¿Has notado alguna vez que las cosas que menos queremos enfrentar resultan ser exactamente las que más nos ayudan a crecer? Incluso con las mejores intenciones, a veces es posible que tratemos de usar la oración para evitar algo difícil. No obstante, la oración que se enfoca científicamente, como se describe en la Ciencia Cristiana, trae a la superficie cosas a ser tratadas y resueltas. Nos da el valor para enfrentar todo lo que pueda parecer imposible de manejar, a fin de que podamos avanzar.
Esta oración nos exige un nivel elevado. Es mucho más que simplemente desear o esperar que algo cambie, o que algo que necesita cambiar permanezca igual. La oración que somete nuestro pensamiento al poder divino produce un cambio en el pensamiento, y nos transforma y prepara para enfrentar los desafíos con una confianza absoluta en la omnipotencia del bien que proviene de Dios: el Espíritu infinito, el Amor.
La Ciencia Cristiana identifica esta actividad sanadora y transformadora del Amor como el Cristo: “la verdadera idea que proclama el bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 332). Cuando sentimos esta influencia, “siempre presente en la consciencia humana” (Ciencia y Salud, pág. xi), nos encontramos actuando naturalmente como la expresión espiritual del Amor que somos. Donde antes tal vez nos sentíamos demasiado ansiosos como para hacer o decir algo, de repente somos impulsados a actuar con una convicción divina, sin analizar ni pensar demasiado. Y el resultado es la curación.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!