¡Leer la Biblia es tan sanador! Muchas de las historias que contiene nos guían y nos inspiran a amar más a Dios, a ayudarnos unos a otros, a espiritualizar nuestro pensamiento y a vivir una vida mejor.
En el segundo libro de la Biblia, Éxodo, tenemos la historia de cuando Dios divide las aguas y Moisés guía a los israelitas a través del Mar Rojo en tierra seca (véase Éxodo 14:21, 22). Tuve una hermosa curación al orar con esta idea. Al pensar en cómo todos cruzaron en tierra seca, tuve un gran momento en el que sentí el amor incondicional de Dios que todo lo envuelve. No solo fui sanada físicamente, sino que mi pensamiento se elevó de una manera que ha beneficiado mi vida desde entonces.
Durante este tiempo, sucedieron muchas cosas. Alguien de nuestra familia necesitaba atención, y estábamos haciendo arreglos para que se mudara más cerca de nosotros; mi práctica pública de curación en la Ciencia Cristiana estaba muy activa; el negocio de mi esposo enfrentaba desafíos; nuestros hijos tenían dificultades en la escuela y en otros lugares; y otro miembro de la familia también me necesitaba más de lo habitual.
Yo trataba de seguir adelante y orar por cada tarea, pensamiento y situación. Sabía que Dios satisfacía mi necesidad y las necesidades de nuestra familia y que todos estaban totalmente sostenidos por Dios. Pero empecé a dudar, a sentirme inadecuada a veces, y a escuchar lo que me decía la mente mortal: la falsa mentalidad que dice que somos mortales vulnerables separados de Dios. Esos pensamientos hicieron que me preguntara si realmente podía hacer todo lo que se me exigía.
Un día, estaba sola en casa y comencé a limpiar el sótano para hacer espacio para nuevos gabinetes. Al desarmar un gabinete viejo, sin darme cuenta pisé una tabla llena de clavos. Varios clavos atravesaron mi zapato y se introdujeron en mi pie. Fue bastante doloroso, y comencé a orar de inmediato.
Me volví a mi Padre-Madre Dios para que guiara mi pensamiento y “mis piecitos” hacia la libertad; palabras que había aprendido de un poema para niños escrito por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana (véase Escritos Misceláneos, pág. 400, según versión en inglés). Sabía que Dios estaba allí conmigo cuando comencé a afirmar mi verdadera identidad espiritual; un concepto que la Sra. Eddy explica en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, el cual dice que Dios es Espíritu y que el hombre Lo refleja y, por lo tanto, es espiritual, no material. Estaba tranquila, confiada y con la expectativa de sanar, y sabía que la oración me estaba ayudando a ver —en medio de lo que parecía ser un desastre doloroso—que en la Verdad, Dios, todo estaba bien.
A pesar de mi oración tranquila y consagrada, el miedo se estaba infiltrando en mi pensamiento de muchas maneras. Por ejemplo, me preguntaba cómo me quitaría los clavos y qué pasaría cuando lo hiciera. Luego vino el sentido de culpa: “¿Por qué no esperaste a que tu familia te ayudara con los gabinetes?”.
Reconocí que estos pensamientos eran una sugestión mental agresiva; la mente mortal, manifestada en forma de miedo y distracción, que llamaba a la puerta de mi pensamiento. La mente mortal nos haría obsesionarnos con la imagen física, sentirnos desamparados y nos convencería de que estamos atrapados en la materia. Pero como Científica Cristiana, yo conocía la verdad de que nuestra sustancia es espiritual, que reflejamos todo el poder de Dios, y que no estamos limitados o indefensos.
La Ciencia Cristiana nos enseña a reconocer, poner al descubierto y destruir cualquier pretensión falsa sobre nuestra identidad. Vemos que los motivos, deseos y propósitos puros vienen naturalmente cuando escuchamos a Dios, la Mente divina. Así que, sola en el sótano, estaba en comunión con Dios y comprendiendo la importancia del Primer Mandamiento: esa hermosa y sanadora ley mosaica de tener y adorar solo al único Dios. De eso se trata la Ciencia Cristiana: un solo Dios, el bien, y el hombre, —cada uno de nosotros— hecho a Su imagen y semejanza. Me aferré a eso y me mantuve firme, viendo que el Cristo, el mensaje de amor de Dios para el hombre, es el sanador.
