Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

Enfrentemos lo que tememos

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 19 de enero de 2023


¿Has notado alguna vez que las cosas que menos queremos enfrentar resultan ser exactamente las que más nos ayudan a crecer? Incluso con las mejores intenciones, a veces es posible que tratemos de usar la oración para evitar algo difícil. No obstante, la oración que se enfoca científicamente, como se describe en la Ciencia Cristiana, trae a la superficie cosas a ser tratadas y resueltas. Nos da el valor para enfrentar todo lo que pueda parecer imposible de manejar, a fin de que podamos avanzar. 

Esta oración nos exige un nivel elevado. Es mucho más que simplemente desear o esperar que algo cambie, o que algo que necesita cambiar permanezca igual. La oración que somete nuestro pensamiento al poder divino produce un cambio en el pensamiento, y nos transforma y prepara para enfrentar los desafíos con una confianza absoluta en la omnipotencia del bien que proviene de Dios: el Espíritu infinito, el Amor. 

La Ciencia Cristiana identifica esta actividad sanadora y transformadora del Amor como el Cristo: “la verdadera idea que proclama el bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana” (Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 332). Cuando sentimos esta influencia, “siempre presente en la consciencia humana” (Ciencia y Salud, pág. xi), nos encontramos actuando naturalmente como la expresión espiritual del Amor que somos. Donde antes tal vez nos sentíamos demasiado ansiosos como para hacer o decir algo, de repente somos impulsados a actuar con una convicción divina, sin analizar ni pensar demasiado. Y el resultado es la curación. 

Si alguna vez nos sentimos tentados a tratar de evitar una experiencia que creemos que podría ser incómoda, cultivar el deseo de amar —al estar dispuestos a escuchar al Amor y sentir su presencia— vuelve el pensamiento hacia el Cristo y nos da valor más allá de nuestra propia voluntad. Podemos enfrentar las cosas que parecen tan desalentadoras pero que, a menudo, no son tan terribles como habíamos imaginado. El Cristo nos impulsa a vivir desde el Amor y a hacer lo correcto, a pesar del temor a las consecuencias. Nos brinda la sincera convicción de que podemos seguir adelante. 

Sin embargo, aceptar a la fuerza algo que tememos no es apoyarse en el Amor perfecto que elimina nuestro temor (véase 1 Juan 4:18), ni tampoco nos lleva a un nuevo lugar espiritualmente. Mientras que pensar y actuar desde la perspectiva más amplia y expansiva que proporciona el Amor divino es transformador. 

En la conversación más larga que tuvo Jesús registrada en la Biblia, lo encontramos interactuando con una mujer samaritana en un pozo (véase Juan 4:5-30, 39-42). Muchas cosas son inusuales en esta historia, y no es la menor de ellas que la mujer fuera al pozo alrededor del mediodía, la hora más calurosa. Esto sugiere que era una marginada en su sociedad, y que puede haber querido eludir tanto la inevitable interacción social como la vergüenza o incomodidad que podría haberla acompañado. Sin embargo, como Jesús era constante y conscientemente uno con el Amor, la vio a la luz de la bondad pura y omnipresente. Y las acciones que esto impulsó en ella ilustran que ceder al Cristo nos da el valor para enfrentar cosas que de otra manera no enfrentaríamos. 

A pesar de ser inaceptable en esa sociedad que un hombre y una mujer no acompañada interactuaran, Jesús habló con la mujer y le pidió que le diera agua. Ella no salió corriendo en la otra dirección; se quedó, y su encuentro con Cristo Jesús no solo la transformó a ella, sino también a muchas otras personas en su ciudad. Liberada de toda vergüenza o ansiedad por el amor que Jesús reflejaba, no dudó en compartir con todos los que escucharan que había venido el Mesías. “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?”, dijo.  

Cuando sentimos la influencia del Cristo, la idea divina de Dios que impulsó las palabras y acciones de Jesús, esto nos cambia. En presencia del Amor, el miedo se disuelve en la nada. No podemos evitar hablar o actuar desde nuestro corazón, incluso cuando va en contra de las convenciones. Estamos arraigados en el fundamento mismo del bien que es Dios. Confiamos en lo que es bueno y correcto, y experimentamos curación. 

En el Antiguo Testamento, Moisés anima al pueblo a ser “firmes y valientes” (Deuteronomio 31:6, LBLA), y después, Dios repite este consejo a Josué cuando los israelitas se preparan para avanzar hacia la Tierra Prometida (Josué 1:6, 9). En cada instancia, estas palabras se relacionan con pasar a la acción. Recurrir a la bondad de Dios y ver nuestra propia semejanza a Dios y la de los demás nos permite, a través del Cristo, enfrentar el miedo, actuar y ser bendecidos.

Larissa Snorek, 
Redactora Adjunta

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.