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Limpiad leprosos

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 1º de julio de 2010

Originalmente publicado en The Christian Science Journal de enero de 2007.


¿Por qué distinguió Jesús a los leprosos en el mandato “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios” (Mat. 10:8)? ¿No estaban ya, los afectados por esta dolencia, incluidos en la palabra “enfermos”?

En la Biblia, la lepra no aparece como una única enfermedad. De acuerdo a los eruditos, la palabra lepra usada en Levítico incluye varias enfermedades cutáneas, incluso las de tipo considerado incurable. Otros también creen que todas las enfermedades eran consideradas un castigo por los pecados. Sin embargo los leprosos eran identificados como una fuente potencial de contaminación para cualquiera que entrara en contacto con ellos. La mera presencia de un leproso significaba que toda la comunidad podía ser deshonrada y atraer el descontento de Dios. (Ver por ejemplo, The Anchor Bible Dictionary, Vol. 4, pp.277-282)

Bajo la ley rabínica, los sacerdotes examinaban a cada uno de los afectados con estas enfermedades cutáneas y declaraban a estos leprosos como “impuros” y perdían la posibilidad de estar en contacto con otros. Con la prohibición de estar en contacto con sus vecinos, los leprosos vivían fuera de la comunidad. Ellos tenían que gritar en alta voz como advertencia, así las personas podían evitar el estar cerca de ellos (ver Levítico 13:45) Los leprosos vivían bien lejos del templo, por lo cual no podían tomar parte en las ritos y ceremonias, lo que significaba que eran considerados incapaces de estar en la presencia de Dios. Antes de que un leproso pudiera entrar en contacto con otros nuevamente, debía presentarse ante el sacerdote para que este lo volviera a declarar “limpio”. Vemos a Jesús adherirse a esta ley cuando se encontró con los diez leprosos. Él les dijo que fueran y se mostraran ante los sacerdotes –aún antes de que su apariencia física hubiera cambiado. El relato bíblico dice que “mientras iban, fueron limpiados” (Lucas 17:14)

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, la lepra es aún considerada, como un problema de salud pública en áreas de África, Asia y Latinoamérica. Muchas otras enfermedades, físicas o mentales (tales como el SIDA, la influenza aviaria, la pedofilia, el alcoholismo, la esquizofrenia y la depresión maniática) también portan el estigma de ser incurables, desfigurantes, avergonzantes o de ser una fuente potencial de peligro para los demás. En la visión del mundo, o en la propia, ¿cuánta gente entra en esta definición del diccionario de los leprosos como alguien “rechazado o excluido… debido a la peligrosidad de contaminación moral”? Esto se extendería a ver e incluir dentro de esta categoría a personas tales como los terroristas, sospechados de terrorismo –aún a mendigos y gente sin hogar. ¿No son ellos temidos, segregados y hasta considerados incurables?

Por supuesto, es vital permanecer bajo las leyes del gobierno que requieren cuarentena para aquellos que tienen enfermedades contagiosas, y leyes que protejan a la sociedad de los agresores sexuales, traficantes ilegales de drogas, y conductores ebrios. Pero aún el seguir estas leyes humanas no debería disminuir nuestro compromiso de estar bajo las leyes divinas, las cuales Jesús entendía, y pueden traer curación a las condiciones contagiosas, incurables o socialmente inaceptables de hoy.

Una manera en la que podemos comenzar a seguir el mandamiento de Jesús es aumentando nuestra comprensión de la creación pura, perfecta y saludable –comprendiendo más profundamente que los hijos de Dios (todo individuo) no pueden ser la fuente del mal ni para ellos mismos ni para los demás. Podemos sanar a los leprosos de nuestro mundo moderno mediante nuestra comprensión de su relación inviolable e intacta con Dios, el Padre-Madre universal. Nadie puede estar jamás fuera de la presencia del Amor.

En Ciencia y Salud, junto al título marginal “La lepra sanada”, Mary Baker Eddy explicó la fuente mental de las condiciones del tipo de la lepra cuando escribió acerca del relato bíblico de Moisés en Éxodo 4: “Se demostró científicamente que la lepra era una creación de la mente mortal, y no una condición de la materia, cuando Moisés metió la mano en su seno la primera vez y la sacó blanca como la nieve con esa temida enfermedad, y después restableció la mano a su estado natural por el mismo sencillo procedimiento.” (p. 321)

Algo que es una creación de la mente mortal, se llame lepra, SIDA, promiscuidad, gripe, o la miríada de otras condiciones morales y físicas, no puede tener lugar en la verdadera y eterna Mente, Dios. Tampoco puede uno de nosotros, que existimos como idea en esa Mente, ser la fuente de algo que la Mente no ha creado.

Muchas de las actuales condiciones del tipo de la lepra, tal como en los viejos tiempos, son aún vistas como un signo del disgusto de Dios y como un castigo por el pecado. Limpiar leprosos, entonces, puede también significar limpiar nuestro pensamiento, eliminando la idea de que Dios ha creado a alguien capaz de pecar. Esta pura comprensión puede traer curación a aquellos que están bajo el estigma social o bajo su propia creencia de que son miserables pecadores sin esperanza de cura.

