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Humildad

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 1º de mayo de 2010

Originalmente publicado en el Christian Science Sentinel del 4° de julio de 2005.


Hace algunos años, los dibujos del “ojo mágico” eran muy populares, o al menos lo eran en mi familia. Por si no estás familiarizado con ellos, eran ilustraciones que a primera vista parecían ser bi-dimensionales, pero de esa imagen (un diseño de un paisaje, por ejemplo) emergía otra imagen tri-dimensional que estaba “oculta”. El ojo tenía que ir más allá de la imagen obvia, reenfocar y concentrarse, para distinguir la imagen más sutil. Esta fue por algún tiempo una diversión familiar, pero luego perdimos el interés en descubrir al rugiente tigre en lo que a primera vista parecía ser el follaje de unos árboles.

Pero hay otro tipo de descubrimiento que mantiene nuestro interés, y es el continuo deseo de conocer mejor a Dios. Esto también requiere un cambio de enfoque y un concentrado esfuerzo por mirar más allá de las apariencias, es decir, más allá del concepto de que todo es material, hacia una verdad más profunda - que toda realidad es de hecho espiritual y completamente buena.

Mary Baker Eddy descubrió la gran verdad y la utilidad de esta perspectiva, y llamó a su descubrimiento Ciencia Cristiana. Después de años de estudiar la misión sanadora de Jesús como la registra el Nuevo Testamento, en la Biblia, concluyó que el trabajo de curación podía ser aprendido y repetido. Descubrió de qué manera se realizaba ese trabajo, y escribió Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, que enseña claramente cómo seguirlo a él de un modo práctico, siguiendo el modelo de su método de curación. Ella le afirma al lector casi al inicio de su libro: “Como nuestro Maestro, tenemos que alejarnos del sentido material para entrar en el sentido espiritual del ser”.Ciencia y Salud, pág. 41. Y un poco después nos ofrece esta instrucción: “Debemos examinar profundamente la realidad en vez de aceptar sólo el significado exterior de las cosas”.Ibid., pág. 129.

Evidentemente, Cristo Jesús sostuvo un lugar único y especial en el plan de Dios, como el Hijo de Dios, el Mesías. Al mismo tiempo, en su rol como Mostrador del camino, puso en manos de todos sus seguidores la oportunidad de llevar el mensaje del amor sanador de Dios a todos en todas partes. La promesa del cuidado de Dios, de nuestra liberación del pecado y de la enfermedad, no es algo vano ni una esperanza lejana, sino una Ciencia real, precisa y comprobable.

Cristo Jesús nos mostró qué hay hacer, por su trabajo de curación, y cómo hacerlo, por el ejemplo de su vida. Mary Baker Eddy puso sobre la vida y obra de Jesús, como un microscopio mental, una lente espiritual, que las aumentó y clarificó.

La Sra. Eddy dijo a uno de sus estudiantes, “La humildad es la puerta, la honestidad el camino, y la espiritualidad la cumbre” (“We know Mary Baker Eddy”, Boston. The Christian Science Publishing Society, 1979, pág. 113). En otro lugar explica que la cualidad de humildad es “el genio de la Ciencia Cristiana”, y que es “lente y prisma de la comprensión de la curación por la Mente; hay que tenerla a fin de comprender nuestro libro de texto (Ciencia y Salud); es indispensable para el desarrollo personal, e indica el plan de su Principio divino y la regla para su práctica”.Escritos Misceláneos, pág. 356.

De lo que he podido ver de la vida de Jesús, hay dos episodios que se erigen como ilustraciones conmovedoras de su humildad. Uno es justo antes de su crucifixión. Luego de cenar, quedándole muy poco tiempo para estar con ellos, decide, como una de sus últimas lecciones, lavar los pies de sus discípulos. Esforzándose por mostrarles la gran necesidad de amar y ayudarse los unos a los otros, olvidándose del yo- él como Maestro, realizó esta humilde tarea.

El otro episodio es el camino hacia la crucifixión. Para poder caminar hacia ese calvario, él tuvo que tener una confianza completa en el plan de Dios. Debió mirar más allá de las aparentes circunstancias en las que la misión de su vida parecía ser un completo fracaso, y ver que se dirigía a un propósito más elevado.

Ciertamente, lo que estos momentos relevantes nos muestran, es una humildad inigualable, pero cada curación que realizó y cada lección que enseñó, permanecen como valiosos ejemplos de humildad.

