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Encuentra la Navidad dentro de ti mismo

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 23 de diciembre de 2024


Faltaban unos días para la Navidad, y yo estaba en una larga fila en una tienda de comestibles esperando para pagar. Había quejas y suspiros de impaciencia y pies que se arrastraban. ¡El ambiente distaba mucho de ser navideño! Aparté mi pensamiento de lo que estaba viendo y lo dirigí hacia Dios. Por medio de mi comprensión de la Ciencia Cristiana, sabía que Dios podía elevarme para ver Su presencia allí mismo, en medio de todo el descontento y la molestia. Así que cerré los ojos y elevé una oración sincera: “Padre, muéstrame Tu presencia”. En ese momento, una quietud me envolvió y sentí una oleada de amor en mi corazón.

Cuando abrí los ojos, toda la escena se había transformado. Donde antes había visto quejas e irritación, ahora veía a los vecinos saludándose con abrazos, a una madre jugando a las palmitas con su bebé y a un joven levantando amablemente un pesado bulto para ayudar a una anciana. La actividad ahora daba testimonio de la presencia de Dios, el bien, en ese mismo momento.

Entonces, ¿qué había ocurrido? Este fue un ejemplo modesto pero muy dulce del tipo de transformación del que se habla en la obra seminal de Mary Baker Eddy: Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Al referirse a Dios como Mente, dice: “Los pasos espirituales de avance en el prolífico universo de la Mente conducen hacia esferas espirituales y seres exaltados. Para el sentido material, este universo divino es opaco y distante, gris en los tonos sombríos del crepúsculo; pero pronto el velo es levantado, y la escena se llena de luz” (pág. 513).

Este cambio en lo que vemos y experimentamos viene por medio de la actividad del amado Cristo. El Cristo ilumina un sentido material oscurecido del mundo y revela la presencia real y el amor de Dios. Dios es el Amor infinito, es Todo-en-todo, y el hombre, es decir, todos nosotros, es la manifestación enteramente espiritual y perfecta de Dios, la manifestación de Su bondad. Como tal, expresamos sabiduría, armonía, salud y libertad, porque somos la imagen misma de Dios. Sin la luz del Cristo permaneceríamos en la oscuridad, ignorantes de la herencia divina que es nuestra para siempre.

El Cristo era la identidad espiritual pura de Jesús, la naturaleza que Dios le había dado. Dios amó tanto al mundo que nos envió a Su Hijo, Cristo Jesús. Él debía predicar y enseñar la verdad fundamental de quiénes y qué somos realmente, e iluminar con la comprensión espiritual de la perfección ilimitada del hombre como reflejo de Dios.

La promesa de Jesús fue: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Hubo transformación, reforma y curación. Pero esto no era solo para la época de Jesús. Antes de su advenimiento, muchos profetas de pensamiento espiritualizado habían sido conscientes de la presencia y el poder de Dios y  presenciado grandes efectos.

El Cristo está siempre obrando. Al hablar de su verdadera individualidad, Jesús prometió: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). El significado espiritual de la Navidad es una celebración de esta luz brillante del Cristo  que se manifiesta siempre.

El Cristo está con cada uno de nosotros porque está dentro de nosotros, cumpliendo su santa misión de abrazar y elevar a la humanidad. Como se enseña en la Ciencia Cristiana, el Cristo es “Emanuel, o ‘Dios con nosotros’, una influencia divina siempre presente en la consciencia humana y repitiéndose a sí misma, viniendo ahora como fue prometida antaño:

“A pregonar libertad a los cautivos [del sentido],

Y vista a los ciegos,

A poner en libertad a los oprimidos” (Ciencia y Salud, pág. xi).

No importa qué día del año sea o dónde estemos, podemos encontrar el espíritu de la Navidad en la revelación de la presencia de Dios mediante el Cristo en cada senda y aspecto de nuestras vidas.

Cada uno de nosotros puede experimentar el dulce amanecer del Cristo en nuestra experiencia a medida que somos receptivos a su mensaje. Entonces podemos regocijarnos al vislumbrar el reino de los cielos, el que Jesús describió como “dentro de  vosotros” y “a la mano”.

Al apreciar las enseñanzas de Jesús en la época navideña, encontramos la certeza y promesa divinas de la armonía presente. Entonces esta alegre celebración de la venida del Cristo deja de ser una carga o una obligación. Descubrimos una oportunidad  de aceptar gozosamente para nosotros mismos esta verdad que nuestro Maestro evidenció de “Dios con nosotros” momento a momento.

La alegría sagrada de la Navidad puede florecer dentro de nuestros corazones cada día del año.

Publicado originalmente en la columna Christian Science Perspective de The Christian Science Monitor.

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