Las preguntas abren la puerta a cosas maravillosas. Por ejemplo, para que la humanidad fuera a la luna, la misión tenía que comenzar con preguntas: ¿Es posible? ¿Cómo podemos hacerlo? Claramente, las respuestas estaban allí y fuimos a la luna. Pero antes de que eso pudiera suceder, los científicos tuvieron que abrir su pensamiento a formas de entender el universo que desafiaban las opiniones personales, las ideas preconcebidas y las limitaciones.
Las ciencias físicas, basadas grandemente en la exploración y el descubrimiento, siempre han dependido de preguntas para investigar nuevos caminos. Lo mismo podría decirse de la Ciencia del Cristianismo, que llegó como un avance espiritual para una mujer del siglo XIX —Mary Baker Eddy— quien había cuestionado durante décadas la naturaleza de la realidad y buscado soluciones para su mala salud. Después de una lesión casi fatal, experimentó una curación sorprendente, lo que dio lugar a más preguntas profundas que ella respondió a lo largo del resto de su vida.
Aquellos de nosotros dedicados a nuestra propia exploración espiritual podríamos encontrar una guía útil en este enfoque. Hacer el tipo de preguntas espirituales inquisitivas que nos llevan más allá de los límites de lo que percibimos —o creemos saber— puede ser una herramienta poderosa para avanzar en nuestro propio crecimiento hacia el Espíritu, así como para experimentar curación.
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