La curación espiritual va mano a mano con la humildad.
Eso es lo que sigo descubriendo en mi propia práctica de curación. En su forma más evidente la humildad manifiesta un deseo maduro de ponerle freno a los móviles egoístas y materiales. Y permite así que Cristo, la presencia y poder de Dios, gobierne. La humildad no es esa actitud de pensamiento que dice “no me mires”, soy indigno, y que viene acompañado por una montaña de temor detrás de sí. La auténtica humildad es firme, audaz, y dice: “Mira lo que Dios puede hacer. Su bondad y gracia te satisfacen y sanan.” Lejos de un estado mental de debilidad, la humildad le da poder y estabilidad al sanador y a quien está buscando curación.
Lo bueno es que cada uno de nosotros ya posee esta cualidad. La humildad es parte de nuestra propia naturaleza como expresión de Dios, pues todos nosotros somos, por sobre todas las cosas, Sus ideas espirituales, Sus hijos. Jesús dijo, “No puede el hijo hacer nada por sí mismo, sino que lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”Juan 5:19.. Esto es humildad. Jesús sabía que él era la idea o expresión de Dios, y por ello, vivía para expresar el poder y la bondad de Dios. Él probó que esto es verdad también para ti y para mí ahora mismo.
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