En nuestra práctica de curación cristiana hoy en día, es alentador saber que no estamos solos. Dondequiera que estemos en el mundo, ya sea que estemos rodeados de una comunidad de pensadores de ideas afines o no, todavía estamos con otros: los hombres y mujeres de la Biblia.
Te preguntarás: ¿Cómo puede ser esto? Separados por el tiempo, la cultura y la geografía, ¿podemos realmente vernos acompañados en este trabajo espiritual por aquellos que vivieron hace miles de años? Profundizando en el significado espiritual de la Biblia —la Palabra inspirada que saca a relucir la Ciencia Cristiana— la respuesta debe ser inevitablemente “¡Sí!”.
La Biblia nos afianza metafísicamente al darnos numerosas ilustraciones de las leyes de Dios en acción, al demostrar una y otra vez Su bondad y omnipotencia y proporcionar una profundidad de comprensión que sustenta nuestra fe. Para aquellos que practican la curación en la Ciencia Cristiana, eleva nuestro sentido de propósito de ser individuos solitarios que hacen este trabajo sanador, a ver que nosotros mismos formamos parte de un esfuerzo colectivo de aquellos que, a través de los siglos, han amado a Dios, han visto Sus leyes en operación y han demostrado su presencia y poder. Estas leyes reveladas, tal como que Dios es Amor y está siempre presente, son simples y naturales. Operan científicamente —para cualquier persona, en cualquier lugar y en cualquier momento, como lo hicieron en los tiempos bíblicos— y nos elevan por encima de las limitaciones físicas y mentales inherentes a la creencia de que la vida está en y es de la materia.
El estudio de la Biblia en su conjunto amplía el ámbito de nuestra práctica. Vemos que somos parte de aquellos a quienes Dios ha comisionado para llevar adelante Su línea de luz, el linaje en desenvolvimiento de aquellos que expresan la luz de la supremacía de Dios, del Espíritu, a través de los tiempos.
Vemos esta luz entretejida a lo largo de las vidas de aquellos en el Antiguo y Nuevo Testamento que conocieron o procuraron conocer a Dios. Por ejemplo, estaba Isaac, que conocía a Dios como la fuente infinita del bien. Cuando los vecinos envidiosos disputaron la propiedad de primero uno y luego otro de sus pozos recién cavados, él no reaccionó con violencia. En cambio, se mudó a otra nueva ubicación y cavó un tercer pozo, cuya propiedad no fue cuestionada, expresando perseverancia y demostrando una comprensión de la amplitud de la bondad y las promesas de Dios (véase Génesis 26:12-25).
Estaban Deborah y Barac, que representaban el respeto y la mutua colaboración posible entre la masculinidad y la femineidad. Juntos enfrentaron la opresión de su nación y superaron lo que parecían ser abrumadoras probabilidades militares (véase Jueces 4:4-24). Estaba Zaqueo, quien, con la ayuda de Jesús, obtuvo un sentido tan espiritual de su verdadera identidad y la naturaleza infinita de los recursos de Dios que toda la codicia y la deshonestidad, su antigua naturaleza, simplemente desaparecieron (véase Lucas 19:1-10).
¿Te suena familiar alguna de estas situaciones? Todo está ahí. Tal vez sea justo decir que no hay un solo problema que podamos enfrentar, o que podamos tener al trabajar para otros en la práctica sanadora de la Ciencia Cristiana, que no pueda abordarse mediante la aplicación de las verdades bíblicas.
Si nos sentimos estancados en nuestros esfuerzos sanadores, la Biblia está ahí para recordarnos a aquellos que hicieron este mismo trabajo y dejaron este inspirador registro del poder y la autoridad de Dios y Sus leyes. Esto puede ayudarnos y guiarnos en nuestro propio trabajo. Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, fue una devota estudiante de la Biblia, y su profundo estudio del sentido espiritual de la misma la llevó a escribir Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, que es el libro de texto de la Ciencia Cristiana. Este libro explica que las verdades que Cristo Jesús y los discípulos y apóstoles vivieron, y los profetas antes que ellos, pueden practicarse y vivirse para siempre.
La Sra. Eddy escribió en Ciencia y Salud: “La Biblia contiene la receta para toda curación” (pág. 406). “Toda curación” indica que no podemos sanar sin la verdad que revela la Biblia. “Toda curación” también indica que la Biblia incluye dentro de sus páginas las respuestas para todas las necesidades, lo que nos permite superar desafíos personales como el miedo profundo y el dolor devastador, la depresión, la inestabilidad mental, la rivalidad entre hermanos, el abuso, los problemas financieros y mundiales como la corrupción y los problemas ambientales.
He visto esto una y otra vez en mi propia práctica de la Ciencia Cristiana: que no hay desafío que esté fuera del alcance y rango de las verdades de la Biblia, que Ciencia y Salud aclara aún más. Por ejemplo, el verano pasado, me llamó una amiga; estaba de vacaciones y se había despertado muy enferma. Entre otras verdades bíblicas, consideramos el versículo “En [Dios] vivimos, y nos movemos, y somos; … Porque linaje suyo somos” (Hechos 17:28). Estas palabras del apóstol Pablo le recordaron que, puesto que ella era la hija o emanación de Dios, la enfermedad, el agotamiento, la decepción y el miedo no eran parte de su identidad espiritual. Se recuperó rápidamente y pudo disfrutar de su viaje con libertad, alegría, energía, salud y movilidad.
Nuestra práctica de la Ciencia Cristiana está respaldada por las verdades espirituales de la Biblia. La luz que ilumina los rincones oscuros de la consciencia global brilla desde la luz poderosa, sanadora e inextinguible de la Palabra viva, la Biblia. Recurrir a la luz de la Palabra de Dios consiste en ser restaurado, encontrar paz y lograr caminar más estrechamente con Dios, el Amor divino. A través de esto, podemos sentirnos apoyados y con un renovado sentido de propósito, confiando en que nuestra práctica está avanzando en esta línea de luz tan necesaria.
Jan Keeler Vincent, Escritora de Editorial Invitada
