¿Tú, o alguien que conoces, necesita sanar? A fin de ser una ayuda confiable para otra persona, precisamos compasión. No se trata de mera lástima empática, que puede sumirnos en el problema. Tampoco consiste simplemente en sentir el sufrimiento de otro con empatía, lo que a menudo es causado por el amor, pero que al estar arraigado en el afecto humano, no puede sanar en sí mismo y por sí mismo. Se necesita algo más que preocupación, lástima o incluso empatía para destruir el sufrimiento y producir resultados sanadores. En su significado más profundo y espiritual, la compasión es un poder basado en Dios, el Amor divino, que movió a Jesús a actuar y como resultado, sanó innumerables enfermedades, resucitó muertos y destruyó el pecado.
Aunque Jesús ya no está físicamente presente, este poder de la compasión que expresó permanece siempre disponible, e impulsa a muchos a actuar desde la misma base sobre la que Jesús lo hizo y con similares resultados sanadores. Mary Baker Eddy descubrió que hay una ley de Dios que sustenta el ministerio sanador de Jesús. Ella la llamó Ciencia Cristiana, porque cualquiera puede aprenderla y probarla. La teología y la práctica de la Ciencia Cristiana incluyen esta compasión y resultan en la curación de los enfermos del modo en que Jesús sanaba: solo mediante el poder de Dios. En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por la Sra. Eddy, leemos “El amor a Dios y al hombre es el verdadero incentivo tanto en la curación como en la enseñanza” (pág. 454).
Nuestro deseo de expresar compasión es un buen lugar donde empezar. Luego, paso a paso, confiando en la guía de Dios, encontramos que la compasión cristiana nos motiva, como lo hizo con Jesús, a esforzarnos por vernos a nosotros mismos y a los demás como Dios nos ve: como la manifestación espiritual, perfecta y saludable de la Deidad, sin ningún elemento de la materia o la mortalidad. Y nos volvemos más dispuestos a renunciar incluso a creencias de larga data y ceder a la visión radicalmente nueva de que todos somos espirituales.
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