La Sra. Eddy nos dio una directiva clara sobre la importancia de mantener la propia morada mental en orden: “Al mantener en mi mente la idea correcta acerca del hombre, puedo mejorar mi propia individualidad, salud y condición moral, y también la de otros; mientras que el mantener constantemente en la mente la imagen opuesta del hombre, es decir, la de un pecador, no puede mejorar la salud ni la condición moral, así como no podría ayudarle a un artista mantener en su pensamiento la forma de una boa al pintar un paisaje.” (Escritos Misceláneos 62:1)

La habilidad de Jesús de ver al hombre como ha sido creado por el Amor divino, el Espíritu divino, y no por la materia, y de verse a sí mismo y a los demás como los reflejos puros de este amor, iluminaba la conciencia de los individuos que venían a él, los liberaba de la enfermedad y el pecado.

Por ejemplo, no tenemos ningún registro de Jesús tratando de convencer a Zaqueo, el odiado cobrador de impuestos, conocido como un publicano corrupto, de que devolviera lo que injustamente había tomado de los demás (ver Lucas 19:2-10). Pero evidentemente el amor de Jesús al notar su presencia y hablar con él (Zaqueo era considerado un marginado social), iluminó el pensamiento de ese hombre tan odiado y lo regeneró. Nosotros también podemos expresar este amor del Cristo y comprensión espiritual para ayudar a los llamados pecadores incorregibles –leprosos, podríamos decir- a nuestro alrededor, y liberarlos de sus miserables vidas y acciones pecaminosas.

En otro relato bíblico, Jesús hizo que aquellos que estaban por apedrear hasta la muerte, según indicaba la ley, a una mujer adúltera, examinaran sus propios pensamientos y enfrentaran sus vidas poco virtuosas. La habilidad de Jesús de ver al “hombre perfecto, que aparecía a él donde el mortal y pecador aparece a los mortales” (Ciencia y Salud 476-477) liberó a esta mujer de la condena social, abriéndole el camino para que pudiera cumplir con su palabra “vete y no peques más” (Juan 8:11).

Aunque las medidas legales y humanitarias son aún la manera humana primaria de lidiar con las condiciones de lepra y enfermedades similares, la Sra. Eddy escribió de la Ciencia del Cristo como el medio por el cual “los leprosos físicos y morales son limpiados” (Escritos Misceláneos 168). Esta Ciencia muestra que el Cristo sanador es la influencia divina que puede alcanzar la conciencia de cada individuo que desee liberarse de la miseria de cualquier condición similar a la lepra, física o moral. En nuestras oraciones podemos afirmar que la influencia de Cristo tiene el poder de actuar en la mente y el corazón de cada uno, sacando a luz nuestra naturaleza espiritual, que es incapaz de hacer el mal.

A través de la oración podemos limpiar nuestros propios conceptos de cada marginado social o de los supuestos individuos incurables que conocemos, vemos, o de los cuales escuchamos. Esta oración puede inspirarnos o inspirar a otros a tomar pasos espirituales y prácticos hacia la curación permanente. La oración basada en el concepto de “Dios perfecto, hombre perfecto” (Ciencia y Salud 259) purifica en cierta medida la atmósfera mental de toda conciencia humana. Y esta purificación mental abre el camino para la limpieza de las condiciones debilitantes y deshonrosas, tanto en los individuos como en el mundo.

En octubre de 2006, el periódico The Christian Science Monitor publicó una serie titulada “África Después de la Guerra: Camino Hacia el Perdón”, documentando ejemplos de nuestros días de purificación moral en las comunidades africanas que habían sido destrozadas por la guerra civil. Un relato cuenta de ex terroristas que fueron recibidos nuevamente en la comunidad a la cual previamente habían aterrorizado. Cada individuo fue perdonado y formalmente restaurado como miembro pleno de la comunidad. Yo he visto esto en Colombia también, cuando un joven guerrillero miembro de la FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) eligió dejar la vida que había estado llevando y fue recibido de regreso en su comunidad.

Como discípulos de hoy de Cristo Jesús, hemos hecho un compromiso de seguir sus mandamientos. Todos podemos orar para comprender mejor este mandamiento de limpiar leprosos y de cumplirlo. Podemos dedicarnos a enfrentar la necesidad de limpiar nuestras propias vidas de cualquier pretensión de pecado, esforzándonos por mantener puro nuestro pensamiento acerca de nuestro prójimo - aquellos en nuestras comunidades y nuestros hermanos y hermanas del mundo. Nuestra oración, reconociendo la pureza y la perfección de la creación de Dios, puede abrir el camino para que la humanidad pueda sentir el poder purificador del Cristo y lo que significa nunca estar fuera de la presencia de Dios.

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