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Estudiar Ciencia y Salud me llevó de regreso a la iglesia

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 8 de enero de 2024


Hace unos cinco años, me regalé a mí misma un ejemplar encuadernado en espiral de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Leí el libro de texto en su totalidad por primera vez, escribí notas en los márgenes y  subrayé mis pasajes favoritos. También estudié la Biblia, especialmente los cuatro Evangelios. No me había sentido muy comprometida con la Ciencia Cristiana durante varios años, así que la gran pregunta que me hacía durante mis estudios era: “¿Es esta la verdad?”. 

Las Escrituras hebreas nos hablan de esta promesa de Dios: “Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad” (Ezequiel 34:12).

Siento profundamente el poder de esta promesa continua, y con alegría puedo informar que yo fui una de esas ovejas esparcidas que fueron buscadas y traídas de vuelta al redil a través del deseo sincero de comprender mejor a Dios que se despertó dentro de mí.

Desde niña, asistí a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana con mis hermanas; la que nos brindó una atmósfera sólida y amorosa para aprender acerca de Dios, Sus leyes espirituales y la verdad que Jesús enseñó y demostró. Con la guía de nuestros padres y maestros de la Escuela Dominical, mis hermanas y yo aprendimos a practicar la Ciencia Cristiana. En la universidad y en la escuela de posgrado, continué mis estudios y fui miembro de la organización de la Ciencia Cristiana en cada escuela. Durante muchos años después de graduarme, fui un miembro activo de mi filial local de la Iglesia de Cristo, Científico.

Cuando me mudé a una nueva ciudad, visité algunas iglesias de la Ciencia Cristiana, pero no logré encontrar un hogar en ninguna de ellas. Al pensar en ello ahora, puedo ver que estaba poniendo excusas de por qué esto o aquello no encajaba bien conmigo o cómo algún aspecto de la iglesia era un inconveniente. Así que, durante más de veinte años, asistí a la iglesia esporádicamente. Mi estudio y práctica de la Ciencia Cristiana continuó; sin embargo, no era lo que describiría como “totalmente entregada”. No oraba por mí misma todos los días, y no leía ni estudiaba constantemente la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana; “lección de la que depende grandemente la prosperidad de la Ciencia Cristiana” (Mary Baker Eddy, Manual de La Iglesia Madre, pág. 31).

Sin ese fundamento de oración y estudio, no siempre aplicaba la Ciencia Cristiana en mi vida. Por supuesto, nunca podría estar fuera del cuidado de Dios. Y vi la confirmación de esto cuando leí un cuaderno inspirador que guardaba, en el que había escrito versículos bíblicos particularmente útiles y citas de los escritos de la Sra. Eddy. También había anotado oraciones para sanar y registrado las curaciones  experimentadas al recurrir a Dios; como liberarme de un párpado hinchado e irritado y encontrar consuelo y liberarme del dolor. Mi cuaderno también incluía ideas inspiradoras sobre el empleo y oraciones por la seguridad de nuestra nación. 

Así que, cuando decidí regalarme este ejemplar de Ciencia y Salud y preguntarme si lo que estaba leyendo era la verdad, la respuesta que recibí fue: “¡Definitivamente, sí!”. Durante los meses en que leí la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, recuperé mi base firme sobre el fundamento espiritual que había tenido desde que era joven. Pude ver que Ciencia y Salud revela la naturaleza perfecta de Dios, el Espíritu, y la perfección de la imagen espiritual de Dios, el hombre, como la realidad ahora y siempre. Con gratitud, podía decir que era testigo del amor omnipresente de Dios, que se evidenciaba en cada curación que había experimentado. Mi pregunta siguiente fue: “Entonces, ¿qué voy a hacer?”. La respuesta fue: “Creo que necesito volver a la iglesia”.

¿Por qué pensé en volver a la Iglesia? Me había estado preguntando: “¿Cómo es que recibí este precioso regalo de la Ciencia Cristiana y, no obstante, no estoy haciendo el trabajo de curación mediante la oración que se necesita como miembro de La Iglesia Madre (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston)?”.

Sabía en mi corazón que quería comprender a Dios y seguir las enseñanzas de Cristo Jesús. Y Ciencia y Salud dice: “El mandato del Maestro es que oremos en secreto y dejemos que nuestras vidas atestigüen nuestra sinceridad” (pág. 15). Y para ser admitido como miembro de La Iglesia Madre, los individuos deben ser “cristianos y estudiantes leales y fieles del libro de texto, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras” (Manual, pág. 37).

También tenía un profundo aprecio por la magnitud del trabajo de la Sra. Eddy y su esfuerzo inquebrantable por llevar la Ciencia, o comprensión, de las enseñanzas de Jesús al mundo. Podía vivir mi sincera gratitud al apoyar activamente las actividades establecidas en el Manual: los servicios de la iglesia, la Escuela Dominical, las Salas de Lectura de la Ciencia Cristiana y mucho más.

Estos inspirados pensamientos no vinieron con vergüenza ni culpa. Fue un tiempo feliz y lleno de alegría, que resultó en una fe renovada y una comprensión más completa de Dios como Vida y Amor infinitos. Como un pastor, Dios, el Principio divino, me corregía y guiaba, incluso en mi acercamiento a la iglesia. Siempre percibí que Dios me apreciaba, y con la decisión de asistir a la filial local de la Iglesia de Cristo, Científico, me sentí segura y llena de esperanza. 

Todavía recuerdo ese primer servicio dominical de la iglesia con mucha gratitud. En el vestíbulo, dos alegres ujieres me saludaron. Los lectores leyeron la Lección-Sermón de la Biblia en voz alta con gran comprensión. Los himnos y el solo fueron cantados con alegría y sinceridad. Sentí que los brazos del Amor divino me envolvían y fue como estar en casa. Me afilié a esta iglesia ocho meses después y comencé a servir en la Sala de Lectura, como ujier y como maestra sustituta de la Escuela Dominical. Estaba haciendo el trabajo de la iglesia con el sentido de ser bendecida y bendecir a los demás.

Sigo descubriendo que hay mucho que puedo dar en la Iglesia y que las bendiciones de ser miembro de una iglesia filial son inmensurables. La Iglesia cumple verdaderamente estas palabras de Jesús: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Siento una mayor cercanía a Dios a través de mi renovado servicio de estar “totalmente entregada” a la iglesia, y hace unos años, esto me llevó a tomar instrucción de clase Primaria de la Ciencia Cristiana. 

Cuando emprendí mi camino de regreso a la iglesia, descubrí que hay miembros dedicados que trabajan con alegría en las iglesias filiales de la Ciencia Cristiana en todo el mundo. Me acordé de Nehemías reconstruyendo los muros de Jerusalén, y fue como si escuchara sus palabras: “Levantémonos y edifiquemos”. ¿Y qué hizo la gente después? El relato continúa: “Así esforzaron sus manos para bien” (Nehemías 2:18).

Mis manos se han fortalecido gracias al apoyo de mis colegas miembros de la iglesia filial, de mi familia y de mi maestro y asociación de la Ciencia Cristiana, y por medio de las actividades de La Iglesia Madre y de La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana. Estoy muy agradecida de que Dios, nuestro Pastor, me haya guiado de regreso a la completa hermandad, curación y trabajo amoroso de los miembros de la iglesia de la Ciencia Cristiana.

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