Algunas personas se cortan a sí mismas. Yo me quemaba con cigarrillos. En aquel entonces, tenía tanto dolor emocional que apenas podía soportarlo. Me sentía impulsada a hacer que, de alguna manera, ese dolor fuera físico. Parecía aliviar la tensión dentro de mí.
Después de varios años de ese comportamiento autodestructivo, con cicatrices obvias en el interior de mis muñecas, encontré una manera mucho mejor de lidiar con el sufrimiento.
Había comenzado a leer Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy y me sorprendió esta declaración: “... el Amor apoya el corazón que lucha hasta que cesa de suspirar por el mundo y empieza a desplegar sus alas hacia el cielo” (pág. 57).
¡Qué cambio más radical! Hasta ese momento, me había visto a mí misma como una joven atribulada con todo tipo de heridas emocionales. Como no me sentía amada en absoluto, suponía que no era digna de que me quisieran.
Pero el Amor, Dios, “apoya el corazón que lucha”, y sentí que ciertamente me cabía esa descripción. En base a esto, llegué a la conclusión de que Dios debía amarme. ¡Ah! De repente, vislumbré que había una forma de sentirme amada, aunque era diferente de lo que esperaba. Anteriormente había estado anhelando que una persona me quisiera. Pero el hecho de que Dios me amaba significaba que yo debía ser adorable. Otro ¡ah!
Y con esa comprensión comenzó una travesía que me liberó del dolor que hacía que me quemara. No sucedió de la noche a la mañana; tomó un par de meses. Pero la curación completa se produjo cuando comprendí por qué soy, por qué todos somos, dignos de ser amados.
Tenía mucho que ver con lo que estaba aprendiendo acerca de la creación en la Ciencia Cristiana. Dios creó el universo, incluso a todos nosotros, espiritualmente. Y puesto que todos expresamos a Dios, nuestro Progenitor divino, debemos incluir todas las cualidades del creador, nuestro Padre-Madre. Dado que Dios es bueno, nosotros también debemos ser buenos.
Comenzar allí con la oración nos ayuda a ver que nuestra verdadera naturaleza es digna del amor. Y no quieres herir algo que es amado. Es natural, en cambio, apreciar y apoyar esa bondad porque es adorable.
Entonces, ¿qué pasa con el odio hacia uno mismo que fomenta la autoagresión? La oración nos ayuda a cambiar la visión falsa de una persona estresada, malherida y fuera de control por la clara comprensión de que cada uno de nosotros es el hijo amado de Dios. Cuando oramos, recurrimos a Él, nuestra fuente divina, en busca de evidencias acerca de nuestra verdadera identidad. Puesto que Dios es bueno e incluye las cualidades de inteligencia y belleza, nosotros, por ser Su creación, somos verdaderamente buenos, inteligentes y, sí, incluso hermosos. Eso puede parecer una exageración. Pero es verdad. Y cuando sentimos que Dios nos ayuda a abandonar las opiniones negativas sobre nosotros mismos, percibimos más fácilmente nuestra bondad.
Definitivamente obtuve una opinión diferente de mí misma: que soy inherentemente buena y, por lo tanto, digna de ser amada. Este hecho se fue haciendo cada vez más evidente para mí, hasta que el dolor punzante simplemente desapareció. Y cuando el dolor se fue, también se fue el motivo para quemarme.
Entonces, ¿qué pasó con mi anhelo por el amor humano? El reconocimiento de que Dios me ama simplemente me hizo sentir completa. Encontré felicidad y satisfacción. Ya no había una necesidad imperiosa de encontrar personas que me quisieran. Pero también me sorprendió ver cómo el tierno amor de Dios por nosotros puede volverse evidente en nuestras vidas. En mi caso esto ocurrió cuando conocí a algunos muy buenos amigos.
Si sientes la tentación de participar en algún tipo de comportamiento autodestructivo, puedes preguntarte: “¿Le haría esto a alguien que quiero?”. Esa es una razón maravillosa para no hacérselo a alguien que Dios ama: ¡ese eres tú!
PD: Todas las cicatrices también han desaparecido.
