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La timidez de hablar sanó

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 15 de enero de 2024


Cuando estaba en mi adolescencia, un miembro de mi familia me advirtió que no hablara demasiado porque, como él dijo, a nadie le importaba escuchar lo que tenía que decir. Puesto que confiaba en esta persona, hice caso a ese consejo incorrecto, lo que resultó en que fuera muy callada y tímida hasta bien entrada la edad adulta.

Asistí a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana cuando era joven, y tuve muchas curaciones en años posteriores solo a través de la oración. Esto se logró mediante la aplicación de los preceptos que Cristo Jesús practicó en su ministerio de curación, los cuales están explicados en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, cuya revelación está cambiando el mundo.

Al aplicar estos preceptos, he experimentado curaciones de depresión, miedo a volar, un tumor cerebral diagnosticado médicamente (hace más de cincuenta años) y los efectos de una caída sobre concreto, por nombrar solo algunos. Mis hijas han experimentado curaciones de escarlatina, los efectos de un accidente y una apendicitis diagnosticada médicamente, que sanó instantáneamente mientras estaba en la sala de emergencias.

Si bien he compartido algunas de estas curaciones en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, anhelaba compartir mi profunda gratitud por estas curaciones, en una reunión de testimonios del miércoles por la noche, en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Pero semana tras semana, permanecía congelada en mi asiento. Razonaba conmigo misma, “¿A quién le importa lo que tengo para decir?”; en algunas ocasiones encontré el valor para ponerme de pie y hablar, pero mi voz temblaba tanto que finalmente decidí dejar de tratar de compartir testimonios.

Entonces un miércoles, mientras escuchaba al Primer Lector leer las citas de nuestro pastor, la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, de repente me invadió el fuerte deseo de algún día convertirme en Lectora. No obstante, dadas las circunstancias, ¡eso parecía imposible! 

Sin embargo, me consoló esta declaración de Ciencia y Salud: “El deseo es oración; y ninguna pérdida puede ocurrir por confiar a Dios nuestros deseos, para que puedan ser moldeados y exaltados antes de que tomen forma en palabras y en obras” (pág. 1). Por lo tanto, continué acariciando el deseo de ser sanada de esta condición debilitante porque afectaba mi capacidad de hablar no solo en la iglesia, sino también en situaciones sociales. Sabía que podía confiar en Dios para que me guiara fuera de esta falsa creencia que había aceptado como parte de mi identidad y obtuviera mi completa libertad como Su hija amada, lo que siempre he sido.

Pasaron unos años y, finalmente, nuestra familia se mudó a un pueblo cercano. Me afilié a la iglesia de la Ciencia Cristiana allí, ¡y fui elegida Primera Lectora casi de inmediato! Estaba muy contenta, pero también aterrorizada ante la perspectiva de hablar con voz temblorosa. La confianza seguía eludiéndome. Entonces, un día leí algo que la Sra. Eddy dijo una vez a sus alumnos: “Ahora quiero que hables con claridad. Cuando hablas con claridad, muestras tu calidad mental. Habla como si tuvieras algo que quisieras que el mundo escuchara. Habla alto, fuerte y claramente” (We Knew Mary Baker Eddy, Expanded Edition, Volume 1, p. 301).

Esa declaración cambió todo para mí. Tenía algo que decir, y sabía que quería que la gente lo escuchara: ¡era la Palabra de Dios! Eso era lo más importante que podía compartir. Leer en la iglesia no se trataba de que yo hablara, sino de dejar que la Palabra de Dios brillara, y podía hacerlo con confianza sin ningún sentido de vergüenza o timidez.

La Sra. Eddy escribe: “La mente mortal a través de la cual la Verdad aparece más vívidamente es aquella que ha perdido mucha materialidad —mucho error— a fin de llegar a ser una mejor transparencia para la Verdad. Entonces, como una nube que se desvanece en tenue vapor, ya no oculta el sol” (Ciencia y Salud, pág. 295). Mi deseo de ser una clara transparencia para la Verdad se cumplió en una curación completa, y ese fue el final de la falsa opinión de décadas de que no tenía nada importante que decir, y que a nadie le importaba escucharme. También pude perdonar a la persona que me había hecho ese comentario hace mucho tiempo.

A lo largo de los numerosos años transcurridos desde esta curación, he servido con alegría como Primera y Segunda Lectora varias veces, y he dado innumerables testimonios en las reuniones de testimonios de los miércoles por la noche sin siquiera un rastro de timidez o falta de confianza. Esta curación también ha incluido participar en conversaciones en situaciones sociales. ¡Estoy segura de que aquellos que me conocen hoy nunca adivinarían que alguna vez luché contra la timidez!

Estoy agradecida “más allá de las palabras” a nuestro querido Padre-Madre Dios por esta hermosa curación.

Victoria Cole
Eugene, Oregón, EE.UU.

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