Pronto, sin dudarlo, me senté y pude quitarme con cuidado la tabla con los clavos. Sentí que el amor de Dios me inundaba; el miedo disminuía y tenía poco dolor. Me puse de pie y caminé. Expresé gratitud con cada paso y comencé a cantar himnos. Esa noche pude dormir y me sentí reconfortada.
Pero al día siguiente, no podía caminar con esa pierna, y se veía horrible. Volví a declarar mi dominio espiritual y sentí una gratitud genuina por todo lo que pude hacer. Pensé: “Esta es una oportunidad para que asuma una posición firme en contra de tratar de arreglar mi pie o mi familia y sus vidas”.
Mientras oraba en silencio, me vino el pensamiento más amoroso, y me hizo pensar en los israelitas al cruzar el Mar Rojo en tierra seca. La Biblia dice: “Extendió Moisés su mano sobre el mar; y el Señor, por medio de un fuerte viento solano que sopló toda la noche, hizo que el mar retrocediera; y cambió el mar en tierra seca, y fueron divididas las aguas. Y los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en seco, y las aguas les eran como un muro a su derecha y a su izquierda” (LBLA). Me di cuenta de que nadie quedó fuera. Los hombres, las mujeres, los niños y los animales, con todas sus provisiones, cruzaron en seco. Todos estuvieron a salvo.
En ese momento el dolor cesó. Sabía que no solo había sido sanada, sino que mi familia también podía ser libre y bendecida por la verdad de nuestra seguridad, que ese hermoso relato bíblico simbolizaba. Pude caminar libremente, de inmediato, y en dos días mi pierna volvió a la normalidad.
Comprendí que el hombre tiene una sola Vida. El hombre es la idea espiritual de Dios, perfecto, sano y libre, nunca agobiado ni esclavizado. Nuestro Padre-Madre Dios está siempre presente y guía nuestro pensamiento a cada paso del camino, como se afirma en el poema al que se hace referencia anteriormente, “hacia Ti”.
Ciencia y Salud dice: “Así como los hijos de Israel fueron guiados triunfalmente a través del Mar Rojo, el oscuro flujo y reflujo de las mareas del temor humano —así como fueron conducidos a través del desierto, caminando cansadamente a través del gran yermo de las esperanzas humanas, y anticipando el gozo prometido— así la idea espiritual guiará todos los deseos justos en su pasaje del sentido al Alma, de un sentido material de la existencia al espiritual, hacia la gloria preparada para los que aman a Dios” (pág. 566). Comprender que el Alma divina, un sinónimo de Dios —que incluye las cualidades de pureza y equilibrio— es verdadera sustancia y un fundamento firme fue inspirador. ¡No podía haber un terreno inestable! La ley de Dios es estable. La guía de Dios nos da una base segura.
Había obtenido una visión más elevada, la visión de Dios, y había sido sanada. ¿Y no es así como siempre se produce la verdadera curación? Y no tenemos que ponernos de puntillas para mirar por encima de un obstáculo para encontrar a Dios. No está distante, sino siempre presente. Simplemente no podemos estar separados de Dios y de Su cuidado completo.
Ciencia y Salud nos asegura que “... todo lo que bendice a uno, bendice a todos… “ (pág. 206). Mi práctica sanadora se equilibró; los problemas de mi familia se abordaron de maneras que satisficieron las necesidades específicas de cada uno; y otras cosas empezaron a resolverse. Y seguí esperando progreso.
A medida que nos elevamos por encima del temor, la ira y un sentido personal de nosotros mismos y de los demás, y volvemos nuestro pensamiento de todo corazón a la Verdad, siempre encontramos que Dios está allí y es “nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmo 46:1). En los momentos de oración, cualesquiera sean las “aguas” a las que nos enfrentamos, estas se separan, tal como lo hicieron para Moisés y los israelitas, y todos caminamos sobre tierra seca: seguros, elevados y completamente cuidados.