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Veamos más allá de la mentira

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 8 de agosto de 2022


Imagínate si hubieras creído que 5 por 5 era igual a 20. Cada ecuación que hubieras tratado de hacer usando ese cálculo habría estado equivocada. No obstante, cuando llegaras a comprender la ley de las matemáticas, esa creencia errónea ya no te engañaría, y tus futuros cálculos producirían soluciones correctas.

No fue un sencillo problema matemático lo que enfrentó Eliseo en la Biblia. Para cumplir su misión, tuvo que comprender y demostrar la verdadera naturaleza de Dios y Su creación: espiritual, armoniosa y totalmente buena, como se presenta en el primer capítulo del Génesis y se reafirma en Apocalipsis 21.

Por haber sido ayudante y protegido del profeta Elías, Eliseo probablemente fue testigo de muchos ejemplos del poder de Dios. Así que, cuando el criado de Eliseo le advirtió que el rey de Siria había enviado un ejército para capturar a Eliseo, el profeta le dijo al joven que no tuviera miedo (véase 2 Reyes 6:8-23). De hecho, Eliseo oró para que Dios abriera los ojos de su criado y viera lo que él veía: la realidad espiritual que siempre había estado allí, y refutaba la mentira de que el mal es un poder. El mal no tiene nada que ver con la verdad de la creación espiritual y buena de Dios, y por lo tanto, no tiene ninguna base en la realidad. Entonces el criado pudo percibir la presencia de Dios, en la forma de lo que parecían ser carros de fuego que los rodeaban, pero que, en realidad, eran una expresión del cuidado de Dios que todo lo abarca.

Al final de la historia, nos enteramos de que las fuerzas que los asediaban fueron tomadas cautivas sin ninguna lucha y luego puestas en libertad. El relato termina: “Y nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel”. La visión de Eliseo del gobierno de Dios no sólo había vencido la mentira de una amenaza a su seguridad personal, sino que la amenaza misma de la guerra había cedido a la Verdad espiritual que el profeta veía tan claramente.

Esta experiencia habla de la supremacía de Dios, del bien que vence el mal y de la verdad que vence la falsedad. Más tarde, Jesús evidenció el completo alcance de esa supremacía. Sanó enfermedades, resucitó a los muertos y alimentó a multitudes, demostrando que las condiciones o leyes materiales no son las realidades que parecen ser. Jesús despertó el pensamiento humano a la verdad espiritual, y esto trajo curación. Se demostró que los problemas, por más reales que parecieran, eran percepciones erróneas, no realidades. Él comprendió que los aparentes problemas físicos eran en realidad fenómenos del pensamiento. Por lo tanto, es fundamental no dejarse influenciar por los miedos o creencias educadas erróneas; es decir, no aceptar como verdadero lo que no es verdadero. En cambio, necesitamos dejar que las ideas espirituales de Dios impregnen nuestros pensamientos y nuestra vida.

Mary Baker Eddy lo expresó de esta manera: “Tenemos que darnos cuenta de la capacidad del poder mental de contrarrestar los conceptos humanos erróneos y reemplazarlos con la vida que es espiritual, no material” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 428). Este “poder mental” no es la fuerza de voluntad humana o la mente sobre la materia, sino ceder a la Mente divina que es Dios. Al recurrir a esta Mente, y dejar que esta Mente esté en nosotros, como dice en la Biblia (véase Filipenses 2:5), comenzamos a ver la vida desde un punto de vista diferente. En lugar de aceptar lo que vemos en la superficie como verdad o realidad, confiamos en la Mente —la perspectiva divina, totalmente armoniosa y buena— para que nos muestre lo que es real.

En mi propia experiencia como soldado en combate, había orado para no ser lastimado ni hacer daño a nadie. En una oportunidad, estaba al frente de una batalla que involucraba a más de cien soldados en ambos lados. Cuando se me pidió que atacara, apreté el gatillo y mi arma explotó. Estaba de pie y las balas estallaban a mi alrededor, pero yo estaba completamente ileso y, al mismo tiempo, no me era posible lastimar a otra persona. En este caso, la vívida imagen de que se me definiera por hallarme en una zona de guerra no podía disputar la verdad de mi relación con Dios y mi amor por mi prójimo, que como había afirmado al orar, era la única realidad.

Podemos someter cada fenómeno de la creencia humana, cada aparente acción malvada, cada mentira sobre el reino de Dios, al mismo escrutinio al que Jesús lo sometió y, en última instancia, liberarnos de sus aparentes efectos. No importa si la mentira es la guerra (como demostró Eliseo); una pandemia; agitación social, económica o política; escasez de alimentos o agua; o cualquier otra forma de discordia.

Cuando somos tentados a creer en la realidad de algún mal, podemos tratarlo como lo hicieron Jesús y Eliseo. Podemos rechazar el temor y orar para que nuestros ojos se abran para ver más allá de la mentira a fin de percibir lo que realmente está sucediendo en el reino de Dios que es todo bondad. Al hacer esto con lealtad y persistencia, al confiar en que el Cristo, la Verdad, nos revelará el reino de Dios, nuestro pensamiento comienza a someterse a la “mente de Cristo” (1 Corintios 2:16), y nuestra experiencia a corresponder con nuestro pensamiento. Esta es la verdad espiritual que se revela. Su efecto es traernos más seguridad y vitalidad, curación moral y física, más sensatez y una compasión más profunda, lo que nos permite servir más a Dios y a la humanidad.

Warren Berckmann
Escritor de Editorial Invitado 

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