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La coherencia que hay en Cristo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 8 de diciembre de 2013

Publicado originalmente en el Christian Science Journal de Enero de 1952


El escritor que dijo: “La coherencia es una joya de fantasía que sólo el común de los hombres valora”, transformó una frase claramente contenciosa en un dicho bien conocido. No obstante, lo hizo a expensas de un axioma, un axioma que ha sido expresado infinitamente, pero jamás de forma tan poderosa como en la declaración de Pablo: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). La palabra coherencia puede que parezca tener connotaciones contradictorias, pero en su sentido verdaderamente científico significa estar en lo cierto y proceder de acuerdo con ello. Afortunadamente, el Científico Cristiano puede que sepa demasiado como para perder tiempo y esfuerzo en lo que Ralph Waldo Emerson llamó “una coherencia tonta”. Como discípulo del Maestro puede moldear cada vez más su demostración del Cristo con esa misma uniformidad, poniendo constantemente en práctica la verdad que declara. 

Para Isaías, este radicalismo espiritual se transformó en una voz que a sus espaldas le decía: “Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (30:21). La inmutabilidad es una cualidad atribuida apropiadamente a Dios, sin embargo, la constancia deífica no es una condición estática. El bien constante de Dios como se expresa en Sus obras, en el hombre, incluso en el universo, también debe ser una variación infinita, una novedad eterna, la cual no da testimonio de fijeza, sino del movimiento perpetuo de la Mente. El regreso de la primavera significa no sólo revitalización, sino origen. El origen divino es la necesidad que claman individuos y movimientos. El crecimiento constante no proviene de la muerte, sino de la espontaneidad de la Vida, Dios. 

A lo largo de las épocas, la gran incoherencia ha sido atribuir lo finito a lo infinito. El brahmanismo afirma que el mundo de la materia es irreal, una ilusión, no obstante, el Brahma o Deidad lo hizo. De ahí que la única manera de escapar del mundo externo ilusorio es la absorción en la Deidad. Dicha impersonalización inevitablemente produciría extinción, y si tal impersonalidad pudiera alcanzarse, sería olvido.  

Incoherencias, como las que hay en el brahmanismo, han plagado las religiones y filosofías hechas por los hombres en todas las épocas. Concebir un universo en el cual existen tanto el bien como el mal, es hacer a Dios el autor del mal, y a la Verdad la productora del error. Zaratustra estableció el dualismo de un espíritu bueno, o Dios, y de un espíritu maligno, o diablo, donde se acepta que los dos son reales, y están en constante conflicto. Esta es una enseñanza incoherente puesto que plantea la proposición de que una fase de la realidad puede destruir a la otra. Solo en la Ciencia Cristiana encontramos una coherencia bien fundamentada, donde basándose en la realidad, la existencia del bien repudia al error previniéndolo. Sólo en la Ciencia Cristiana podemos lidiar constantemente con lo finito como una falsedad, no como un hecho. 

En la página 583 del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy define al Cristo como “la divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado”. Esta definición es consecuente con las líneas en el Prefacio del mismo libro (pág. xi), donde ella describe las obras sanadoras de la Ciencia Cristiana con estas palabras: “Son la señal de Emanuel, o ‘Dios con nosotros’, una influencia divina siempre presente en la consciencia humana y repitiéndose a sí misma, viniendo ahora como prometida antaño: 

“A pregonar libertad a los cautivos [del sentido],
Y vista a los ciegos; 
A poner en libertad a los oprimidos”.

También son consecuentes las referencias en Ciencia y Salud al Cristo como la idea espiritual, la idea espiritual de filiación, el hombre indestructible, el hombre inmortal, la verdadera idea de Dios, el linaje del Espíritu, y muchas otras. 

En Rudimentos de la Ciencia Divina, la Sra. Eddy dice: “Los conceptos y las [coherencias] infinitas y más sutiles de la Ciencia Cristiana están presentados en mi obra Ciencia y Salud” (pág. 7). Estos conceptos y coherencias más sutiles no se comprenden mediante la lectura ocasional o esporádica del libro de texto, ni por meros extractos tomados fuera de contexto. Más bien, se llega a ellos sólo al relacionar y reconciliar todas las declaraciones con las verdades básicas de la Ciencia Cristiana, y haciendo el esfuerzo consciente de conocer y manifestar más de la naturaleza divina, la unidad de Dios y el hombre, nuestro verdadero ser e individualidad. Los conceptos más sutiles de esta forma percibidos, disipan las aparentes ambigüedades e inconsistencias, y mantienen las infalibles coherencias del texto con la verdadera comprensión de su significado. 

