¿Sería mi vida la misma si nunca hubiera ido a la Escuela Dominical? No, francamente, no lo sería. De hecho, la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana fue, en muchos sentidos, una experiencia que cambió totalmente mi vida.
Había pasado todo el verano de mi tercer año del bachillerato aprendiendo todo lo que pude sobre Canadá y Estados Unidos en asuntos mundiales. Este era un tema que se le daba a cada estudiante de tercer año del bachillerato en mi estado natal de Kansas, con la oportunidad de ser seleccionado para representar a Kansas en una visita a Canadá para reunirse con altos funcionarios. Me tomé muy en serio el encargo y me convertí en uno de los tres candidatos finales.
Nuestros últimos discursos tuvieron lugar un lunes. Para el domingo, yo era un caso perdido. Nunca antes había dado un discurso; mientras que los otros candidatos eran todos experimentados oradores; y los jueces eran los líderes de nuestro estado.
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