Tenía una buena vida, un matrimonio feliz, un hogar encantador y seguridad financiera, pero sentía que me faltaba algo. Había logrado mucho en mi vida, pero había comenzado a sentirme letárgica, sin inspiración e inquieta. Y ahora se avecinaba la jubilación. ¿Habían terminado mis años productivos?, me pregunté. Y con una población cada vez más grande de personas mayores en muchas partes del mundo, sabía que no era la única que se sentía así.
Mientras oraba sobre esto, me di cuenta de que carecía de un sentido de propósito. Sentía que simplemente ocupaba un espacio en el planeta y que era irrelevante, improductiva. Pero al mismo tiempo sentía que también estaba pisando el freno mientras corría hacia un inevitable callejón sin salida. Anhelando una respuesta, recurrí a los escritos de Mary Baker Eddy, una pionera del descubrimiento espiritual, y encontré esto: “El Espíritu, Dios, reúne los pensamientos informes en sus conductos adecuados, y desarrolla estos pensamientos, tal como abre los pétalos de un propósito sagrado con el fin de que el propósito pueda aparecer” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 506).
Esta fue mi respuesta: que Dios continuaría teniendo un propósito para mí después de mi jubilación y que me lo revelaría. Y eso fue lo que sucedió. Descubrí que tenía interés y aptitud para escribir. ¡Y qué descubrimiento tan alegre y satisfactorio fue! Cada idea inspirada por Dios que ha surgido —ya sea que haya resultado en un artículo o testimonio publicado en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana o haya tomado alguna otra forma— me ha bendecido, dándome un maravilloso sentido de propósito, así como la alegría de compartirla con los demás.
Cristo Jesús enseñó: “El reino de Dios dentro de vosotros está” (Lucas 17:21, KJV). Para mí, eso indica que cada uno de nosotros ha sido creado de manera única para ser expresiones vivas del buen propósito de Dios. En su Sermón del Monte, Jesús aseguró a sus discípulos que no había venido a destruir la ley de Dios, sino a cumplirla. Y, de hecho, Jesús cumplió verdaderamente con la ley divina y su resultado de curación espiritual. Del mismo modo, cada uno de nosotros está diseñado con el propósito intrínseco de expresar a Dios de manera única. Esto se refleja en nuestras habilidades y capacidades individuales, que nunca pueden declinar, desgastarse o volverse superfluas, porque provienen de Dios. De hecho, tienden a volverse más bellamente luminosas y evidentes en nuestros años avanzados a medida que la sabiduría, la gracia y la gentileza se abrazan y evidencian más plenamente a través de las lecciones de la vida que nos han beneficiado. Nuestra verdadera naturaleza incluye aplomo, serenidad y benevolencia, y nuestro deseo de servir a Dios nos llevará a tener nuevas oportunidades para lograr el bien.
Tener un propósito significa tener una razón para existir. Dios nos hizo a cada uno de nosotros deliberadamente para reflejarlo de manera única. La Biblia lo registra diciendo: “Vosotros sois mis testigos … y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy” (Isaías 43:10). El hombre es el reflejo de lo que Dios es y de lo que está haciendo. El hombre (tanto masculino como femenino) es la representación del ser mismo de Dios, aquí y ahora. Dios se ve en la expresión de cualidades del hombre como fortaleza, bondad, vitalidad y sabiduría. Todos hemos sido creados para conocer a Dios y manifestar Su poder y presencia. Cada uno de nosotros tiene una función activa que desempeñar en la demostración de las leyes de Dios que operan aquí y ahora, a través de nuestra expresión única de las cualidades y habilidades espirituales.
Al recurrir a Dios de todo corazón en busca de dirección, descubrimos renovada inspiración, talentos ocultos y energías latentes, sobre las que podemos actuar al vivir con un propósito. Entonces ya no solo saldremos adelante día a día, sino que prosperaremos en los años postreros.
Este sentido de propósito da una gran satisfacción, a medida que cada uno de nosotros hace su propia contribución espiritual y única al mundo. Descubrimos que podemos iniciar cada día con expectativa y entusiasmo por ver cómo se desarrolla el propósito de Dios.
“Cada individuo debe llenar su propio nicho en el tiempo y en la eternidad”, escribe la Sra. Eddy (Retrospección e Introspección, pág. 70). En mi propia búsqueda, me animé con esto y con la vida de la Sra. Eddy, que tenía 87 años cuando fundó un diario internacional, The Christian Science Monitor.
Cada individuo es esencial para la creación de Dios y tiene un propósito específico que cumplir, al igual que cualquier número individual —289, por ejemplo— es esencial para el principio de las matemáticas. Sin ese número, el principio sería incompleto y limitado, porque habría muchas ecuaciones que no podrían resolverse. Y esto es cierto para el Principio divino, el Amor, que es Dios. Si cada individuo no ocupara su lugar y propósito divinamente señalados, Dios no sería infinito, Todo.
La oración, tal como se enseña en la Ciencia Cristiana, abre nuestro pensamiento a cómo podemos usar mejor los talentos que Dios nos ha dado para servirlo a Él y bendecir a los demás. Estar en comunión con Dios revela los dones espirituales que Dios nos ha otorgado a cada uno de nosotros, dones como inteligencia, belleza, fidelidad y bondad. Estos deben ser utilizados y no escondidos sin usar. Nuestro Maestro, Cristo Jesús, nos aconsejó: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14-16).
Jesús nos mostró plenamente nuestra unidad con Dios. A medida que comprendemos mejor esta unidad y empleamos los talentos y habilidades que Dios da, nos convertimos en mejores seguidores de Cristo, y ayudamos a otros a hacer lo mismo. Dios no nos da días u horas vacías, y no hay horarios para descubrir un nuevo sentido de propósito; puede suceder en cualquier momento.
No hay nada más satisfactorio que cumplir el propósito del Padre para nosotros, dándonos poder para hacer una contribución significativa al mundo. Dios nos ha creado para expresarlo de manera única. La forma exacta en que este propósito se desarrolle para cada uno de nosotros será un descubrimiento individual, y en el proceso podemos esperar que se abran continuamente nuevas oportunidades.