Para poder dar arranque a un motor, una máquina, o cualquier otro dispositivo, se necesita aplicar los principios de encendido, siguiendo reglas específicas. Sucede lo mismo con la curación. Tenemos que aplicar las leyes espirituales de Dios, que nos traen salud, fuerza y felicidad. Leemos en la Biblia: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22).
Hace más de un año, me sentí sobrecargado de trabajo, sufría de ansiedad, y tenía una sensación de inseguridad mientras trabajaba en la oficina. Mientras estaba sintiendo el tumulto interior, de repente pensé en esto: “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” (Salmo 42: 5). Estas palabras tuvieron un efecto en mí y dieron inicio al proceso de curación. Yo estaba, de hecho, esperando en Dios, el Principio divino del existir, al saber que vivo en la salud, la armonía y la paz, porque en el universo de Dios no hay ninguna enfermedad, falta de armonía, molestia ni inseguridad. Reconocí que sólo Dios, la Vida, me mantiene en perfecto estado de salud. La ansiedad desapareció y nunca ha vuelto a aparecer.
En su libro, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “Erradica la imagen de la enfermedad del pensamiento perturbado antes que haya tomado forma tangible en el pensamiento consciente, alias el cuerpo, y evitas el desarrollo de la enfermedad. Esta tarea se vuelve fácil, si comprendes que toda enfermedad es un error, y que no tiene ni carácter ni tipo, excepto los que la mente mortal le asigna” (pág. 400). Cuando estaba orando acerca de la ansiedad, este pensamiento me ayudó a entender que la curación espiritual es el reconocimiento de la supremacía de Dios, el bien, sobre el mal, al elevarse por encima de los sentidos materiales y demostrar la realidad de la salud y la irrealidad de la enfermedad. De este modo, se demuestra que la curación es el trabajo de la Verdad y nada más, porque solo Dios, la Verdad, destruye el error y sana cualquier dolencia o enfermedad. Oré utilizando estas ideas, afirmé estas verdades con seguridad y estuve libre de esas sensaciones de ansiedad. Es la ley de Dios, la Mente, la que gobierna el universo, incluido el hombre.
La Biblia nos enseña la ley de Dios, la ley del bien y la armonía. Es una ley que puede ser utilizada en cualquier situación y nos permite resolver todo tipo de dificultades. Al esforzarnos por expresar cualidades tales como confianza, esperanza, paciencia, bondad, generosidad, templanza, humildad, honestidad, caridad, pureza, santidad, fidelidad, y muchas otras en nuestras vidas, fomentamos la utilización de la ley de Dios, porque ponemos nuestro pensamiento en armonía con Dios. “Probadme ahora en esto, dice el Señor de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).
Los científicos demuestran los principios de la física, la química y las matemáticas, y los Científicos Cristianos demuestran la ley de Dios, el Principio divino, al sanar a los enfermos y destruir el pecado. Y para ello, se basan en esta regla, entre otras: “Mantén tu pensamiento firmemente en lo perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los traerás a tu experiencia en la proporción en que ocupen tus pensamientos” (Ciencia y Salud, pág. 261).
La comprensión de qué es Dios, qué hace, y qué es el hombre —la perfecta imagen y semejanza de Dios— conduce a la demostración de la Ciencia divina y por lo tanto a la curación.
    