La humildad renuncia al sentido material (sin importar lo que éste diga), y simultáneamente cede al sentido espiritual (lo que Dios conoce). La perspectiva de Dios de Su propia creación es inalterable y buena. Después de todo, Él nos creó a Su propia imagen, para ser semejantes a Él. Jesús lo sabía. Esta divina perspectiva prevaleció en cada momento de su misión.

No estamos excluidos de esta humildad cristiana. La exigencia sobre Jesús fue inmensa, pero no es tan difícil para nosotros el imitar su humildad gradualmente en nuestras vidas. Comenzando de un modo sencillo en la vida cotidiana y estando alerta para no desperdiciar ninguna oportunidad de utilizar esta virtud cristiana, vamos creciendo en gracia.

He aquí algunas cosas que hace la humildad:

  • Nos capacita para abandonar la perspectiva del pequeño ego (“mi” punto de vista) por la perspectiva divina, la visión de la Mente.
  • Nos libera de la fascinación con las opiniones personales, dando cabida a un sentido más expansivo y global de las cosas.
  • Nos permite desechar las opiniones médicas y a ceder a la comprensión espiritual que provee la verdad acerca de la salud.
  • Nos libera de atribuirle a los demás equivocaciones o falsos móviles.
  • No admite chismes, especulación acerca de las acciones de los demás, emociones acaloradas, y sentimientos adoloridos.
  • Nos ayuda a ceder con seguridad ante la fe, la calma y la resuelta confianza en la voluntad de Dios, El cual nos conoce a todos y nos ama incondicional y abundantemente
  • Nos capacita para renunciar a ciertas tareas, aún cuando nos parezca que son las más convenientes para nosotros, para aceptar un plan más divino, tal vez aún desconocido para nosotros.
  • Nos fortalece para realizar tareas para las cuales no nos sentimos dignos de aceptar.

En pocas palabras, la humildad nos facilita salir de lo que “nosotros pensamos” acerca de algo. Mansamente, estamos abiertos a lo que sabe la Mente, Dios.

No siempre es fácil hacer esto. Abandonar los puntos de vista personales muchas veces puede parecer como una pesada cruz, pero el resultado de seguir a Cristo de este modo nos brinda las bendiciones prometidas de una conciencia más espiritual.

Una vez estuve enferma por algunos meses. Oraba con regularidad, pero también me quejaba. El sufrimiento parecía implacable. Un día, pensé que ya había orado muchas veces cuanta oración conocía, y que esto no había sido de ayuda. En mi cama exclamé en voz alta: “¡Dios, dime qué hacer, dime qué debo saber!” No estoy segura si esperaba una respuesta o no, pero hubo una respuesta. “Alábame a Mi”, fue la clara respuesta que siguió a un breve silencio.

Tuve que dejar de creer en los sentidos materiales, sin importar lo indiscutibles que parecieran las evidencias. Necesitaba ver con mayor profundidad la realidad espiritual y permanecer con Dios. Necesitaba ser humilde, no desesperarme, e inclinarme solo ante Dios, quien no sabía nada de esta condición o de esta supuesta lucha.

Me sentí más animada y me volví más alerta. Declaré la verdad de acuerdo con Dios de manera más frecuente, con más esperanza, y luego con más convicción. Un día leí esta frase en el Himnario de la Ciencia Cristiana: “Nos das el bien con amplitud” (John Greenleaf Whittier, Nº 229. Literalmente: Tan amplia como nuestra necesidad desciende tu gracia). Estas palabras captan la bondad y el poder ilimitado e incondicional de Dios. No hay necesidad que pueda ser mayor que la bondad y poder de Dios. Tuve una vislumbre de la totalidad de Dios, algo que está más allá de las apariencias. Fue imposible sentirme abatida y temerosa por más tiempo.

Gradualmente, pude hacer más cosas y depender menos de la ayuda de los demás, aunque seguí sintiendo gratitud por esa ayuda. Me apoyé en Dios, puse mi atención en Dios, y pude ver cómo regresaba a la normalidad.

A través de esta lente de la humildad, que todos tenemos, podemos mirar más allá de la imágenes de enfermedad y desorden, hacia la dimensión donde todo está en orden. Una vez vista esta dimensión, ya es nuestra para vivirla y disfrutarla.

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