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Dales tu luz, no tu aceite

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 1º de julio de 2010

Originalmente publicado en el Christian Science Sentinel del 27° de junio de 1994.


Prácticamente de la noche a la mañana, nos volvimos los guardianes legales de un muchacho, sobrino de mi esposo. Ninguno de sus padres podía cuidarlo. Nos dijeron que era rebelde y deshonesto. Había sido llevado a un psiquiatra, el cual predijo que su estado mental y su carácter continuarían de mal en peor.

Lo que yo vi fue un precioso niño que necesitaba amor. Mientras estábamos sentados frente al psiquiatra, escuchando su evaluación, yo estaba orando silenciosamente lo mejor que podía, afirmando lo que era real acerca de este niño. A través de mi estudio de la Ciencia Cristiana había llegado a reconocer y aceptar a Dios como el amoroso creador que lo hizo todo espiritualmente. Como imagen de Dios, hecho a Su semejanza, este joven era en verdad espiritualmente completo y perfecto. ¡Yo no podía ver a mis propios hijos en esta luz sin incluir a este joven! Me fui de la reunión con la firme convicción de que el joven no necesitaba cumplir la profecía que había sido hecha acerca de él.

Más tarde, al considerar la declaración bíblica “Dios no hace acepción de personas” del libro Hechos de los Apóstoles (10:34), comprendí que Dios no hace favoritismos. Cada uno de nosotros posee espiritualmente todo lo que necesitamos para vivir feliz y satisfactoriamente. La incapacidad de sus padres para cuidar del niño de ninguna manera podía disminuir su valor o importancia como hijo de Dios. Nuestro apoyo hacia él era simplemente el amor de Dios manifiesto en su vida. Y este mismo amor me nutriría a mí y a mi familia en esta nueva experiencia.

Durante los siguientes 4 años su madre y yo trabajamos mucho con él. Sus calificaciones mejoraron junto con su actitud. Él estaba más feliz. Desarrolló un interés por la música. Pero a medida que fue ganando edad, reapareció el sentimiento de rebeldía. Se hizo más y más evidente que deseaba estar solo. Pude ver las tentaciones e inclinaciones que podrían arruinar los progresos que había hecho. Temía por su futuro si se apartaba de nuestro cuidado, y también sentía la tensión que la situación estaba produciendo sobre mi familia. Oré para saber qué hacer. Yo ya lo había dado todo. ¿Qué más era necesario?

Le hice una visita a una Científica Cristiana con la cual había entablado amistad en la iglesia. Habíamos tenido varias conversaciones acerca de la curación. Ella ya esta enterada de mi situación. Mi amiga me dijo: “Dale tu luz, pero no tu aceite”. Ella se estaba refiriendo a la parábola de Jesús en el evangelio de Mateo, acerca de las diez vírgenes que estaban por ir a sus bodas. (ver Mateo 25:1-13). Cinco de las vírgenes habían sido lo suficientemente sabias como para comprar aceite para sus lámparas. Mientras esperaban al esposo, se durmieron. Y cuando llegó el momento de ir a las bodas, las otras cinco vírgenes “insensatas”, necesitaron de aceite. Las insensatas les pidieron a las otras que compartieran su aceite, pero ellas se negaron a hacerlo, diciéndoles que no tenían suficiente para todas, y las alentaron a que fueran a comprar su propio aceite. ¿Estaban siendo egoístas las vírgenes sabias? No. Su aceite simbolizaba algo que no podía ser dado, excepto en forma de luz.

Reflexioné sobre el significado de la palabra “aceite” en el Glosario de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Aquí, aceite es definido en su significado espiritual como: “consagración; amor; dulzura, oración, inspiración celestial” (p. 592) Estos eran mis recursos naturales. Me di cuenta de que si permitía que esta situación con mi sobrino me agobiara, me vería privada de este “aceite”, ¡ya no tendría más luz para dar! Vi que en lugar de dar más humanamente, necesitaba cultivar con determinación mi oración e inspiración.

