Estoy muy agradecida a Dios, el Amor divino, que me ha guiado a la comunidad amorosa, valiente y dedicada de sanadores de la Ciencia Cristiana. A través de la compartida comprensión de la verdad de las leyes de Dios, nos apoyamos unos a otros y oramos por el mundo. He descubierto que la tierna bondad de la comunidad de la Ciencia Cristiana es un gran consuelo en tiempos de necesidad.
Un par de semanas antes de la Navidad de 2020, mi tía y dos primos perecieron en una explosión de gas en su casa. Cuando me informaron de lo sucedido, quedé paralizada, aturdida. Cuando mi hermana me contó sobre este trágico suceso, me aconsejó que no leyera sobre lo ocurrido ni viera la cobertura de noticias del incidente.
La amorosa indicación de mi hermana me recordó la declaración de Mary Baker Eddy: “Sé el portero a la puerta del pensamiento” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 392). Para mí, esto significa que hay que estar alerta y no permitir que entre en la consciencia ningún pensamiento que no sea de Dios, el bien. En este caso, las numerosas percepciones y opiniones humanas que rodeaban la situación podrían haber dificultado mi deseo de orar para obtener algo de paz acerca de mis seres queridos.
Me quedé en silencio y hablé con Dios, el Amor divino, para poner fin al aturdimiento. Le escribí a mi familia, amigos y colegas. En poco tiempo, me llegaron muchas oraciones y amorosas respuestas. Nuestra familia estaba muy agradecida por todas ellas. Los mensajes de mis colegas Científicos Cristianos me calmaron de inmediato y me ayudaron a apartar mi pensamiento del dolor y la creencia de que la vida es frágil a la comprensión de que Dios cuida de todos, y que la Vida es eterna.
Esa noche, mientras estaba en la cama orando para ver la verdad —no para saber por qué había ocurrido el accidente, sino para ver la verdad espiritual acerca de mis parientes— tuve una visión de mi tía y mis primos. Fue hermosa y reconfortante. En esa visión espiritual, estaban alegres, sonrientes y llenos de gloria. Debido a mi estudio de la Ciencia Cristiana, que enseña que la Vida es eterna, me sentí segura de que, en realidad, no les había pasado nada.
Comprendí que el Amor divino nos ha creado a Su imagen y semejanza. El Amor divino es el Espíritu, puro e inquebrantable, y en ese mismo momento, tomé consciencia de esto. Pude ver que mis seres queridos eran perfectamente espirituales y estaban intactos.
En 1866, la Sra. Eddy se recuperó de inmediato después de estar al borde de la muerte tras un accidente. Más tarde declaró: “Esa breve experiencia llevaba en sí una vislumbre de la gran realidad que desde entonces he tratado de explicar a los demás, es decir, la Vida en el Espíritu y del Espíritu; siendo esta Vida la única realidad de la existencia” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 24).
Pude sentir aún más profundamente la presencia del Amor divino y la realidad de la Vida divina al saber que mis parientes seguían siendo cuidados en el reino de los cielos, la armonía eterna de la realidad divina. Mi familia ahora está en paz con respecto a nuestros familiares, ya que todavía podemos sentir que están llenos de sonrisas y risas. Sabemos que continúan expresando la Vida y el Espíritu.
Agradezco a todos los que respondieron tan rápidamente con oraciones. Estoy agradecida a la Sra. Eddy por su dedicación y valentía; sé que ella era “una escriba bajo órdenes” (Escritos Misceláneos, pág. 311) y obedeció la dirección de Dios. Y estoy agradecida por entender que todos tenemos una Madre-Padre amorosa e infinita, Dios, a quien conocemos como Amor divino. El Amor divino es verdaderamente la Vida misma.