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No sanamos la materia

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 4 de marzo de 2024


Hace dos mil años, Cristo Jesús vino a enseñar al mundo acerca de la verdad. Este largamente esperado y profetizado Mesías, o ungido, se dedicó irrevocablemente a la adoración de Dios, el Espíritu. La verdad que Jesús reveló fue un reino que no es de la tierra —no es de la carne— sino del Espíritu. 

Reveló la unidad del hombre con Dios, con el único Padre-Madre divino. Leemos en Primera de Juan: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; … Amados, ahora somos hijos de Dios” (3:1, 2). Esto implica una forma completamente nueva de pensar, porque el Padre, Dios, es Espíritu, por lo tanto, Su descendencia debe ser totalmente espiritual. 

Jesús a menudo instaba a la gente a arrepentirse, lo que en griego significa “pensar de manera diferente” (Strong’s Exhaustive Concordance of the Bible). Señaló la necesidad de eliminar los viejos puntos de vista materiales de la vida para dar cabida a la nueva forma de pensar espiritual. Dos opuestos —la materia y el Espíritu— no pueden existir simultáneamente. Jesús reveló la gran realidad de que el Espíritu creó todo; por lo tanto, la materia, lo opuesto al Espíritu, debe ser y es irreal.

Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, fue una devota seguidora de Cristo Jesús. Ella reveló la Ciencia del ministerio sanador de Jesús en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. En él, escribe: “La Ciencia revela que nada hay en el Espíritu con lo cual crear la materia. La metafísica divina explica la nada de la materia. El Espíritu es la única sustancia y la única consciencia reconocidas por la Ciencia divina” (pág. 278). También escribe: “La materia desaparece bajo el microscopio del Espíritu” (pág. 264).

La nueva manera de pensar que Jesús enseñó es tan radical que requiere que “nazcamos de nuevo”, como él dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. … el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:3, 5). En el griego original, “nacer de nuevo” puede significar “nacido de arriba”. Es crucial comprender esto si queremos seguir los pasos de Jesús y sanar como él lo hizo.

¿Qué significa nacer del agua y del Espíritu? En su interpretación espiritual de la historia de la creación en Génesis 1, Ciencia y Salud explica: “... el agua simboliza los elementos de la Mente” (pág. 507). Por lo tanto, nacer de agua y del Espíritu debe significar llegar a la comprensión de que en realidad somos ideas de la Mente divina, o Dios, no mortales que viven en un mundo material. 

Debido a que el hombre es una idea espiritual, Jesús enseñó a sus seguidores a mirar más allá de los fenómenos mortales (lo que vemos con nuestros ojos) y aprender a percibir espiritualmente. Nos enseñó a mirar las cosas invisibles en lugar de lo que vemos a través de los sentidos materiales, que nos engañan. Un dicho muy conocido dice: “Lo que los ojos ven y los oídos oyen, lo cree la mente”. Así es como un mago hace creer al público que sus ilusiones son reales, aprovechándose de la naturaleza ilusoria de los sentidos físicos.

Creer lo que vemos con nuestros ojos físicos nunca nos llevará a la comprensión espiritual. Es por eso que Jesús nos instruyó: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Juan 7:24). Tanto en inglés como en griego, las referencias a ver pueden significar percibir mentalmente. El Glosario de Ciencia y Salud define los ojos como “discernimiento espiritual, no material, sino mental” (pág. 586). 

Cuando los médicos perdieron la esperanza después de que la Sra. Eddy sufriera una lesión grave, ella recurrió a su Biblia y leyó acerca de una de las curaciones de Jesús. Ella percibió que la materia —lo que el mundo considera el fundamento de la vida— no cumplió ninguna función en la capacidad de sanar del Maestro, y ella fue sanada. Esta curación, y su comprensión de la verdad que la produjo, la prepararon para descubrir la Ciencia divina.   

Ella declara con audacia: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es la Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo” (Ciencia y Salud, pág. 468). Y la Sra. Eddy escribe en Escritos Misceláneos 1883-1896: “¿Qué puede ser más que Todo? Nada: y esto es justamente lo que llamo materia: nada” (pág. 26). 

Si la materia es nada, entonces, cuando Jesús sanó, no estaba sanando materia, sino una falsa creencia en la materia. Por lo tanto, cuando llamamos a un practicista de la Ciencia Cristiana para recibir un tratamiento metafísico, no es útil pensar: “Tengo tal o cual enfermedad, pero yo sé que la Ciencia Cristiana puede sanarla”. Al igual que Jesús, la Ciencia Cristiana no busca sanar la materia. Más bien, prueba que la materia no existe y es, por lo tanto, impotente para crear condiciones para el hombre. Aceptar esta gran verdad resulta en curación.

El problema de pensar que sanamos la materia es doble. Primero, si creemos que estamos arreglando la materia, entonces estamos plantados sobre una base falsa de que podemos enfermarnos de nuevo; o que podemos envejecer y deteriorarnos. Sin embargo, si comprendemos la irrealidad de la materia, esto elimina la posibilidad de que una enfermedad recurra o reaparezca en nuevas formas. En segundo lugar, si la Ciencia Cristiana sólo arregla la materia, debemos recurrir a la materia para determinar el progreso en la curación, en lugar de buscar el progreso espiritual. Mirar la materia nos lleva de vuelta al punto de partida: creer que lo irreal necesita ser reparado. La comprensión inspirada acepta lo que es real, en lugar de tratar de alterar lo que no es real. 

Dios no sabe nada de la materia; por lo tanto, pedirle que la sane es como pedirle a Dios que entre en un sueño mortal y reorganice sus ilusiones. Esto es imposible porque, en primer lugar, las ilusiones no son reales. Dios, la Mente infinita, no conoce nada más que la perfección de Su creación espiritual.

La irrealidad de la materia, y nuestra comprensión de su nada, es el fundamento mismo de la Ciencia Cristiana y nos brinda la capacidad de ser testigos de la curación. En la página 113 de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, la Sra. Eddy escribe que el apóstol Pablo “declara la verdad del sistema completo de la Ciencia Cristiana en estas breves frases: ‘Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte’”.

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