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El perdón trae el empleo correcto

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 17 de marzo de 2020


Precepto diste tú, Jesús:
   debemos siempre perdonar.
Obedecerlo nos dará
   poder divino,  celestial.
(Mary A. Livermore, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 163, trad. y adapt. © CSBD) 

Aunque Jesús era glorificado por las multitudes, era despreciado por los fariseos, los ancianos y los escribas, y finalmente fue arrestado y condenado a morir. No obstante, estando en la cruz, él perdonó a sus perseguidores. ¡Qué ejemplo más grande para nosotros! Y en una ocasión le dijo a su discípulo Pedro que perdonara a su hermano no siete veces (como sugería Pedro), sino “setenta veces siete” (Mateo 8:22). Jesús también dio un hermoso ejemplo de amor y perdón en la parábola del hijo pródigo (véase Lucas 15:11–32). Y el Padre Nuestro que nos enseñó dice: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12).

La Biblia también nos asegura que es necesario perdonar. Por ejemplo, Saulo fue un hombre que hizo mucho de lo cual arrepentirse. Había aterrorizado a los cristianos, creyendo que estaba justificado al hacerlo. Pero cuando escuchó la voz de Jesús en una visión, abandonó su errada forma de vivir. Saulo dejó de perseguir a los seguidores de Jesús y se dedicó a la enseñanza, curación y amor cristianos, y finalmente cambió su nombre a Pablo. No permitió que el remordimiento lo atormentara y lo arrastrara. En su carta a los Filipenses, él escribió: “Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13, 14). La historia de Pablo me ha alentado a seguir adelante con mis propios esfuerzos para reformarme, incluso aprovechar las oportunidades para disculparme. 

Muchas veces he tenido la necesidad de perdonar o de sentirme perdonada. Los ejemplos que dieron Jesús y Pablo y otros personajes en la Biblia muestran que hay un poder extraordinario en ese amor humilde. Ser capaz de perdonar me ha ayudado a ver que los demás también pueden ser capaces de perdonarme a mí. Tanto perdonar como ser perdonado trae mucha felicidad. He aquí un ejemplo de la bendición que recibí hace años por haber perdonado.

 Estaba buscando un nuevo trabajo en ventas. Quería cuatro cosas en un trabajo: productos que pudiera apreciar y explicar con confianza; una compañía conocida por su integridad; la oportunidad de ser recompensada justamente; y la flexibilidad de poder cambiar a otros departamentos si perdía interés en las ventas. 

Esto era un filtro útil. Sin embargo, había olvidado filtrar una actitud: Sentía resentimiento por haber tenido que dejar mi antiguo trabajo, donde la gerencia había tomado decisiones que parecían injustas.

Después de pasar meses explorando nuevas ideas y estableciendo contactos, yo aún no encontraba un lugar donde mis habilidades fueran más útiles. Una noche, estaba reflexionando acerca de por qué había querido dejar mi antiguo trabajo, cuando me vino sigilosamente un pensamiento: Si yo hubiera estado en los zapatos de mi antiguo gerente, ¿habría tomado las mismas decisiones? Tuve que decir: “Bueno… tal vez”. ¡Qué lección de humildad! Me di cuenta de que necesitaba abandonar la justificación propia y la autocompasión. Y esto me capacitó para perdonar como “yo sería perdonada”. Me embargó una renovada tranquilidad y me liberé del resentimiento. Definitivamente me sentía más feliz.

Pocos días después, me llamó la atención un anuncio en el periódico. Hasta ese momento, había estado influenciada por la opinión prevaleciente de que los anuncios de “oferta de empleo” no eran buenos para conseguir trabajo y que los contactos personales eran mejores. Sin embargo, las oficinas centrales de esta compañía estaban en otro estado y solo tenía unos pocos empleados en mi área. Así que no habría podido encontrar esta oferta de trabajo por medio de contactos personales. Además, el anuncio me impresionó porque estaba escrito con sencillez, claridad y dignidad (sin afirmaciones ostentosas de grandes ganancias y glamorosas oficinas, como las de muchos otros anuncios). Este era para un puesto de ventas en el área donde yo vivía, y los productos eran fáciles de entender e interesantes. Investigué las referencias sobre la compañía y sus productos, escuché comentarios entusiastas, entre ellos que los representantes de ventas “hacían hasta lo imposible para ofrecer un buen servicio”. Mi padre también había usado sus productos, y pensaba que eran muy buenos. Cumplía con todos los filtros de mi búsqueda, y estaba segura de que este trabajo sería una buena opción para mí, beneficiando de ese modo a la compañía y a sus clientes.

Había más de cien solicitantes. Pero yo escuchaba atentamente la guía de Dios y tuve cuidado de ser sincera y considerada al presentar mi currículo, durante la entrevista, al dar referencias y realizar los exámenes. Me contrataron y pasé 17 años productivos allí. Aunque enfrentaba desafíos constantemente, siempre supe que era mi lugar correcto, y siempre estuve agradecida.

Cuando escuchamos pensamientos espirituales para que nos guíen a tener más humildad y amor, y luego damos los pasos prácticos necesarios, se nos da la posibilidad de confiar más plenamente en la guía de Dios y aprender Sus lecciones. Y estas lecciones ciertamente bendicen.

Elizabeth Schmidt Irwin
Mount Dora, Florida, EE.UU.

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