Al mismo tiempo me di cuenta de que estas eran capacidades espirituales que pertenecen a todos. Así como yo cuidaba de este aceite, este joven podía cuidar y cultivar su propia inspiración espiritual, pues él tenía los mismos recursos que derivan de Dios. Muchas veces le había hablado a este niño, tanto silenciosa como audiblemente acerca de su espiritualidad. En verdad, él existía como la idea perfecta de Dios, y siempre permanecería así. La Mente divina conocía a este chico, como su propia idea espiritual. Con frecuenta pensaba acerca del hecho de que estas afirmaciones tenían poder espiritual y podían comunicarse con él por sí mismas ya que estaban impulsadas por el Amor y respaldadas por la Verdad. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe en Ciencia y Salud: La Mente divina que creó al hombre, mantiene Su propia imagen y semejanza” (p. 151). Nuestra comprensión de este hecho se hacía evidente en la vida cotidiana a medida que reafirmábamos su habilidad para hacer sus tareas, ayudar con los quehaceres de la casa, y respetar las necesidades de los demás miembros de la casa.

Mi falso sentido de responsabilidad se desvaneció en la comprensión de que él poseía la luz espiritual que necesitaba. Pronto me sentí lista para considerar seriamente la idea de llevarlo nuevamente al establecimiento estatal para jóvenes sin hogar. Me había resultado muy claro desde hacía tiempo, que él ya estaba listo para pasar a una situación diferente, y ahora yo también estaba lista para dejarlo ir. Los pasos legales fueron dados para que él pudiera mudarse a un nuevo hogar. Nos ocupamos de los detalles junto con él, y la transición fue armoniosa para todos nosotros. Debido a que él tenía 16 años, estaba en condiciones de vivir en una casa grupal con otros jóvenes, donde había un consejero que trabajaba regularmente con ellos.

Pasaron varios meses antes de que volviera a oír de él, pero cuando la llamada de larga distancia comenzó, sus primeras palabras fueron: “Tía Pollo, ¿cómo estás?” Me conmoví al escuchar su voz y al ver que él demostraba un interés genuino por nosotros y nuestros niños.

Desde esos tiempos, el se ha vuelto un adulto, y hoy se sostiene a sí mismo, respeta la ley, y está realizando su contribución a la sociedad. El vínculo de amor continuó siendo fuerte y tierno.

¿Qué es aquello que nos quita el aceite sino un sentido erróneo del amor? Si creemos que el amor es algo que nosotros generamos, estamos malinterpretando su origen y naturaleza espiritual. El Amor no es un tipo de energía física o impulso psicológico. Emana de Dios. Hablando de Dios, Juan dijo: “nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). El amor genuino es espiritual. Expresa el cuidado infinito de Dios, rodeándonos en un abrazo gigante y universal. Somos inseparables de él. Al reconocer esto, podemos confiar en el cuidado de Dios por nuestros seres queridos. Dios es el verdadero Padre y Madre de todos nosotros.

A menudo tratamos tan firmemente de criar y cuidar a otros desde un punto de vista puramente humano que perdemos la oportunidad de amar espiritualmente. Es sólo a través de nuestras oraciones, nuestra comunión con Dios, y nuestra práctica diaria, poniendo en actividad estas oraciones, que somos capaces de continuar vertiendo consagración, gentileza y caridad sin ver disminuida nuestra propia luz. A través de los años he visto cómo la fortaleza y la inspiración fluye de este sentido espiritual de aceite.

La consagración es una disciplina diaria de estudio bíblico y obediencia a los mandamientos de Dios. Se revela a sí misma en la gentileza que suaviza las duras aristas de la voluntad humana, y en un compromiso de orar por nosotros mismos y por nuestros hermanos. No puede ser negociada ni robada, pues su fuente es espiritual.

Debemos estar alerta a las situaciones que pretendan robarnos nuestro aceite. Debemos reconocer como disuasivo de nuestro crecimiento espiritual a todo aquello que pretenda quitarnos nuestro deseo o tiempo para orar y estudiar, o mantenernos lejos de la iglesia. Al cultivar la inspiración celestial que mora dentro de cada uno de nosotros, estamos listos, como las vírgenes, para cada ocasión que requiera que estemos levantados a la medianoche, con luz para darle al mundo.

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