Faltaban unos días para la Navidad, y yo estaba en una larga fila en una tienda de comestibles esperando para pagar. Había quejas y suspiros de impaciencia y pies que se arrastraban. ¡El ambiente distaba mucho de ser navideño! Aparté mi pensamiento de lo que estaba viendo y lo dirigí hacia Dios. Por medio de mi comprensión de la Ciencia Cristiana, sabía que Dios podía elevarme para ver Su presencia allí mismo, en medio de todo el descontento y la molestia. Así que cerré los ojos y elevé una oración sincera: “Padre, muéstrame Tu presencia”. En ese momento, una quietud me envolvió y sentí una oleada de amor en mi corazón.
Cuando abrí los ojos, toda la escena se había transformado. Donde antes había visto quejas e irritación, ahora veía a los vecinos saludándose con abrazos, a una madre jugando a las palmitas con su bebé y a un joven levantando amablemente un pesado bulto para ayudar a una anciana. La actividad ahora daba testimonio de la presencia de Dios, el bien, en ese mismo momento.
Entonces, ¿qué había ocurrido? Este fue un ejemplo modesto pero muy dulce del tipo de transformación del que se habla en la obra seminal de Mary Baker Eddy: Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Al referirse a Dios como Mente, dice: “Los pasos espirituales de avance en el prolífico universo de la Mente conducen hacia esferas espirituales y seres exaltados. Para el sentido material, este universo divino es opaco y distante, gris en los tonos sombríos del crepúsculo; pero pronto el velo es levantado, y la escena se llena de luz” (pág. 513).