Estaba en medio de mi partido de fútbol, y conseguí la pelota para lanzarla. Cuando corrí a hacerlo, un perro saltó de la línea de banda y me mordió en el costado. Al principio estaba demasiado sorprendida como para darme cuenta de lo que había sucedido. Pero luego caí al suelo llorando, y estaba bastante conmocionada. Cerré los ojos y dije: “Dios está conmigo”. Sabía que Dios había hecho buena a Su creación. Eso significaba el perro y yo. Entonces negué de inmediato que el perro tuviera la intención de hacer daño.
Cuando abrí los ojos, mi entrenador, mis padres y personas que ni siquiera conocía me estaban ayudando. Me quedé allí acostada mientras limpiaban y vendaban las marcas de las mordeduras. Oré para que el perro estuviera a salvo y que nada pudiera lastimarme porque yo era una hija de Dios. Amo a Dios porque Él ama a todos, a los animales y a los seres humanos. Mis padres también estaban orando.
La hija del dueño del perro estaba muy molesta. Le dije que yo estaba bien y le di un abrazo. Cuando me senté, todo el equipo se arremolinó a mi alrededor, diciéndome que tenía que ir al hospital. Pero les aseguré a todos que estaba bien. Quería orar al respecto. Luego le pregunté a mi entrenador si podía volver al juego y me dejó jugar de nuevo.
Cuando llegamos a casa, mi mamá y yo seguimos orando. Determinamos que en el reino de Dios no había sucedido nada malo. Puesto que realmente vivo en el reino de Dios, estaba intacta.
En pocas horas, las marcas de las mordeduras comenzaron a cerrarse. Esa noche fui a una fiesta de pijamas e hice las pruebas para el Juego de Estrellas al día siguiente. Estaba corriendo con todo mi corazón y me sentí muy bien. Más tarde, tomé mi Ciencia y Salud y busqué la página 151, donde decía: “La sangre, el corazón, los pulmones, el cerebro, etc., no tienen nada que ver con la Vida, Dios. Todas las funciones del hombre verdadero están gobernadas por la Mente divina”. Eso me ayudó a comprender que nunca me habían hecho daño, porque soy hija de Dios. Después de leer eso, me sentí aún mejor. A los pocos días apenas se notaba que había pasado algo, y la herida sanó por completo.