Cuando Me Enfrenté con el miedo cada vez mayor de no poder darle a mis hijos todo lo que necesitaban, pensé que estaba fallando como madre. Este temor no desapareció hasta que recurrí a Dios en busca de respuestas. Cuando lo hice con el mismo espíritu con que un bebé levanta sus bracitos para que su padre lo levante, recordé la frase: "Mi alma [rescatada] siempre Guía Él". Es del Himno No. 330 del Himnario de la Ciencia Cristiana. El segundo verso dice: "Mi alma [rescatada] / siempre guía Él al río de aguas vivas, / y el alimento celestial / me brinda en Sus praderas".
Consideré la palabra rescate. En la Biblia, esta palabra, junto con redimir, en algunos casos se refiere al pago que se hacía a los dueños de esclavos por la libertad del esclavo. Si mi alma, como dice el himno, fue rescatada, tuvo que primero ser esclava. Pero, ¿de qué? En mi situación actual, sentí que me manipulaba el temor, la escasez, la limitación. No obstante el himno prometía una bondad que no falla. Para que yo pudiera regresar a ese ambiente santo, alguien tenía que pagar el rescate. Soy madre sola; así que ¿con quién podía contar para que hiciera tal cosa? Con mucha alegría comprendí que el Redentor es Dios.
Me reí cuando luego me vino el pensamiento de que la metáfora original de redención en la Biblia incluye el concepto de transacción financiera. Esto se tradujo en el concepto espiritual que nuestra herencia, ya sea financiera o de otro tipo, viene cuando nos apoyamos solamente en Dios. Él nos redime, y puesto que es el bien infinito, a él no se le acaba la moneda necesaria — O sea, paz, sustancia espiritual y libertad. Dios nos da estas bendiciones con abundancia infinita. ¿Quién era yo para limitar la expresión del afecto que Dios tiene por mí, a los números que tenía en mi cuenta bancaria? "Porque así dice Jehová: De balde fuisteis vendidos; por tanto, sin dinero seréis rescatados... Cantad alabanzas, alegraos juntamente, soledades de Jerusalén; porque Jehová ha consolado a su pueblo, a Jerusalén ha redimido". Isaías 52:3, 9.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!