Abrir un nuevo calendario, lleno de páginas intactas, representa un nuevo comienzo, una puerta abierta al progreso. En ese momento, las personas a menudo se dan permiso así mismas para liberarse de lo que ha ocurrido antes e ingresar expectantes al siguiente capítulo no escrito de sus vidas, y al mundo.
Pero a veces, casi tan rápido como soplan los vientos de nuevas posibilidades, una fuerza contraria de dudas y rutina puede atenuar las aspiraciones, diciéndonos que no estamos listos para seguir adelante, que no deberíamos hacernos demasiadas ilusiones (acuérdate del año pasado), que el camino por delante será difícil.
Pablo, uno de los primeros cristianos, enfrentó una serie de pruebas y tribulaciones durante muchos años (una lista parcial de ellas se encuentra en Segunda a los Corintios 11:25–33). Sin embargo, escribió lo siguiente sobre cómo avanzar: “No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús. Que todos los que son espiritualmente maduros estén de acuerdo en estas cosas. Si ustedes difieren en algún punto, estoy seguro de que Dios se lo hará entender” (Filipenses 3:13–15, NTV).
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