir a otro. El poder de nuestro Padre-Madre Amor es el epítome de la justicia uniforme y la misericordia universal.
Para ayudar a desarraigar el espectro opuesto del continuo conflicto entre hombres y mujeres, podemos ver y abordar un enemigo más implacable que las personas o las políticas; a saber, la mente carnal que la Biblia dice que es “enemistad contra Dios, porque no se [sujeta] a la ley de Dios, ni tampoco [puede]” (Romanos 8:7). Esta mente carnal, o mortal, también es enemistad contra las relaciones armoniosas que de otro modo serían naturales para nosotros, porque es la falsa creencia de que las discordias de la existencia material usurpan la unidad con la que Dios nos ha dotado. Para desengañarnos del impacto de esta supuesta mente, necesitamos percibir y demostrar su irrealidad. Es decir, debemos estar alertas a la falsedad de sus pretensiones de invertir, oscurecer o incluso simplemente hacer mella en la realidad incesante de la armonía creada y sostenida por Dios, y así refutar estas pretensiones.
El impacto de hacer esto fue evidenciado con firmeza por la Sra. Eddy al lidiar con uno de los principales puntos de fricción masculino / femenino de los últimos siglos: la marginación de las contribuciones de las mujeres a la ciencia, la teología y la medicina. Ella descubrió y demostró la Ciencia divina cuando estos tres campos prácticamente excluían a las mujeres, y el libro de texto que escribió no se ajustaba a los puntos de vista materialistas prevalecientes sobre ellos. Explicó audazmente que hay un significado espiritual más elevado para los tres como “medios del pensamiento divino” (Ciencia y Salud, pág. 118).
La resistencia a este punto de vista y las pruebas sanadoras de su veracidad tomaron diversas formas. No obstante, paso a paso, un cuerpo cada vez más robusto de hombres y mujeres estudió Ciencia y Salud y la Biblia y se convirtieron en exitosos sanadores. Al recordar este progreso, la Sra. Eddy una vez describió su victoria sobre la resistencia de la mente carnal en términos de la humildad de una mujer capaz de sobrevivir a la persecución. Ella explicó: “Un hombre habría sido más propenso a resistir, y resistir hubiera sido fatal. Yo tuve que aprender la lección de la hierba. Cuando el viento soplaba, yo me inclinaba ante él y cuando la mente mortal ponía su pie sobre mí, yo me inclinaba más y más en humildad y esperaba… Esperaba hasta que retiraba su pie, y entonces yo me erguía”” (Robert Peel, The Years of Authority, pág. 84).
Esto ciertamente pone de relieve un elemento del pensamiento femenino a través del cual muchas mentes masculinas pueden alcanzar, y han alcanzado, un tono más elevado. Del mismo modo, muchas mentes femeninas pueden obtener, y han obtenido, valor y fortaleza a través de elementos masculinos. En cualquier caso, lo que realmente está sucediendo es que la creencia de que somos únicamente una mentalidad masculina o femenina está cediendo a la idea más completa de que reflejamos a la Mente única, Dios, que es el Espíritu infinito, incluido el equilibrio perfecto de todos estos preciosos elementos.
Paso a paso, todos probaremos para nosotros mismos, y mantendremos fielmente para todos los demás, el equilibrio sin conflictos de los elementos masculinos y femeninos que siempre permanecen en nosotros, porque están unidos para siempre en el Padre-Madre Dios que reflejamos.
Tony Lobl
Redactor Adjunto