Para captar estos conceptos y coherencias más perspicaces siempre debemos esforzarnos por medir toda amplificación, tanto en Ciencia y Salud como en los otros escritos de nuestra Guía, en relación a los hechos fundamentales de la Ciencia divina. Estos hechos parten de la totalidad y unicidad básicas de Dios y el hombre; la unidad, y a su vez la distinción, de causa y efecto, de la Mente y el hombre, del Principio y la idea. Ciencia y Salud reitera una y otra vez la necesidad de resolver toda la existencia en la unidad y la distinción de nóumeno y fenómeno, Dios y Sus pensamientos. 

La simplicidad que hay en la Ciencia Cristiana, entonces se halla en la verdad de que todo lo que existe debe estar en la categoría de Dios o del hombre, del Principio o su idea. La correcta comprensión de la terminología de la Ciencia Cristiana está determinada por los hechos del ser, no por las palabras. Cuando Cristo Jesús dijo: “Nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6), demostró claramente que en la unidad del ser, Dios es primario y el hombre es el derivado, y que conocer al hombre, nuestro verdadero ser, es conocer a Dios, el Padre, cuyo reflejo es el hombre, el hijo. 

La autora de Ciencia y Salud escribió para todo estado y etapa de la consciencia humana. De modo que incluso la lectura más ocasional y superficial de sus escritos inevitablemente responderá a los requisitos y posibilidades que tenga el lector, quienquiera que sea, en ese momento. Los significados más obvios son al mismo tiempo preventivos y curativos del error. Cuanto más se amplía el estudio y la práctica —y el estudio y la práctica en verdad no pueden separarse— tanto más sutiles son los significados, aunque más simples y claros como el cristal. Ciencia y Salud contiene las cosas más profundas de Dios y el hombre, las cuales son accesibles y están a nuestro alcance. Cuanto más profundas son las aguas espirituales de la Verdad, tanto más límpidas se tornan. Y a esas profundidades se navega con mayor facilidad y seguridad. No hay peligro en los conceptos y coherencias más perspicaces. 

Cierto autor comienza el prefacio de su libro declarando que “coherencia” es la palabra que más le desagrada de todas. Pero seguramente se debió a que no había ahondado y bebido lo suficiente de la inspiración que revela las cosas profundas del Principio, y la simplicidad y coherencia que hay en el Cristo. La coherencia tonta es esclava del precedente. Cristo Jesús no procedía así, pues seguía al precedente sólo cuando este estaba basado en el Principio y bajo el más elevado sentido de justicia. Tenía poco respeto por las tradiciones de los mayores, las cuales con demasiada frecuencia pervertían el discernimiento. 

Cristo Jesús jamás se desvió de las más estrictas normas éticas del pensamiento y la conducta basadas en el Principio. No buscaba alivio en la materia, los remedios o métodos materiales o en la mente mortal. Siempre se mantuvo a favor del radicalismo espiritual y la conducta coherente con el mismo. Ante toda contingencia su proceder jamás fue apaciguar o hacer un compromiso con el error, sino un progresismo equilibrado e inteligente en el cual se aferraba a lo que nuestra Guía ha descrito como una confianza radical en la Verdad. Su demostración del Cristo era completa, y él es nuestro ejemplo. 

Estando en la cruz Jesús supo que probar la supremacía del Cristo sobre el dolor y las heridas e incluso sobre la muerte, era mucho más importante para él y para la humanidad, que cualquier alivio temporal que podría haber tenido bebiendo el calmante que sus verdugos le ofrecieron para apaciguar el dolor. Sabía que ceder a los medios y métodos materiales es invariablemente a expensas de la comprensión y el desarrollo espiritual. Jesús bebió la copa necesaria para la demostración, pero no la copa estupefaciente del apaciguamiento o la concesión. Como seguidores de Cristo Jesús, ¿no deberíamos acaso esforzarnos por tener los mismos valores espirituales que él manifestaba en todo momento, y gloriarnos en la simplicidad, la humildad y la coherencia que hay en el Cristo? 

Si seguimos a Cristo con constancia, comprobaremos que podemos demostrar al Cristo tan ciertamente como hizo Jesús, y con el tiempo tan plenamente como él. Hallaremos que en la medida que nos adhiramos constantemente a la norma espiritual y ética que nuestro Maestro estableció y manifestó, nosotros también probaremos que, en las palabras de Jesús: “Dios no [nos] da el Espíritu por medida” (Juan 3:34).

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